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La negación del amortajamiento en Leila Slimani

La negación del amortajamiento en Leila Slimani

Foto: Francesca Mantovani (c) Gallimard.

La autoconciencia se adquiere a través de un reflejo paradójico: el distanciamiento. Cuando nos hemos marchado y nos desprendemos de un lugar, la narración sobre uno mismo adquiere algún tipo de forma, que podemos identificar con nuestra imagen. Se trata de un juego de perspectivas en el laberinto de la existencia. Somos cuando ya no estamos, hay un retardo, la voz propia suena a eco. En este sentido, resulta difícil la narración de uno mismo cuando se permanece demasiado tiempo en el mismo lugar. La carencia de lejanías impide la perspectiva del espejo.

La autoconciencia jamás es monolítica, confluye a través de interacciones entre personas y lugares. Somos una mezcla de pistas que dan muestra de un rastro, y Leila Slimani construye su narrativa y sus ensayos en base a esta tarea detectivesca que se emprende cuando preguntamos: ¿quién soy? En su obra hay una colisión cultural entre Occidente y Oriente, de donde emanan tres imágenes o arquetipos de mujeres.

"El amor desfallece en una supervivencia inercial: delega en los hijos la segunda oportunidad, el sueño de la emancipación. Mathilde se resigna pasivamente a una vida donde es extranjera de sí misma"

En su novela El país de los otros (Cabaret Voltaire, 2020) la imagen que ofrece sobre su protagonista es un arquetipo que podríamos asociar con la resignación pasiva. En su libro de entrevistas Sexo y mentiras: La vida sexual en Marruecos (Cabaret Voltaire, 2018), la imagen femenina podría relacionarse con la resignación activa. Por último, en su ensayo El perfume de las flores de noche (Cabaret Voltaire, 2022), la autora busca el reflejo de sí misma a través de la escritura, tarea emancipatoria basada en la rebeldía paciente: el recuerdo de sus pasos desde la distancia favorece el intento de escapada del laberinto.

Mathilde, la protagonista de El país de los otros, es una joven alsaciana que en medio de la Segunda Guerra Mundial se enamora de un militar marroquí llamado Amín. Se casan y se mudan a Meknés (Marruecos). La imagen del amor de Mathilde viene proporcionada por las novelas que ha leído, donde la mujer alcanza la redención a través de un extranjero exótico y aventurero. Esta educación sentimental idealizada pronto se fractura en medio del espeso calor de Meknés, la tierra baldía que su marido pretende cultivar, el desenraizamiento cultural, el maltrato y la nulidad social de la mujer.

El amor desfallece en una supervivencia inercial: delega en los hijos la segunda oportunidad, el sueño de la emancipación. Mathilde se resigna pasivamente a una vida donde es extranjera de sí misma. Sobre sus hijos, confiesa: «Los quería más por todo a lo que había renunciado en su nombre. A la felicidad, a la pasión, a la libertad. Pensó: Me odio por estar encadenada de este modo. Me odio por preferiros a vosotros más que a nada».

"Cuando la ley alcanza altas cotas de represión, la trampa es el único modo de coquetear con la libertad, pero el secretismo de la vida de estas mujeres hace difícil pensar en la emancipación"

La imagen o arquetipo de resignación activa la encontramos en el testimonio de muchas de las mujeres que son entrevistadas en la obra Sexo y mentiras: La vida sexual en Marruecos. La mayoría viven su sexualidad sorteando una moral que conquista los poros de su intimidad, son mujeres activas y valientes, pero viven en la sombra social y, por lo tanto, su autoconciencia encalla en la resignación. Sin reconocimiento de los otros es difícil aceptar el propio reflejo, la mojigatería ha separado el deseo de sus cuerpos, ellas lo reconquistan, pero negando su imagen: «En Marruecos, cuando te muestran tu reflejo en un espejo, lo rompes».

Cuando la ley alcanza altas cotas de represión, la trampa es el único modo de coquetear con la libertad, pero el secretismo de la vida de estas mujeres hace difícil pensar en la emancipación, pues todas ellas conviven con un disfraz que encorseta cualquier amago de honestidad volitiva. La dualidad entre moral pública y trampa privada las convierte también en extranjeras.

Slimani, 2020 – Francesca Mantovani (c) Gallimard

"Slimani adquiere la perspectiva del laberinto donde nació y creció; sigue escapando, pero se topa con los recuerdos que reaparecen en cada una de las obras que acoge el museo"

Además, la mojigatería moral genera resentimiento, un contramovimiento que a menudo se sofoca en la mera venganza, dando lugar en ocasiones a una sexualidad autodestructiva. La irreverencia ante la norma puede eclipsar la afirmación de uno mismo (vivir sexualmente tu propio cuerpo más allá del imperativo del matrimonio), convirtiéndose en una transgresión ansiosa y desorientada en el laberinto de la autoconciencia. Quien vive rodeado de enemigos, acaba viviendo a la defensiva, y así el carácter se enquista en una resignación activa donde el sexo se convierte en una alteridad extraña, aunque se ejecute mediante trampas.

En su obra El perfume de las flores de noche aparece el reflejo de la propia autora mientras camina encerrada de noche en el museo Punta della Dogana de Venecia. Slimani adquiere la perspectiva del laberinto donde nació y creció; sigue escapando, pero se topa con los recuerdos que reaparecen en cada una de las obras que acoge el museo. La emancipación es una tarea constante y consiste en negarse al amortajamiento. Se trata de una rebeldía paciente, donde no cabe la resignación, pero tampoco el festejo de los que se consideran absueltos de grilletes. La tarea de la libertad radica en el autoconocimiento de los límites, y donde mejor parece reflejarse es en el ejercicio de la escritura.

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