La queja de una generación

En marzo de este año ha visto la luz su segunda novela publicada, aunque fue la primera en escribirse. La anterior, Godo, dirigida al público juvenil, se convirtió en su debut editorial. En todos estos formatos sobresale una constante: la concreción del “incendio interior” de sus personajes, sus conflictos vitales y una cadencia narrativa caracterizada por el uso de licencias literarias y recursos estilísticos. Su estilo es ágil y dinámico, con una prosa que huye de descripciones excesivas sin renunciar a los matices.

Desde la rabia, casi a modo de reproche generacional por las promesas incumplidas —añadimos nosotros con ironía: “como les ha pasado a todas las generaciones; bueno, algunas ni promesas tenían”— nace esta novela protagonizada por personajes en crisis que buscan sentido en un entorno que los frustra. Los coprotagonistas de la historia exploran distintas formas de afrontar su vacío: dando un portazo a la familia, vagando sin rumbo, culpando a los demás por una existencia anestesiada. Todos ellos parecen vegetar en una espera inerte hasta que, en ese proceso, Fede —hilo conductor del relato— se ve obligado a reconocerse, a reconciliarse con su pasado y presente, y, finalmente, a elegir con madurez el rumbo de su vida. A Fede lo acompaña Pipo, amigo de la infancia, que lo acoge en su casa tras su huida del hogar familiar. Pipo, cuya principal preocupación es jugar a la PlayStation, se convierte en testigo de este proceso. Ena, otra figura relevante, representa el hastío y la desidia: intenta arrastrar a los demás hacia su propio laberinto emocional, aunque sin éxito.

La novela encierra otros temas de interés: la amistad, la relación entre generaciones, la soledad, el vínculo entre padres, hijos y abuelos. Pero, desde nuestro punto de vista, hay una cuestión de fondo aún más inquietante: la incapacidad de asumir la realidad, la falta de búsqueda de soluciones, la tendencia a culpabilizar al otro, la fragilidad emocional, la incomunicación, la ausencia de autocrítica y el miedo: a los demás, a uno mismo, a reaccionar ante una vida que a veces se vuelve irrespirable. Este es el incendio interior que arrasa a los personajes, magníficamente evocado por la ilustradora Andrea Grande en la portada del libro.

Como ha declarado el propio autor, el devastador incendio que asoló Gran Canaria en 2019, y que marcó profundamente a sus habitantes, sirvió de inspiración metafórica para esta obra. Si en la ficción se pueden justificar decisiones extremas, en la vida real, nos dice Escalada, el reto está en aprender a apaciguar ese fuego interior.

Escrita en apenas tres meses, esta novela se presenta como una lectura ágil y vibrante, compuesta por treinta y cuatro capítulos breves, tres de ellos con títulos significativos: El regalo que nunca se abrió, El dormitorio de mis padres y El fuerte que fabricó mi abuelo. Cierra el volumen un epílogo que da sentido y cohesión a la narración.

Con esta obra, Escalada Galiano nos ofrece no solo el fósforo con el que simbólicamente se prende fuego a lo que nos quema por dentro, sino también una propuesta para transformar esa destrucción en algo sanador.

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Autor: Isaí Escalada Galiano. Título: Incendio al atardecer. Editorial: Siete Islas. Venta: Todostuslibros.