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Nación (Día 7): La caída de la Monarquía Católica

Nación (Día 7): La caída de la Monarquía Católica

Continúa la crónica que narra el nacimiento de España en 1837 como una pequeña nación, constituida por los viejos reinos de la Península Ibérica —menos Portugal—  y las islas adyacentes de Baleares y Canarias. Nace superando su adscripción a un espacio geográfico, en medio de un profundo conflicto ideológico y con graves problemas heredados de una gestión imperial que había sido devastadora para sus recursos y estructura social, pero con una serie de territorios dependientes en Ultramar (Cuba, Filipinas, Puerto Rico…), que, por primera vez, son considerados colonias. Las siguientes escenas reflejan el principio del colapso de la Monarquía Católica, ese enorme poder supranacional asombrosamente estable durante casi trescientos años del que España formaba parte, cuya crisis y hundimiento se inició en 1808 con la invasión napoleónica.

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1808 (27 de mayo)

La hidra de Lerna

Nicolás Maquiavelo es uno de los autores favoritos de Napoleón, quien acude a su volumen de El príncipe como a un oráculo. Pero en esta ocasión la respuesta que obtiene contradice los hechos. El maestro de políticos dice que un pueblo que ha perdido a su príncipe es más lento a la hora de tomar las armas y con tanta más facilidad se le puede ganar. Sin embargo, los mensajes que recibe de España se parecen más a la historia de la hidra de Lerna. ¿Cómo es posible que después de descabezar a la Monarquía Católica haya recibido tres declaraciones de guerra en menos de un mes? Entre gentes civilizadas, cuando un Estado es decapitado, el cuerpo entero se rinde, es lo natural. O debería serlo.

El emperador está desconcertado, pregunta a sus embajadores, apremia a sus generales. Ninguno alcanza a explicar qué sucede en la Península, mientras esperan la llegada de los convocados a las improvisadas Cortes de Bayona. Lo que sabe es que el mismo 2 de mayo, aplastada la revuelta en Madrid, los alcaldes de una aldea vecina llamada Móstoles llamaron a la insurrección general. De nada sirvió el sanguinario bando de Murat, amenazando con la muerte a quienes se opusieran a la voluntad del emperador, porque el 25 del mismo mes le declaró la guerra la Junta General del Principado de Asturias, una reliquia medieval que a la fecha se limitaba a despachar cuentas de gastos locales. Y ahora, dos días más tarde, era el pueblo de Sevilla, reunido en Junta Suprema de España e Indias y apoyado por el ejército, quien hacía una declaración solemne de guerra contra Francia y a favor de Fernando VII.

Maquiavelo viajó por Italia y Alemania, pero nunca cruzó los Pirineos.

Ilustración: Emilia.

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1808 (28 de mayo)

¿Qué son las juntas?

—No sé qué decirle, sire.

José Bonaparte es un hombre paciente y tiene buena voluntad, cree de verdad que puede formar un gobierno sólido y que con un poco de tiempo y mano izquierda se ganará el amor de sus nuevos súbditos, así que insiste. Quiere saber, y sus consejeros no aciertan a responder.

—Al parecer son agrupaciones de individuos de tamaño variable, según la ciudad o el territorio en que se formen.

—¿Hay muchas?

—Eso parece. Las hay en las ciudades, en los pueblos, en las provincias…

—Son de carácter local… —reflexiona el rey en voz alta.

Los consejeros cruzan de nuevo las miradas, indecisos.

—Sí, por ahora sí, creemos que ninguna tiene jurisdicción sobre todo el reino.

—Y ¿son populares?

—Algunas originalmente las constituyen artesanos, campesinos…

—Entonces, son populares.

—Al principio, al menos en muchos casos, pero pronto se adhieren las personalidades locales, hacendados, funcionarios, médicos, aristócratas…

—¿Militares?

—También militares, sí. Y no faltan religiosos: canónigos, frailes…

—Entonces no son populares.

—Yo diría más bien que no son solo populares.

—Pero ¿para qué se forman?

—El vacío de poder, sire. Como nadie sabe quién manda, lo hacen por sí mismos.

—¿Cuáles son sus funciones?

—¡Puf! Administran sus partidos, conceden pasaportes, hacen levas contra nosotros, expenden licencias… Las hay que hasta envían embajadas. Parecen pequeños gobiernos y actúan con independencia unas de otras.

—¿Pero son revolucionarias o no?

—Lo son en tanto que no aceptan el cambio de dinastía, pero en realidad lo que buscan es la vuelta del antiguo orden, así que no sabría decirle, todo se confunde. En realidad dicen defender la religión, al rey, a la Iglesia, a la libertad…

—No me ayudáis mucho.

—Es que no se entiende, majestad. Diría que las juntas son revolucionarias aunque muy a su pesar. Pero el hecho de que la nobleza y el clero se hayan incorporado ha favorecido al menos que se controlen los desórdenes y se evite la anarquía.

—Pero a mí me odian.

—Sí, claro.

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Próxima publicación: 1808 (29 de mayo) Sueños de un libertador y 1808 (30 de mayo) Póker de virreyes.

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Autor: Alfonso Mateo-Sagasta. TítuloNación: La caída de la Monarquía Católica. Crónica de 1808-1837. Ilustraciones: Emilia. Editorial: Reino de Cordelia. Venta: a partir del 4 de abril de 2022.

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Ricarrob
Ricarrob
2 años hace

Celtiberia. Siguen sin entendernos. Seguimos sin entendernos a nosotros mismos y, ni falta que hace. Conjunto mal amalgamado de tribus autónomas. Reinos de taifas enfrentados. Reinos cristianos a la gresca. Micro-cantonalismo soberano. Micro-regionalismo autonomista. Todos contra todos y, contra el exterior, unidos aunque mal avenidos. Diferentes leyes, diferentes normas, diferentes costumbres, diferentes hablas, diferentes… pero todos genéticamente iguales, los mismos celtíberos de siempre… los mismos.
Una desorganización caótica y con miles de cabezas, cientos de grupos guerrilleros sin ninguna coordinación o contra ella, sin atender a ninguna jefatura o contra ella, contra un imperio super organizado, disciplinado y obediente. Y, por no entendernos nadie, ni a nosotros mismos, Napi perderá aquí su imperio. Ucrania debería pedirnos asesores.

ALFONSO
ALFONSO
2 años hace
Responder a  Ricarrob

Le agradezco mucho sus comentarios, y me alegro de que le vayan interesando las escenas. Como irá viendo, difiero en el tono pesimista de su resumen de nuestra historia. Yo no creo que sea tan diferente a la del resto de las naciones de nuestro entorno. Basta echar un vistazo a la historia de Italia, de Francia, de Alemania o de la misma Rusia (que con mayores argumentos puede reclamar ser la tumba del Imperio), para ver en ella tantos procesos internos violentos como en la nuestra. Pero todo argumento es susceptible de desarrollo o simplificación, de nosotros depende.

Última edición 2 años hace por ALFONSO
Ricarrob
Ricarrob
2 años hace

Se me olvidaba. Hoy se ha superado usted con estos diálogos, don Alfonso. Han faltado solamente la ristra de improperios cuarteleros que seguramente vomitó Napi