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‘Matrix’: La humanidad como cáncer, la tecnología como solución

‘Matrix’: La humanidad como cáncer, la tecnología como solución

Estrenada en 1999, justo al borde del final no ya de un siglo, sino de un milenio, durante un breve tiempo pareció que la extraordinaria The Matrix era la película perfecta para su época, enfrentando a una humanidad cada vez más entregada a la tecnología con las primeras grandes dudas sobre sus límites, consecuencias y defectos. Al final, lo del efecto Y2K (aquello de que los ordenadores de todo el mundo iban a petar porque nadie los había programado para convertir un (19)99 en un 2000) se quedó en nada, pero las incertidumbres sobre lo que nos deparará la inteligencia artificial, ya colocadas ahí desde Asimov y otros grandes fundadores de la ciencia (más o menos) ficción, son dignas de ser tenidas en cuenta. Con esa semilla, varias innovaciones visuales que han quedado para la historia del cine y un atractivo tono cybernoir, parecía que el futuro había llegado definitivamente. Matrix, así, había logrado atrapar en una película las sensaciones humanas de desconfianza en gobiernos e instituciones, las eternas dudas sobre el misterio del propósito de la existencia y nuestro asombro ante las potencialidades de la tecnología, capaces quizá de proporcionarnos una segunda vida virtual, o al menos una burbuja de nuestra propia construcción deliberada, si la real no nos gustaba. Con elementos extraídos de diversas religiones, filosofías y tradiciones de pensamiento tanto de Oriente como de Occidente, no es de extrañar que llegara a crearse una religión, el matrixismo, desarrollada a partir de esta trama.

Sin embargo, la segunda y tercera partes de esta espectacular saga son probablemente dos de las películas menos entendidas de la historia, y de eso posiblemente tengan la culpa sus creadores, los hermanos (luego hermanas) Wachowski. La cuestión, sin embargo, no es que intentaran hacerla clara y accesible y que fracasaran, sino que es que ellos (luego ellas) querían hacerla así de opaca y rebuscada. Además, la primera película (la «presentación» de la saga, dentro del esquema clásico de presentación, nudo y desenlace) era la más accesible de las tres, y por ello, al ponernos ante los ojos algo tan original, tanto en forma como en fondo, fue la que pilló por sorpresa a un público que en seguida quería más de lo mismo.

[Aviso de destripes con pastilla roja en todo el texto]

Una tercera razón para esa falta de entendimiento es que la primera película se queda en un nivel de buenos contra malos (los humanos contra las máquinas, con el foco central en un superhéroe de los nuestros contra un supervillano de los suyos) que resulta un esquema muy reconocible, ya con éxito probado anteriormente y del agrado del público, pero muy limitado y que no ofrece más cera que la que arde. Al acabar la primera parte, el vuelo de Neo hacia el cielo parecía prometer que pronto habría más y mejor. Más villanos, más malos y un héroe aún más cool, pero todavía una historia de buenos contra malos.

Y de eso hay, y mucho, en la 2 y la 3. Neo es más poderoso, y el agente Smith mucho más, pero todo lo demás ya no resulta tan claro, y es en este nivel donde mucha gente se pierde. ¿La Oráculo es un programa? Pero si es un programa, es del mundo de las máquinas, entonces, ¿es buena o mala para los humanos? ¿De qué van Perséfone y el Merovingio, entre otros? ¿Cómo es eso de que Neo puede parar máquinas a voluntad cuando ya está desconectado de la Matrix tras su «desintoxicación»? ¿Y cuando Smith se desconecta, qué pasa a ser? Una de las explicaciones está en el nivel filosófico de la trilogía. Para mucha gente esto de la filosofía es poco más que diálogo prescindible para hacer pausas entre las escenas de acción. En otras pelis cuentan chistes. En esta rajan de filosofía. Vale. Lo que tú digas. «I don’t have time for this shit», como dice Trinity. Pero es ahí donde están las claves si uno quiere entenderlo todo.

Una de las ayudas es lo visual: la trilogía presenta una división entre tres planos, el del cuerpo (el mundo real, Sión, rodado en azul), el de la mente (la matrix, el mundo falso que las máquinas han creado para nosotros, rodado en verde), y un tercero que aparece muy poco visible, que es el del espíritu, rodado en color dorado, que va apareciendo más hacia el final, por ejemplo cuando Neo se queda ciego y entonces ve las cosas como realmente son: ve a Smith infiltrado en el cuerpo de Bane, y ve a las máquinas no como enemigos, sino como «seres de luz». «Ojalá pudieras verlas como yo», le dice a Trinity antes de morir ésta. Y es en eso en lo que consiste ser el Elegido: en ver que el hombre y la máquina, en especial cuando el hombre logre crear por fin una Inteligencia Artificial digna de tal nombre, han de tratarse con respeto en lugar de destruirse mutuamente. Las máquinas no son malas, pero esto los humanos de Sión no lo saben ni se lo esperan ni lo entenderían: recuérdese que Neo prácticamente se ha de escapar de ellos, y sólo Níobe cree en él para dejarle su nave, mientras que Morfeo, su gran defensor, ha de cambiar sus creencias radicalmente: siempre creyó que Neo era el Elegido, pero un Elegido que destruiría a las máquinas, no el que traería una reconciliación entre ambos mundos, así que ha de alterar su monolítica fe. Y por su parte las máquinas jamás podrán confiar en unos humanos que las crearon, las maltrataron y luego quisieron exterminarlas cubriendo el sol del planeta. Recordemos que Smith llama a los humanos un «cáncer» que está pudriendo el mundo, y cada año que pasa en nuestro mundo (sea real o una simulación) desde el estreno de la saga más se va confirmando eso, aunque el motivo ecológico aquí es más una parte del tono cyberpunk de la saga que una reivindicación verde propiamente dicha.

Claro que todo esto se explica bastante mejor viendo los cortos de la serie Animatrix, que aparecieron en los breves meses entre los estrenos de la segunda y tercera películas, y que redondean la trilogía, lo cual hace el entendimiento de todo el tema bastante más complejo. En especial, los titulados El segundo renacimiento (The Second Renaissance) describen cómo se deteriora hasta la catástrofe la relación entre la humanidad y la inteligencia artificial que creó para servirle: el punto de no retorno será cuando un androide maltratado por su dueño mate a este deliberadamente. Habrá incluso un juicio público donde se establecerá el precedente de que las máquinas no pueden tener los mismos derechos que los humanos (los propios humanos han tomado durante su existencia decisiones similares en torno a mujeres, homosexuales o gentes de otras razas, así que esto concuerda con el patrón de nuestra Historia hasta ahora), y la oleada de violencia, venganzas y odio acabará como siempre: en guerra abierta y despiadada. La verdad es que la decisión de poner una de las principales piezas del puzle fuera de las propias películas no facilita nada la tarea.

La trilogía, pues, es la historia de un conflicto entre estas dos partes, hombre y máquina, que por alguna razón creen que deben estar en guerra permanente hasta que una destruya a la otra. Y es sólo cuando una tercera parte, Smith, amenaza con acabar con ambas cuando Neo y las máquinas han de ponerse de acuerdo contra el enemigo común. Al final de la última pelea, Neo deja que Smith lo absorba, sacrificando su vida para que a su través la «Máquina Jefe», digamos, pueda destruir a Smith y así los humanos de Sión y la Matrix puedan vivir en paz con las máquinas.

La gran novedad es que en otras películas de este tipo, por ejemplo Terminator, la historia se para en el tema de blanco y negro, de buenos contra malos, de nosotros contra ellos. En este plano, Matrix habría acabado cuando Níobe y Morfeo vuelven a Sión y se rechaza el ataque de las máquinas. Pero aquí la clave es que no había siquiera que luchar, que se han desperdiciado generaciones enteras, y que hay que hacer que esto no ocurra más. ¿Qué dice Neo cuando la máquina le pregunta qué quiere? «La paz». No dice «quiero acabar con vosotros». No. La paz. Y así lo entiende el Chico cuando sale a gritar al templo al final de la batalla «la guerra ha acabado». No grita «hemos ganado», o «los hemos machacado». Dice «la guerra ha terminado». La paz, de nuevo.

Matrix, al fin y al cabo, cuenta muy poco nuevo, y la historia, cuando se le quita la hojarasca, es bien simple. ¿Quién habría dicho que puede empezar siendo la niña de los ojos de los cyberpunks, góticos y toda la panda de lo oscuro y blacker than black y acabar siendo… un canto a la paz? Pero es en el nivel de los temas de pensamiento y filosofía donde se encuentran varias lecturas ricas de hacer. Aunque en realidad se pasa bastante por encima, sin profundizar mucho (lo primero es el entretenimeinto), pero sí que hay más de lo que parece.

En fin, todo esto es para decir que las tres películas forman un todo, aunque las continuaciones no formaban parte del plan original, y que aunque la primera resulte muy diferente de las otras, las dos siguientes revelan qué más había en la madriguera. The Wachowskis, como Morfeo, nunca dijeron que sería fácil. Sólo que sería la verdad. La del mundo fantástico que han construido.

Aunque podría haber estado mejor explicado, sí.

(La lista de todas las reseñas de este blog, por orden cronológico, puede encontrarse aquí)

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