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La calle de la alegría

La calle de la alegría

Foto de portada: David, Moni, Jimena, Elvira, Iván, Laura, Quiñonero, Toni, Lana, Tania, Celso, María y Laura Riñón.

En realidad no es toda la calle, y este comienzo me ha recordado al de Chaqueta blanca, de Melville: “En realidad no era tan blanca”. Esta calle de Pelayo, en Madrid, que en realidad es solo un trocito de la calle, se ha contaminado de la alegría de vivir la cultura. Pura alegría, como tituló Antonio Muñoz Molina su libro de artículos y conferencias.

"La Magdalena de Proust está frente a la librería y a veces me imagino a don Marcel relamiéndose en la estantería en donde duermen los siete libros de En busca del tiempo perdido"

En unos 200 metros cuadrados de esta calle se concentran la librería Amapolas en octubre, con la escritora Laura Riñón Sirera como auténtico motor de arranque del dinamismo cultural; la panadería y obrador artesano La Magdalena de Proust; la galería de arte Échale guindas; La Oficial, una tienda de loza internacional en donde llama la atención la belleza de los platos, tazas, fuentes… que traen de Portugal, y que venden al peso, que es como José y Toni las adquieren a los alfareros portugueses. El nombre, dicen ellos, es un homenaje a los oficios que están en peligro, y por eso su método es bien sencillo: “compramos solo aquello que nos pone contentos porque estar de buen humor es algo muy serio”.

La Magdalena de Proust está frente a la librería y a veces me imagino a don Marcel relamiéndose en la estantería en donde duermen los siete libros de En busca del tiempo perdido, recitando el pasaje una y otra vez: “…me llevé a los labios una cucharada de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba…”.

"El pasado 26 de junio, día de san Pelayo, sacaron una mesa a la acera ante el escaparate para celebrar la alegría de compartir la buena vecindad"

“La idea de Amapolas en octubre”, dice Laura, “nace en mi novela homónima (…) Esta librería existió en mi cabeza, después en mi novela y ahora es un sueño hecho realidad”. La referencia a Sylvia Beach, la mítica librera de la Shakespeare & Company en el París de entreguerras, y primera editora de Ulises, de Joyce, es inevitable. Laura, que ha leído todos los libros (como Mallarmé), ha colgado en la librería dibujos de escritores realizados por Fernando Vicente, y con la impecable y eficaz ayuda de Lana los difunden con atractivas charlas, debates por redes, encuentros con clubes de lectoras, firmas de autores internacionales, incluso con cofres de libros “sorpresa”…, y recomendaciones mensuales de  lecturas.

El pasado 26 de junio, día de san Pelayo, sacaron una mesa a la acera ante el escaparate para celebrar la alegría de compartir la buena vecindad, en donde estaban también María y Laura, de la galería de arte Échale guindas, y David y Angie, almas de Sr. Ito, el restaurante de cocina japonesa, que practican con todos ellos la imaginación, la amistad luminosa y un contagioso cosmopolitismo.

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Artículo publicado en “Abril”, suplemento cultural de El Periódico de España, el 18 de julio de 2022.

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Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Esto que usted tan cortamente relata es la antítesis.

Franquicias multirrepetidas, trato impersonal, multinacionales estandarizadas y americanizadas, centros comerciales asépticos y sin sustancia, trato impersonal entre desconocidos permanentemente desconocidos, productos multirrepetidos, ropa clónica… hasta las librerías despersonalizadas tienen los mismos éxitos, pilas y pilas de ellos.

Esta calle y sus gentes son la antítesis de todo ello. Habrá que visitarla. Para desintoxicarse con un pequeño baño de humanidad.

Josey Wales
Josey Wales
1 año hace

Decía Chesterton que la mediocridad consiste en tener lo sublime (o la grandeza, tanto da) delante y no verlo. ¡Cuántas cosas que en opinión de los hombres son pequeñas, sin serlo!