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La mirada de una niña descubre nuestra grandeza más remota

La mirada de una niña descubre nuestra grandeza más remota

Hemos de suponer que María Justina Sanz de Sautuola y Escalante era una niña valiente. No debía de estar falta de arrojo, y sí sobrada de afán aventurero, cuando el 24 de septiembre de 1879, hace hoy 146 años, contando ella apenas ocho primaveras, entró en la historia de la paleontología tras separarse de su padre, Marcelino Sanz de Sautuola —todavía arqueólogo en ciernes—, mientras este escrutaba el suelo de la cueva de Altamira. Fue pronunciando una de esas frases, aparentemente ingenuas, con las que los infantes requieren la atención de los mayores sobre asuntos que, por lo común, al adulto no le interesan.

Pero aquel “¡mira, papá: son bisontes!” que pronunció la pequeña María Justina resultó ser como un conjuro que abrió la puerta a la paleontología. Y, ya al cuidado de los sabios, convertido en objeto de estudio de la ciencia, el conjunto de figuras policromadas del techo de la sala, que da entrada a la cueva de Altamira, otorgó a la humanidad entera uno de sus momentos estelares. Con carácter retroactivo, bien es cierto. Mas para quienes, merced a los bisontes vistos por la niña, demostraron que nuestra especie ya tenía capacidad artística avanzada en el paleolítico, debió de ser reconfortante. Todavía es ahora cuando el arte, el arte rupestre —acaso la manifestación cultural más remota— nos redime a todos de esa barbarie, también intrínseca a la especie, a la que inexorablemente nos conduce la política.

"Debidamente estudiada por la ciencia, la caverna resultó alzarse un par de metros desde el suelo. El techo se extendía a lo largo de otros 18 por nueve de ancho"

Sita en Santillana del Mar, la de Altamira da nombre a un conjunto de cuevas de la Cornisa Cantábrica —diez en Cantabria, cinco en Asturias, tres en el País Vasco— en las que el arte rupestre paleolítico conoció su apogeo, si bien solo es la de Altamira aquella que en 1985 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. De hecho, lo que la pequeña María Justina descubrió un día como hoy fue la primera gruta decorada por nuestros más remotos ancestros, en el paleolítico superior, hace más de 20.000 años. Y todavía es ahora, cuando ya se han descubierto tantas grutas, tanto en el sur de Francia como en el norte de España, cuando la de Altamira sigue siendo la más espléndida.

Debidamente estudiada por la ciencia, luego de aquella primera mirada de la niña, la caverna resultó alzarse un par de metros desde el suelo. El techo se extendía a lo largo de otros 18 por nueve de ancho, un espacio donde los moradores de un hábitat paradigmático de la humanidad en el paleolítico superior encontraron lugar para plasmar, en cada una de sus protuberancias, un bisonte. Visto el conjunto, se tiene la impresión de estar frente una briosa manada pintada, como es sabido, de rojo y de negro. Todo un rebaño que debió de deslumbrar a la pequeña Sanz de Sautuola… La oscuridad, el eco de sus pasos y encontrarse con esas pinturas debió de ser un momento impactante. Pero la curiosidad y la fabulosa capacidad para el asombro de los niños tienen una fuerza arrolladora. Tal vez fue su inocencia lo que le permitió sobreponerse al miedo. Lo cierto fue que su hallazgo cambió para siempre nuestra percepción del arte prehistórico. Desde entonces, a los buenos observadores, como la niña, no se les pasa por alto que, en cierto sentido, si dividimos la pintura entre abstracción y figuración, como parece pertinente habida cuenta de la evolución del arte desde entonces hasta nuestros días, dicha polarización se remonta a aquella caverna. Sí señor, las cuevas de Altamira nos demuestran que la división entre arte figurativo y abstracto tiene unas raíces muy antiguas.

"Estas formas nos muestran que nuestros antepasados también exploraban más allá de la realidad visible, dando lugar a interpretaciones y debates sobre su significado"

Aunque predominan las representaciones figurativas, las abstracciones y formas geométricas también están presentes, mostrando eso, que la primera división de la expresión artística se remonta a la Prehistoria. Ciertamente, las representaciones de animales y símbolos conservadas en Altamira, 20.000 años después de su realización, nos ofrecen una información valiosísima —más incluso que los vestigios líticos, óseos y esos restos de carbón que indican que allí hubo hogares— porque nos sugieren la espiritualidad de nuestros antepasados.

Pero no faltan, entre esa figuración primitiva, otras expresiones simbólicas o abstractas. Estas formas nos muestran que nuestros antepasados también exploraban más allá de la realidad visible, dando lugar a interpretaciones y debates sobre su significado.

"Reconforta porque el arte es cultura y la cultura es lo único que emancipa. De ahí ese afán por contaminarla de la siempre abominable política"

Sabido es que Marcelino Sanz de Sautuola —antropólogo, arqueólogo, naturalista, abogado y jurista— no fue el verdadero descubridor de la cueva de Altamira. Ése fue Modesto Cubillas, un aparcero de la finca de Sanz de Sautuola, quien descubrió la gruta, la más espléndida de las cavernas cántabras, en 1868, cuando, estando de cacería, el perro quedó atrapado en unos matorrales que cubrían la entrada y fue a rescatarlo.

Años después, sabiendo que don Marcelino había sumado la paleontología a sus inquietudes científicas, le puso en conocimiento de la cueva. Y pese a que para ir a ella no tenía ni que salir de casa, aún habría de pasar algo más de tiempo antes de que Sanz de Sautuola incluyese la cueva de Altamira entre sus trabajos de campo. Eso fue en 1875. De modo que, verdaderamente, el momento estelar de la humanidad se vivió cuando María Justina descubrió los bisontes en el techo. Y todavía reconforta, en estas horas en que la siempre infausta política vuelve a desatar los odios y a conjurar la barbarie, saber —gracias a la mirada de una niña— que en el paleolítico superior el ser humano ya tenía suficiente capacidad artística como para diferenciar la pintura abstracta de la figurativa. Y reconforta porque el arte es cultura y la cultura es lo único que emancipa. De ahí ese afán por contaminarla de la siempre abominable política. Quién sabe si en aquellos primeros grupos humanos —grey primera— ya había miserables que se creían capacitados para gobernar al resto, quién sabe si la gran corza policroma, de más de dos metros, que en el extremo opuesto a la entrada vuelve su cabeza hacia ésta los representa.

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2 meses hace

Excelente artículo sr. Memba. Decirle solamente que según las últimas hipótesis de la arqueología y de la antropología, las sociedades del Paleolítico Superior eran igualitarias. Parece ser que más que poder habría autoridad y circunscrita a chamanes y a los más ancianos si sobrevivían. Los miserables comenzaron a surgir en el Neolítico y, sobre todo, ya en la edad de los metales.

Las mujeres, ya desde niñas, tienen una percepción muy superior y una inteligencia más desarrollada . Quizás las mujeres son las únicas capaces de mirar hacia lo alto…

Y, quizás, estas pinturas fueron realizadas por mujeres…

Luego hay gente, como recientemente el sr. Kamen (que no es un historiador que me guste), que dicen que no existió la Leyenda Negra. El trato que en Europa se le dio a este descubrimiento tan excepcional fue vergonzoso. Nadie les creyó pensando en una falsificación. Hasta que los franceses no descubrieron sus propias pinturas rupestres no se le dio crédito a Altamira.

Saludos.