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Lo raro es vivir

Una de las mayores satisfacciones que depara la actividad de reseñar libros por encargo es la de vernos obligados a vencer lugares comunes y aunque no los llamaría prejuicios, sí ciertos sesgos instalados como puestos fronterizos en nuestros hábitos lectores. El coordinador editorial de la revista te propone hablar del nuevo poemario de un autor que desconoces. Cuando llega a casa, ojeas la tipografía, la textura de las cubiertas, atiendes a detalles como si lleva o no páginas de cortesía, lees las frases de la faja, la contraportada, quién firma el prólogo, si lo hay, y la breve nota biográfica del autor. Después, lo dejas reposar en el rincón de la mesa del estudio destinada a tal fin. Pasados unos días, creas un espacio y un tiempo de calidad para leerlo. Y aquí vienen las sorpresas. Autores y autoras que según la leyenda de las fajas y la cantidad de premios acumulados, figurarían poco menos que al lado de Sylvia Plath o Julien Gracq, se te caen de las manos.

Y luego llegan otros, como este Limosna para casar doncellas huérfanas, ligera maravilla llena de evocación, delicadeza y fantasía, que atraviesa las fronteras como un soplo, y nos obliga al hermoso ejercicio de replantearnos qué consideramos poesía y qué no.

Óscar Díaz, su joven autor, sitúa geográficamente el poemario en una tierra legendaria, el Reino de Punt, enclave junto al Mar Rojo adonde los reyes de las antiguas dinastías egipcias dirigían expediciones comerciales con el objeto de aprovisionarse de especias, oro, maderas preciosas, resinas aromáticas y babuinos sacralizados posteriormente en mausoleos a orillas del Nilo.

"La fantasía del autor atraviesa los tiempos y los espacios tejiendo en sus idas y venidas el planto, el llanto de una mujer destinada por origen social al yermo del convento"

El poemario lo encabezan, como el pórtico de una antigua ciudad perdida en las arenas del desierto, citas de Eliot, Milton y Blanca Andreu, y lo recorre la voz blanca de una novicia encerrada tras los muros de un convento. Una vez suspendida la incredulidad y puesta bajo la advocación tutelar de los enormes poetas mencionados, la fantasía del autor atraviesa los tiempos y los espacios tejiendo en sus idas y venidas el planto, el llanto de una mujer destinada por origen social al yermo del convento o aún peor, al matrimonio concertado, pero que ha conocido, probado, gozado y perdido el amor carnal, real, el amor de su vida.

Lo bizantino, ese Byzantium evocado por Yeats en su poema legendario, con su monodia latina de voces y los sobredorados espejismos de sus cúpulas; los cantares de gesta y el perfume a trigo y amapola que invade la Francia merovingia; los espacios fluviales donde la voz describe ámbitos acuáticos convertidos en fábula moral —El Río Acaudalado de la Envidia—; sacerdotes babuinos que sentencian, arrojan profecías y decretan leyes desde el interior de templos milenarios; animales asimismo legendarios como esos uros que poblaron las estepas tardoglaciales de una Europa a caballo entre la Historia y el mito; la ternura de Ténaro, el fiel caballo del amado cuyo trotar —el amor y sus sinécdoques— anuncia su presencia.

"Escribe un poemario que atraviesa como ráfagas de lluvia delicada los muros que alzan los hombres oscuros y sus oscuras leyes"

Las muchachas de Punt, por mandato del Babuino, están condenadas a casarse jóvenes o a pasar su vida en un convento. Pasados los 25 años, son ajusticiadas las que no pasaron por el aro. Nuestra protagonista —qué placer leer un poemario que a la vez es un relato que se desplaza en el tiempo— cumple a medias el férreo precepto simiesco: conoce el amor secreto, arrebatador, extramuros y queda preñada… de una niña. Su amado acaba mal, aniquilado por la Envidia que fluye pútrida por los meandros de Punt. La joven evoca el cuerpo del amante, el futuro que se extendía ante sus ojos como un trigal tras el amor. Tiene visiones. Toca con la punta de los dedos imágenes que su dolor proyecta en las bóvedas de su fantasía. Camina sobre las aguas de lagos encantados. Escribe un poemario que atraviesa como ráfagas de lluvia delicada los muros que alzan los hombres oscuros y sus oscuras leyes, incapaces de comprender que no hay prisión que pueda contener la memoria de un corazón entregado, y que, como refieren los Evangelios, el viento sopla por donde quiere, y no sabemos de dónde viene ni a dónde va.

«Siega la Muerte la vida como siega el viento

los labios,

agrietándolos como a viejas catedrales o barrancos,

esos labios

secos y con sebo por los nervios o la falta de agua,

que son procesos mortuorios, pues

si ya no puedes morir, entonces no eres humana

a lo sumo una sortija en el joyero de tu túmulo

que visitaré una vez al año con caricia dolorida

como la de un pez escorpión.

 

Así que no me apetece recibirte.

 

¿Es la Muerte un dios o un condenado

al papel del viejo amigo y sus visitas

inesperadas?

La puerta se abrió y mi corazón corría.

Le arrojé una copa de vino.

Se marchó. Pensé que sangraba.

 

En su huida:

                    visita el pueblo que se esconde bajo el agua,

podrías asomar, tal vez, la cabeza».

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Autor: Óscar Díaz. Título: Limosna para casar doncellas huérfanas. Editorial: Maclein y Parker. Venta: Todostuslibros.

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