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Mañana matarán a Daniel, de Aroa Moreno Durán

Mañana matarán a Daniel, de Aroa Moreno Durán

Hacia al final de la dictadura, en concreto la madrugada del 27 de septiembre de 1975, tres jóvenes fueron ejecutados en la sierra de Madrid. Aroa Moreno Durán reconstruye en esta novela/crónica la historia de los últimos fusilados del régimen.

En Zenda ofrecemos un fragmento de Mañana matarán a Daniel (Random House), de Aroa Moreno Durán.

***

Marzo de 1973

A Pite le llueve sobre la cama. Y llueve frío porque, aunque sea primavera, es la primera estribación de la sierra. Llueve fuera del cuartel, sobre la tierra y la piedra, llueve como una cortina en el horizonte nocturno. Pero a quién le preocupa que a los reclutas les caiga el agua encima, que todo tenga ese olor a moho, a desconchón y barro. Que estén empapados o secos. Quién escucha esa tos. La tinta de la carta que escribe a su hermana se corre con la gotera y él empuja el catre a otro rincón. Alguno se queja por el ruido. Baena, acaba ya. El tiempo pasa muy lento, escribe. La instrucción militar se le hace interminable. Lleva seis meses y le quedan otros nueve. Cree que le van a trasladar a otro cuartel. Tiene veintitrés años y está cada día más flaco y cómo es posible que un hombre como él pueda perder todavía algo de peso. Le sobra el uniforme verde por todo el cuerpo. A dos compañeros les han amenazado con un consejo de guerra, se quejaron porque los alféreces cobraban demasiado, les cuenta. Al final, los han metido en los calabozos. Ya no tendrán permisos para ver a la familia o a las parejas. Tampoco se lo conceden a uno que tiene un hijo en Madrid. El trato es inhumano, escribe. Se afeitan los unos a los otros y Pite no ve ese bigote de herradura que le cambia radicalmente el aspecto y le endurece. Hay noches en que cenan a punta de metralleta si se niegan a comer como protesta por los tratos que reciben. Nos lavamos en un río cercano, cuenta, a la intemperie. A veces, con gaseosa. Nos obligan a pasar días enteros de pie, nos desplomamos

Pite no está ahí sin más. La Academia de Ingenieros de Hoyo de Manzanares es el cuartel al que van a parar los reclutas que tienen antecedentes políticos. Están vigilados constantemente por el Servicio de Información Militar. Son, sobre todo, obreros y estudiantes que han participado en alguna revuelta o salto. Viven aislados junto a la montaña. Pero hablan entre ellos, comparten ideas, futuros posibles, levantan el puño cuando no los ven, y qué pasa si se junta bajo un mismo techo a jóvenes que tienen el mismo ánimo. Pite conoce a otros chicos, le hablan del frente, quiere formar parte cuanto antes.

A Pite lo habían detenido, por primera vez, en 1970, por una sentada estudiantil en su universidad, en la facultad de Filosofía y Letras de Santiago, por desacuerdos con el rector. Es un fascista, decían los estudiantes. Abajo la oligarquía imperialista española. Rompamos con la cultura y la ideología burguesas en la universidad. Eso se leía en los panfletos que tiraban por las aulas. He conocido a personas que no piensan como nosotros, dijo en casa una vez. Ahora recuerda otro día, cuando la policía le pidió a su padre que les dejara pasar para hacerle unas preguntas. Claro que su padre lo permitió. Su padre, Fernando Baena, que había estado en la guerra con Millán Astray, en África, no le temía a la policía entonces. Había permitido que el chico fuera a la universidad, porque se portaba bien y tenía ganas de estudiar y se le daba. El bachillerato lo había hecho entero con becas en un instituto privado. Pero Pite fue procesado por un Tribunal de Orden Público, que dejaría escrito su nombre en unos antecedentes imborrables para siempre. De ahí, lo mandaron a Coruña y después a la cárcel de Santiago. Estuvo en prisión dos meses. Perdió el primer curso. Su padre recaudó una fianza entre los amigos y familiares y mandó quince mil pesetas, el hijo fue puesto en libertad bajo fianza. Ese dinero viene del comunismo, les dirán después, no tienen derecho a él. Lo perdieron. Dos años más tarde, fue absuelto. Pero Pite no volvió nunca a la universidad. Buscó trabajo en varios sitios, camarero, de pendiente, daba igual, quién iba a querer contratar a un joven sin expediente de buena conducta. Mientras, a su alrededor, caían decenas de conocidos, detenían a los compañeros. Pero ese compromiso ni era nuevo ni acabaría ahí.

La madre de Xosé Humberto, Pite para la familia, había trabajado siempre en el campo, sin haber podido aprender nunca a leer ni a escribir. Tampoco le sirve ahora a él haber se peleado con el latín, el francés, el griego y el esperanto. No le sirve de nada que le guste tanto escribir. La poesía no le sirve a Pite hoy para nada. Galicia es difícil y áspera, corta en oportunidades. Lo es España. Y, además, Pite había estudiado en el instituto Santa Irene con el escritor galleguista Xosé Luis Méndez Ferrín, que había participado en la fundación de Unión do Povo Galego y había sido procesado varias ve ces, yendo a parar a la cárcel algunos años. Después, vivió aquella huelga de la Citröen de Vigo en septiembre de 1972. Fueron despedidos cinco sindicalistas. Pedían la supresión del trabajo los sábados por la tarde, querían la jornada de cuarenta y cuatro horas. El paro se extendió rápidamente por la ciudad, se sumaron veinte mil trabajadores. Los astilleros, la banca, los hornos. Los autobuses seguían circulando, pero siempre bajo escolta policial.

[…]

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Autora: Aroa Moreno Durán. Título: Mañana matarán a Daniel. Editorial: Random House. Venta: Todos tus libros.

© Carla García

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