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Mario Amorós: «La Chile de Allende era un ejemplo muy peligroso»

Mario Amorós: «La Chile de Allende era un ejemplo muy peligroso»

Salvador Allende tenía que morir en el Palacio de la Moneda para poder ser Salvador Allende. Un personaje con su integridad y sus valores solo podía tener un final trágico en ese motín de traidores. Su perfil decimonónico —masón, heredero de una estirpe de revolucionarios que lucharon junto a Bolívar, un caballero que llegó a batirse en duelo para defender su honor— y su fe ciega en la democracia —una creencia que le llevó a criticar con la misma dureza la intervención norteamericana en República Dominicana que la soviética en Checoslovaquia— le empujaron a un final en el que el suicidio era la única opción ante la sublevación militar. «Si la victoria no era fácil, difícil será consolidar nuestro triunfo«, esa frase la pronunció después de ganar las elecciones. Allende sabía que la misión era titánica, pero luchó por sacar adelante su proyecto político, social y económico; y durante los primeros meses lo consiguió con unos buenos resultados —su nacionalización del cobre (con la creación de Codelco) le ha reportado al estado desde 1971 unos 115.000 millones de dólares— hasta que el bloqueo norteamericano y los cierres patronales convirtieron el país en el infierno que querían sus enemigos. Con motivo del cincuenta aniversario de su fallecimiento y del golpe de estado del general Pinochet, Mario Amorós publica Salvador Allende (Capitán Swing), una biografía del político y una semblanza humana del revolucionario.

Hablamos con Mario Amorós del presidente que se empeñó en dar un litro de leche a los niños chilenos, del político que criticó a la URSS por sus invasiones y recitó con la misma vehemencia un panegírico al dictador Stalin, del socialista orgulloso de las fuerzas armadas de su país y del hombrecito que subido a un montón de arena daba discursos a sus compañeros de escuela.

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—El 11 de septiembre de 1973, el presidente legítimo de Chile, Salvador Allende se suicidó ante el inminente triunfo del golpe de estado; el general Augusto Pinochet llegó al poder por la fuerza de las armas para convertirse en dictador; y Henry Kissinger, el político norteamericano que ayudó a organizar la sublevación, siguió urdiendo conspiraciones con la CIA por toda Latinoamérica. Parece que no hubo justicia poética en el relato de ese día. ¿La hay ahora cincuenta años después?

"El pueblo chileno sufrió una dictadura atroz de dieciséis años con un costo humano muy alto: miles de desaparecidos, torturados, exiliados, ejecutados..."

—El presidente Salvador Allende fue derrocado de manera cruenta por un golpe de estado antidemocrático. El pueblo chileno sufrió una dictadura atroz de dieciséis años con un costo humano muy alto: miles de desaparecidos, torturados, exiliados, ejecutados… Cincuenta años después, Chile sigue prisionero de una parte muy importante del legado de la dictadura, principalmente del modelo neoliberal que aquí tiene su cara más extrema, que es profundamente antisocial, que beneficia a una élite y perjudica a la gran mayoría. Pero en el terreno emotivo, de aquellos tres personajes el mundo recuerda estos días a Salvador Allende en un sentido positivo, como un demócrata, como un revolucionario; sigue detestando a Augusto Pinochet y lo seguirá haciendo siempre como uno de los paradigmas de la figura del dictador; y ve a Henry Kissinger —que acaba de presentar un libro este año en el cual dedica un capítulo a la presidencia de Richard Nixon sin mencionar ni una sola vez la palabra Chile y sin citar a Salvador Allende— como un personaje maquiavélico, un señor que tendría que haber respondido ante un tribunal internacional por crímenes de guerra en Indochina y también en Chile.

—¿Por qué se obsesionó de esa forma Nixon con Allende? ¿Tenía miedo a un posible efecto dominó parecido al que se anunciaba en Asia la década anterior?

—Creo que en este caso no se puede hablar de efecto dominó, pero la Chile de Allende era un ejemplo muy peligroso. Lo que Kissinger estimaba y le transmite a Nixon es que, si Allende consigue gobernar con una cierta normalidad, esa segunda vía al socialismo se podía trasladar a Italia o a Francia. Chile está encajonado entre el océano Pacífico y la cordillera de los Andes, un país que tenía diez millones de habitantes en esa época, que estaba claramente en la zona de influencia de americana —Allende nunca pretendió que hubiera bases militares soviéticas en su país ni pretendió tener una relación supeditada a Moscú, todo lo contrario—, pero claro, Italia —que contaba con un partido comunista de masas— y Francia eran otra cosa. Esa experiencia chilena era un riesgo para USA —si se mira desde la óptica de los intereses más oscuros—, porque el presidente Allende era un presidente democrático que quiso tener buenas relaciones con Estados Unidos, que apeló al derecho de los países pequeños al respeto a su soberanía, que fue agredida por la administración Nixon desde antes de llegar Allende al poder.

Junto a Pablo Neruda en una de sus campañas electorales. © Fundación Salvador Allende.

—Pero no solo fue cosa de Nixon, los dirigentes de los sectores industriales y financieros de Chile también compartían el mismo objetivo: derrocar a Allende.

"La Chile de los años 1970 a 1973 dio la razón a Karl Marx, la lucha de clases existe"

—Claro. Estaba el factor externo —Washington— y el factor interno —una derecha golpista que actuó como tal desde el primer día—. Había unas agrupaciones empresariales que se organizan —según las propias palabras de sus líderes— como una estructura de guerra contra el Gobierno de Allende: que organizan paros patronales, la desestabilización de la economía, el mercado negro y el desabastecimiento de productos en defensa de sus intereses de clase. La Chile de los años 1970 a 1973 dio la razón a Karl Marx, la lucha de clases existe. Un enfrentamiento entre trabajadores y burgueses como pocas veces se ha visto de manera tan descarnada. Hay un abismo social porque esa élite aristocrática, esa élite oligárquica, asegura que ellos son los dueños de Chile. Eso se rompió en términos simbólicos con el protagonismo que tenía en ese momento el pueblo, la clase obrera de Chile. Hubo un entusiasmo, una participación nunca vista antes, un protagonismo histórico por primera vez de los de abajo, que se atrevieron a creer que ellos podían escribir el futuro de su país en democracia. Y esa clase burguesa, que quiere preservar sus intereses de clase, dice todavía hoy que luchaba por la democracia ante la amenaza del marxismo, cuando en realidad defendía sus privilegios.

—La visión de la URSS de Allende ofrecía contradicciones: condenó la invasión de Hungría y al mismo tiempo escribió una loa a Stalin tras su muerte ¿Cómo fue la relación de Allende con el comunismo?

—A Salvador Allende se le puede identificar con el comunismo de manera muy esquemática, si uno lo mira desde una óptica conservadora. Allende era socialista, fundador del Partido Socialista de Chile, un partido revolucionario entonces, que tiene una relación cordial de colaboración con el partido comunista de Chile, que es una organización democrática, con gran arraigo entre los trabajadores del país. La relación política entre Allende y los comunistas chilenos es única en el mundo de la Guerra fría, porque trabajaron unidos en torno a un candidato presidencial y un programa político. Allende tuvo relación con la Unión Soviética, la visitó en el año 1954 y fue invitado al 50 aniversario de la Revolución de Octubre, en noviembre de 1967. Pero a los diez meses tiene lugar la invasión de Checoslovaquia por parte de la URSS y él dice que es inaceptable y asegura que es un grave error que va a dañar a la izquierda. Allende tampoco compartía el modelo cubano para Chile, aunque entendía que en 1958 en la isla caribeña la única opción posible era levantarse en armas contra la dictadura. Allande tenía claro que la Unión Soviética no era un salvavidas para su país, y además sabía que había una serie de reglas no escritas, y una de las más importantes era que Chile estaba bajo la influencia geopolítica norteamericana.

—Y a pesar del bloqueo económico norteamericano, según usted detalla en su obra, la cosa funcionó el primer año de gobierno: la producción industrial creció un 12 por ciento (la cifra más alta de la última década); la minera, un 10 por ciento; la agraria, casi un 5 por ciento, y el producto interior bruto lo hizo en cerca de un 8 por ciento, frente al 2,7 de promedio entre 1967 y 1970.

"Fue una crisis económica alimentada por paros patronales"

—Cuando Allende pudo desplegar su programa, en condiciones más o menos de normalidad, los resultados fueron buenos y algunos muy buenos. A partir del año 1971 se produce el desabastecimiento de productos por diferentes razones, también por errores en la política económica de Allende. Chile en el año 73 tenía una situación económica y social difícil con una política muy polarizada. Pero la responsabilidad de ese clima política convulso, del mercado negro, del desabastecimiento, de la inflación elevadísima, en mi opinión, no recae en el gobierno de Salvador Allende, sino en una estrategia de desestabilización fomenta desde fuera por Estados Unidos y desde dentro por los sectores empresariales. Fue una crisis económica alimentada por paros patronales.

El cuerpo inerte de Allende fue sacado de La Moneda hacia las seis de la tarde del 11 de septiembre de 1973. ©Fundación Salvador Allende.

—Vamos con la parte más personal de la biografía de Allende. La «mamá Rosa» llevaba a Salvador cuando era un niño de paseo para enseñarle los monumentos. Él aprendía lo que venía en las inscripciones de las estatuas y luego les daba arengas a sus compañeros subido a un montículo de arena. Allende llevaba la política en la sangre desde que era pequeño.

—Ese tipo de anécdotas de la «mamá Rosa» las cito en el libro porque son bonitas, pero seguramente también hay algo de exageración. Hay toda una leyenda sobre su infancia. Sí que es cierto él exhibe una vocación política desde los años de la universidad, cuando participa en la lucha de los estudiantes contra la dictadura de Ibáñez. Y esto lo demuestra claramente cuando decide participar en la creación del Partido Socialista en Chile, y además con un rol destacado, primero como dirigente regional de la zona Valparaíso, luego como diputado y más adelante como ministro.

—Además de «mamá Rosa», otra de las grandes influencias de Allende en su formación fue un anarquista, Juan Demarchi.

"Esa huella libertaria es importante porque le deja un rechazo al pensamiento dogmático"

—Este es un personaje importante que nos permite situar la historia del movimiento obrero en la vida de Allende. Demarchi le habla de la lucha de los trabajadores, él es quien le presta libros anarquistas, quien le enseña a jugar al ajedrez, quien conversa con ese muchacho de 14 años recién salido del instituto de enseñanza secundaria. Esa huella libertaria es importante porque le deja un rechazo al pensamiento dogmático.

—Cuando le conoció, su mujer no podía entender que un hombre moderno como él fuese masón.

—Claro. Pero en Chile hasta el día de hoy la masonería tiene un peso muy importante. Yo en España no conozco a ninguna persona que se presente como masón, aunque seguro que los hay. En Chile esta organización tiene un perfil impresionante: ha habido varios presidentes de la república que han pertenecido a ella. A mí me interesa el ingreso de Salvador Allende en la masonería porque esa documentación me ha permitido encontrar cosas que si no fuera por esa comunicación no sabríamos.

—Salvador Allende tuvo un perfil de personaje decimonónico. Hasta llegó a batirse en duelo con un rival político.

—Sí. Cierto. (Risas) Cuando lo leí hace años no me pareció algo creíble. Después salió publicado en la prensa de Chile. Por supuesto fue una irresponsabilidad total porque faltaban solo seis semanas para las elecciones.

—Salvador Allende hizo el servicio militar y siempre tuvo un gran respeto hacia las Fuerzas Armadas. Tuvo que ser descorazonador para él verse derrocado por los militares a los que siempre defendió. 

—El presidente Allende exaltaba en sus declaraciones a las fuerzas armadas chilenas como una excepción en América Latina. Como presidente de la República hizo un discurso nacionalista para que los militares no se sintieran hostiles ante el desarrollo del proceso político hacia el socialismo. El Gobierno incorpora a diversos oficiales en puestos medios de la administración, pero Allende no tuvo conciencia de la gran dependencia que tenían las fuerzas armadas chilenas, desde finales de los años 40, de las norteamericanas a nivel de formación, logística, aprovisionamiento de material militar, adoctrinamiento…

—Si hubo una relación que marcó los últimos años de Allende esa fue la que mantuvo con el poeta Pablo Neruda. ¿Cómo fue?

"El recuerdo de la tragedia de la España republicana Neruda lo tenía en el corazón y le causaba un profundo dolor"

—Esa relación personal se remonta a principios de los años 30. Ambos coinciden en el Frente Popular, donde Pablo Neruda tiene un papel muy importante como miembro del partido comunista, como poeta y como dirigente de la cultura. A partir del año 1952, cuando Neruda vuelve del exilio, acompaña a Salvador Allende en sus campañas presidenciales. Se conserva una correspondencia entre los dos gracias a Abraham Quezada, que es el gran estudioso del epistolario de Neruda. Esas cartas hablan de una amistad y de una relación personal importante también en términos políticos. Pablo Neruda tiene el gesto de renunciar a su candidatura en el año 1970 para que sea Allende el representante de la izquierda en las elecciones. Después del triunfo electoral, Allende nombró a Neruda embajador en Francia. Ellos se vieron por última vez el 12 de julio del año 1973, en isla negra, en la casa del poeta donde Allende va a almorzar con su esposa. Neruda se entera de la muerte del presidente Allende en ese mismo lugar, con una emisora argentina de onda corta, la tarde del 11 de septiembre. Después de eso, el poeta se derrumbó anímicamente porque él había vivido la guerra de España, la agresión contra la República y sabía que lo que venía en Chile era muy duro. El recuerdo de la tragedia de la España republicana lo tenía en el corazón y le causaba un profundo dolor, porque habían ejecutado a Federico García Lorca, gran amigo suyo. Neruda había intentado con sus discursos evitar que Chile sufriera eso.

—Terminamos. ¿Cómo piensa que debería ser recordado Salvador Allende cincuenta años después de su muerte?

—Como un presidente democrático, como un revolucionario que intentó durante décadas unir a la izquierda y plantear una propuesta democrática para Chile de una sociedad mejor en la que los niños tuvieran leche, donde los libros no fueran un bien de lujo —como ocurre hoy—, en la que las familias trabajadoras tuvieran acceso a la educación, en la que el país tuviera una política internacional digna que no estuviese sometida a ninguna gran potencia y donde la riqueza de la riqueza fuera para el conjunto de la población.

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7 meses hace

Admiro a Allende. Mi juventud fue Allende y fue Víctor Jara y sus eternas canciones y fue el trauma del golpe de estado de los asesinos.

Pero comparar a Allende con Bolívar creo, en mi opinión, que es tomar el rábano por las hojas, tanto por su anacronismo, por su tergiversación histórica como por su inexactitud y por su apropiación. Por ejemplo, a Bolívar lo apoyaron los ingleses, a Allende no lo apoyó nadie. Bolívar pertenecía a la élite militar y terrateniente, Allende era alguien del pueblo. Y se podría seguir…

La otra apropiación de Allende es la de la izquierda europea y la cutre izquierda española. En sus cómodas poltronas, se apropian de Allende, de Víctor Jara, del asalto a la Moneda y de todo lo que pueden arramplar. Jacobinos de sillón, mariscada y casoplón,

Bueno, habrá que leer el libro, para ver…

Julio
Julio
7 meses hace

No se si se puede ser demócrata y revolucionario. Allende lo intentó y fracasó, cogió el Ak47 que tenía de exposición en su despacho y se suicido, se lo había regalado Fidel Castro, vaya ejemplo.

Sergio
Sergio
7 meses hace

Nada bueno puede resultar de cualquier experimento socialista.