Juan Bolea, autor consolidado en el ámbito de la novela negra española, propuso en Parecido a un asesinato un thriller psicológico que desborda las convenciones del género al enfocar el crimen —o su posibilidad— no como un hecho explícito, sino como una consecuencia latente del deterioro emocional y mental.
La protagonista, Eva Enciso, recibe en herencia el negocio de su padre, una galería de arte, y con ella una vida llena de grietas invisibles, independiente, marcada por un pasado que se resiste al olvido. Su entorno, aunque en apariencia estable, está contaminado por presencias invasivas: un exmarido perturbador, un hijastro adolescente de comportamientos alarmantes y su nueva relación conyugal con un escritor que intenta sostenerse pese al desgaste y las preocupaciones económicas. La solución que propone la narración —un traslado de los personajes a otro lugar— no es sino un mecanismo para intensificar el conflicto, una huida que transforma el exterior en espejo de una interioridad fracturada y hará más visibles los abismos interiores.
Como en buena parte del thriller psicológico contemporáneo, el ritmo no descansa sobre la acción externa, sino en el desgaste paulatino de las certezas del lector. Parecido a un asesinato no es una novela de revelaciones directas, sino de sospechas sutiles, de desplazamientos psicológicos que crea la intriga. El lector, inmerso en la mirada de Eva, no recibe respuestas inmediatas, aunque sí información clave: su hijastro ha presenciado los crímenes de su madre (la antigua pareja de su marido) y su padrastro en su residencia. La novela se construye sobre una inquietud: la sospecha de que algo anda mal con los personajes pero sin saber exactamente qué.
¿Es el estado de Alex? ¿Es el exmarido de Eva, que representa el perfecto sospechoso? ¿Hay una amenaza tangible o todo es una proyección de los traumas no resueltos?
El título mismo —con ese parecido que introduce ambigüedad desde el inicio— marca el tono general de la obra. Lo que ocurre en la novela puede parecer un asesinato, pero también puede no serlo y es, quizá, una posibilidad, una ilusión, una distorsión. El crimen, en este caso, no está definido tanto por la ley como por la percepción. Así, Bolea introduce una dimensión casi fenomenológica de los hechos: lo que importa no es lo que sucede, sino cómo se interpreta, cómo se percibe, cómo se teme.
El tratamiento de una anomalía compleja, en particular la paramnesia reduplicativa que se menciona en relación con Alex, funciona como metáfora central del libro: la duplicación de espacios, de tiempos, de identidades. Los personajes viven múltiples realidades simultáneas —la del presente, la del pasado que regresa, la del deseo de redención y la del miedo a la repetición—, lo cual aporta a la trama un espesor simbólico inusual en el género. Algo que le otorga una nota diferente a este libro y constituye, en principio, un gran recurso que opera significativamente en la trama más allá de su uso, más o menos logrado, según la percepción de cada lector. No diremos más.
Desde el punto de vista formal, Bolea apuesta por una prosa contenida, elegante, con un equilibrio eficaz entre lo descriptivo y lo introspectivo. Los capítulos breves y la economía expresiva favorecen la lectura. La construcción del ambiente rural es precisa, atmosférica y contribuye a generar esa sensación de amenaza inminente que va creciendo a medida que avanza la historia. Los diálogos, en su mayor parte verosímiles, permiten profundizar en la psicología de los personajes, aunque en algunos pasajes los secundarios quedan algo desdibujados frente al protagonismo absoluto de Eva.
Uno de los aspectos más debatibles del libro es su desenlace. Mientras que algunos lectores apreciarán el cierre abierto, inquietante, otros pueden sentir que la novela se resuelve con alguna brusquedad, sin el nivel de clausura que el planteamiento prometía. Sin embargo, esta ambigüedad no es necesariamente un defecto, sino una consecuencia lógica de la propuesta estética y temática del autor: no hay certezas donde la mente es el escenario principal.
Parecido a un asesinato se inscribe, por tanto, en una tradición de novela negra psicológica que privilegia la dualidad y el conflicto interno sobre el crimen a secas. Más allá del estreno de la película basada en esta novela (que tiene un cambio no menor con el texto), Bolea no ofrece respuestas fáciles, sino un mapa inquietante de la fragilidad emocional de sus personajes. En un tiempo donde el thriller tiende muchas veces al efectismo o a los mecanismos de repetición, su apuesta por la sutileza y el desasosiego lo distingue como una voz que procura construir la tensión y la intriga a través de los últimos giros del texto.
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Autor: Juan Bolea. Título: Parecido a un asesinato. Edición: Alrevés. Venta: Todos tus libros.


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