Mantenerse en pie al final del trayecto y no adoptar una mirada semejante a una plegaria por la extinción de quienes justifican el absurdo, lo inconcreto o lo injusto es un milagro. Un milagro solo al alcance de quienes, quizá por accidente o por abulia, han tenido la suerte de conocer los ásperos mecanismos de la supervivencia y ahora, deshecho el enigma, pugnan por dar un paso peligrosamente fértil hacia la luz.
Y es esta condición, nada mayestática, la que permite calificar al escritor nacido en Amarillo como uno de los mejores cuentistas de la literatura contemporánea. En su ensayo Las fantasías amargamente divertidas de George Saunders, la escritora británica Zadie Smith sugería lo siguiente: «Si fuera solamente un satírico vicioso, sería muy disfrutable, pero lo que le distingue es su voluntad, no solo de entrar en el corazón de las tinieblas, sino de sugerir posibles rutas de salida».
Esta afirmación, referida a la obra de Saunders Diez de diciembre, mantiene su vigencia ahora que Seix Barral publica una cuidada edición de sus Cuentos escogidos, un compendio de sus mejores relatos. Y lo cierto es que, más allá de su vena satírica y de su inconmensurable manejo del humor —elemento clave de análisis—, la literatura de Saunders es una suerte de prólogo concluyente de la esperanza en los territorios aún por escribir, donde la luz del ser humano puede seguir siendo soberana.
De ahí que la lectura de estos cuentos —que son, en sí mismos, un universo abierto a la exploración y a la pregunta incorregible— deba abordarse como un espacio de salida al que regresar. Especialmente cuando la laxitud del aire libre vuelva a ser una herramienta en manos del gran capital y de aquellas corporaciones que refabrican la realidad con el único objetivo de rentabilizar la memoria y de situar el dolor ajeno dentro de unos márgenes productivos plegados al terror y a la evaluación consumista.
Entonces surge la duda que tan bien describen los versos de Friedrich Hölderlin:
«¿Adónde iré? Viven los mortales
de salario y trabajo, alternando esfuerzo y descanso
todo es gustoso, ¿por qué entonces jamás
se duerme en mi pecho la espina?»
Duda que es, a la vez, pulsión y desencuentro, y que cohabita con ese otro deseo irrefrenable de pertenecer a una clase social cuya deuda, tanto individual como colectiva, es ya demasiado elevada. Todos los relatos que componen esta selección se nutren de una fórmula reflexiva a medio camino entre la crónica y la fábula, pero son dos los que mejor caracterizan la particular reinvención que Saunders hace del realismo sucio americano, al inyectarle una dosis de distopía corporativa y de bondad radical.
El primero, titulado «Guerracivilandia en ruinas» y publicado por primera vez en Harper’s Magazine (1996), cuenta la historia de un perdedor que trabaja en un parque temático hiperrealista sobre la Guerra Civil americana, y al que, por razones que apenas le conciernen, su jefe obliga a secundar la violencia para atajar otra violencia, más frugal e irrelevante, y así salvar los márgenes de beneficio de la empresa.
La elección de un parque temático realista como escenario del relato, y la exposición —no exenta de cinismo y humor— de ese contraste obsesivo entre realismo y decadencia, entre la construcción de una realidad simulada que, a simple vista, parece fiel a la memoria histórica del país, y la incompetencia, casi siempre grosera, de quienes la gestionan, son un ejemplo extraordinario de lo que Ricardo Piglia definió como “el relato oculto”. En este caso, como en muchas de las historias de Saunders, el mal no lo encarna una figura monstruosa o violenta, sino un empleado de bajo rango que acepta contratar a un mercenario por miedo a perder su seguro médico.
En esta historia marcadamente social se concentran todos los recursos del escritor norteamericano: su maestría en la construcción del neolenguaje —aquí un lenguaje corporativo donde matar, por ejemplo, es un recurso de Mitigación de Daños—; su manejo quirúrgico del humor y del horror, en el que los fantasmas de una familia pionera, lejos de ser presencias góticas o terroríficas, constituyen para el protagonista una molestia laboral a la que aplicar el programa oficial de contención de daños; y su apuesta estructural por realidades simuladas que, en el fondo, representan un estado de consciencia demasiado nocivo.
Saunders se enfrenta a ello aplicando los mecanismos de la sátira, de la risa explícita y del absurdo social y cotidiano para explorar, con una visión pragmática pero también inconformista, la tragedia de la clase obrera americana. La misma que recoge, a mi juicio, en su gran obra maestra: «Robledal de mar», publicada por la revista The New Yorker en 1998. Narra la historia de un joven que trabaja en un empleo precario como bailarín en un club de striptease masculino llamado Joystick, mientras vive con su tía Bernice y dos hermanas en un barrio marginal.
Tras morir en un asalto, la tía regresa como un fantasma grotesco, furioso y en pleno proceso de descomposición, para exigir cambios radicales —algunos de dudosa moralidad— que les permitan prosperar económicamente y abandonar ese barrio en el que ella murió, literalmente, de miedo.
George Saunders demuestra, con este relato tan transversal, hasta qué punto es posible reinventar la arquitectura del cuento para dotarla de pilares que, lejos de ser confusos, se alzan hacia un lugar en el que lo absurdo se transforma en claridad, y el humor —siempre descarnado y patético— en un mensaje irreversible para la clase perdedora: en ocasiones, la verdad y la rabia solo pueden ser transcritas en boca de un fantasma.
George Saunders es, sin lugar a dudas, un escritor atípico. Pero su estrategia —también atípica e intemporal— de diseccionar la realidad y la historia, de construir un lenguaje al servicio del contexto y del mensaje provocador de sus personajes, y su forma de nutrir la experiencia literaria con imposiciones que devienen del absurdo y que terminan por convertirse en principios de absoluta claridad, lo elevan como uno de los mejores cuentistas de la literatura contemporánea y un faro para aquellos escritores que, lejos de servirse del simple experimento, buscan transgredir un escenario social que ya es, de por sí, transgresor y perverso.
—————————————
Autor: George Saunders. Título: Cuentos escogidos. Traducción: Javier Calvo y Ben Clark. Editorial: Seix Barral. Venta: Todos tus libros.


Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: