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La guerra de Antonio Machado: contexto, estilo y vigencia

La guerra de Antonio Machado: contexto, estilo y vigencia

La guerra es el último libro que Antonio Machado publicó en vida, editado en 1937 en plena Guerra Civil Española. Se trata de un conjunto de textos escritos entre agosto de 1936 y mayo de 1937, período crítico del conflicto, que Machado compuso tras haber sido evacuado de Madrid a Valencia en noviembre de 1936. Desde su refugio en Rocafort (Valencia), el poeta participó activamente en publicaciones republicanas como la revista Hora de España y asumió una postura firme en defensa de la Segunda República frente al alzamiento franquista. Ideológicamente, Machado se alineó con los valores democráticos y antifascistas: aunque nunca fue marxista ortodoxo, apoyó la causa socialista por considerarla “una etapa inexcusable en el camino de la justicia” basada en la igualdad y la abolición de privilegios de clase. Sus escritos en La guerra reflejan ese compromiso político: denuncian la “trágica frivolidad de los reaccionarios” que han traicionado al pueblo español y exaltan la dignidad del “pueblo en armas” que defiende la legalidad republicana. En suma, el contexto bélico impregna la obra con un tono de testimonio histórico y de combate intelectual, convirtiendo al poeta sevillano en voz ética de la España sitiada.

Estilo literario y filosófico en La guerra

A pesar de las urgencias de la guerra, Machado mantiene en estos textos el estilo claro, humanista y profundamente elegante que caracterizaba su prosa, cercano al tono coloquial y dialogante de su anterior Juan de Mairena. Sin embargo, la contienda agudiza su franqueza y pasión: Machado adopta una expresión más directa e incluso acerba, usando calificativos duros contra los enemigos de la República cuando lo considera necesario. Este “radicalismo humanista” se manifiesta en un lenguaje a veces violento, pero siempre fundamentado en valores éticos universales. El tono general oscila entre la solemnidad reflexiva y la emotividad contenida: por un lado, hallamos una voz grave, de “honda melancolía” pero también paternal y consoladora, como destacó María Zambrano. Por otro lado, aflora un sutil sentido del humor e ironía en sus invectivas contra la cobardía y la vanidad de ciertos adversarios (a quienes llama, por ejemplo, “ratas de sacristía” y “señoritos felones”).

"La verdadera esencia de España no está fija en la historia pretérita sino en lo que su pueblo teme, desea y espera de cara al futuro"

En La guerra, Machado entrelaza simbolismo y tradición cultural con filosofía moderna, creando un rico tejido literario. Un ejemplo notable es el ensayo “Los milicianos de 1936”, donde el autor evoca la épica castellana (desde el alma de Jorge Manrique) para interpretar la guerra contemporánea. Recurre a la figura legendaria del Cid Campeador —símbolo del honor castellano— para contraponerla a la “aristocracia encanallada” de unos infantes traidores, paralelos históricos de los golpistas de 1936. Machado observa que el Poema de mio Cid representa “la lucha entre una democracia naciente y una aristocracia declinante”, visión que él adapta a la Guerra Civil como contienda entre la “hombría castellana” del pueblo y el “señoritismo” cobarde de los facciosos. Este recurso a la tradición castellana (refranes, figuras heroicas, paisajes de Castilla) otorga a la obra un profundo simbolismo: la España democrática se identifica con los valores eternos de justicia e igualdad que Machado atribuye al alma popular (“nadie es más que nadie”, cita de un dicho castellano), mientras que la España reaccionaria encarna la degeneración moral de un antiguo señorío que ha perdido su honor.

Junto a este diálogo con la tradición, La guerra exhibe una marcada dimensión filosófica y metafísica. Machado —quien era un lector de filósofos modernos— incorpora reflexiones sobre el destino histórico, el sentido de la muerte y la condición humana en tiempos de crisis. En los “Apuntes”, presentados como meditaciones de su alter ego Juan de Mairena, sostiene que “un pueblo es siempre una empresa futura, un arco tendido hacia el mañana”, advirtiendo contra el exceso de culto al pasado a la vez que reconoce la importancia de la memoria colectiva. Esa tensión entre tradición y porvenir se resuelve en una ética de la esperanza activa: la verdadera esencia de España no está fija en la historia pretérita sino en lo que su pueblo teme, desea y espera de cara al futuro.

"Estas digresiones filosóficas añaden hondura metafísica a la obra, elevando la coyuntura de la guerra a una reflexión universal sobre la condición humana"

Asimismo, Machado profundiza en la metafísica de la muerte en contexto bélico. Inspirado por la filosofía existencial, llega a citar a Heidegger explícitamente para describir la mirada de los milicianos que van al frente. Según Machado, en los rostros de esos hombres se percibe “una profunda y contenida reflexión sobre la muerte” que denota una “decisión suprema” y una suerte de libertad hacia la muerte (Freiheit zum Tode) en términos heideggerianos. Es decir, el combatiente que asume conscientemente el riesgo de morir por un ideal encarna la autenticidad del ser-para-la-muerte, algo vedado al “señorito” superficial incapaz de mirar de frente a la muerte. Estas digresiones filosóficas añaden hondura metafísica a la obra, elevando la coyuntura de la guerra a una reflexión universal sobre la condición humana, la ética del sacrificio y el sentido último de la libertad.

En el plano formal, La guerra combina prosa ensayística, poemas y discursos, pero mantiene una notable unidad de estilo y pensamiento. Textos conmovedores como la elegía “El crimen fue en Granada” —dedicada a su amigo Federico García Lorca, asesinado al inicio de la contienda— muestran a un Machado poeta, capaz de una intensa simbología lírica (la muerte personificada como gitana en diálogo con el poeta, Granada convertida en símbolo de dolor). En contraste, piezas como el “Discurso a las Juventudes Socialistas Unificadas” revelan a un Machado orador cívico, que apela a la disciplina generosa de la juventud frente a la “vejez prematura” de los reaccionarios y los insta a construir una España nueva libre de “privilegios de clase”. Pese a la diversidad de formas, el hilo común es la voz ética y filosófica de Antonio Machado, siempre accesible en su claridad expresiva pero cargada de resonancias simbólicas e intelectuales.

Vigencia contemporánea de la obra

A más de ocho décadas de su publicación, La guerra sigue siendo una obra de gran vigencia literaria, política y social. Literariamente, representa un ejemplo excepcional de compromiso del escritor con su tiempo: Machado logra integrar la alta poesía y la reflexión intelectual con la crónica inmediata de una guerra fratricida. Sus páginas no son meramente panfletarias; al contrario, poseen un valor estético y humanístico que trasciende la coyuntura de 1937. Como señaló María Zambrano en una reseña publicada en la revista Hora de España (n.º XII, diciembre de 1937) —la cual se recoge también en su libro Los intelectuales en el drama de España (Ensayos y notas, 1936-1939)—: «La voz poética de Antonio Machado canta y cuenta de la vida más verdadera y de las verdades más ciertas, universales y privadísimas al par de toda vida.» «Y aunque … sepa de esas cosas, es necesaria siempre su formulación poética … porque … nos parecen venir del fondo mismo de nuestra historia, adquieren categoría de palabras supremas … legislador poético, padre de un pueblo».

"Políticamente, La guerra conserva relevancia como testimonio de la lucha contra el fascismo y la defensa de los valores republicanos"

Esa cualidad hace que el mensaje machadiano resuene aún hoy: sus “palabras paternales” ofrecen un saber amargo y consolador que da fortaleza en medio de la incertidumbre histórica. En un mundo que sigue enfrentando amenazas a la democracia y crisis sociales, la lectura de La guerra inspira por su defensa de la dignidad humana, la justicia social y la honestidad intelectual frente a la barbarie.

Políticamente, La guerra conserva relevancia como testimonio de la lucha contra el fascismo y la defensa de los valores republicanos. Muchas de las reflexiones de Machado anticiparon con lucidez el rumbo del siglo XX: él advirtió que la guerra de España era “el prólogo de una gran guerra imperialista” en la que se decidiría el futuro de Europa. Efectivamente, pocos años después estalló la Segunda Guerra Mundial, confirmando la visión profética del poeta sobre la dimensión internacional del conflicto español. Esta capacidad de ver la Guerra Civil no sólo como un drama nacional sino como parte de la lucha global “entre las democracias de Occidente y el fascismo” amplía la importancia de la obra para lectores actuales, recordándonos que la defensa de la libertad en cualquier país concierne a toda la humanidad. Además, en el contexto español contemporáneo, La guerra dialoga con la memoria histórica: al releer estas páginas, se reafirman los valores democráticos originarios de la España moderna y se rinde homenaje intelectual a quienes, como Machado, opusieron la pluma a la violencia y la mentira. Su crítica a las “traiciones” y la “codicia extranjera” que vendieron España sigue invitando a reflexionar sobre la soberanía nacional y la ética política en el presente.

"La guerra pervive como un texto vivo: nos interpela sobre la responsabilidad moral del intelectual"

Socialmente, las ideas de Machado en La guerra —como la reivindicación de la igualdad intrínseca (“por mucho que valga un hombre… nunca tendrá valor más alto que el valor de ser hombre”) o la exaltación de una juventud comprometida frente a la vieja corrupción— tienen eco en debates actuales sobre la justicia social, la educación cívica y el rol de los jóvenes en la transformación política. Su llamamiento a vivir la juventud de manera plena y responsable, combatiendo el cinismo de los “jóvenes viejos”, podría dirigirse a las nuevas generaciones de cualquier país que luchan contra la apatía o la desesperanza. En definitiva, La guerra pervive como un texto vivo: nos interpela sobre la responsabilidad moral del intelectual, la necesidad de preservar la humanidad en medio de la guerra y la importancia de conjugar tradición y progreso para imaginar un futuro mejor. Esa mezcla de reflexión ética, filosofía de la historia y poética del pueblo convierte al libro en una obra cuya lectura sigue iluminando los dilemas de nuestro tiempo.

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