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Navidades literarias en la TV británica (2017)

Navidades literarias en la TV británica (2017)

Como ya hemos hecho en los dos años anteriores, damos en Zenda un repaso a las novedades literario-televisivas que son tradición en cada navidad británica. La cosecha esta vez ha empezado con varias continuaciones de series ya comenzadas anteriormente: en el género detectivesco llegaron la sexta temporada del padre Brown y la segunda del comisario Maigret, interpretado por Rowan «Mr Bean» Atkinson. También se ha estrenado la continuación, tras un año sabático, de The Frankenstein Chronicles, llevando un paso más allá la idea de un siglo XIX en el que las investigaciones del famoso (y ficticio) doctor suizo no son desconocidas (ni ficticias), sino que se han reproducido con éxito en un Londres barroso, gótico, húmedo y enfermo, donde el remedio para la muerte parece buscarse en la resurreción de lo difunto más que en la cura de lo vivo. John Marlott, el inspector del nuevo cuerpo de policía creado por el primer ministro Sir Robert Peel y encarnado por Sean Bean, es en esta segunda temporada uno de esos engendros devueltos artificialmente a la existencia, lo cual plantea un dilema sobre si considerar o no que, de nuevo, este otro Mr Bean ha vuelto a morir ante las cámaras, cosa por la que es famoso. Aún con esa pesada carga a las espaldas, Marlott dirige a escondidas una complicada investigación en la que se mezclan muertes de sacerdotes con manejos de la alta política y las finanzas de la City, pestilente en varios sentidos de la palabra.

Estrenada en el famoso Boxing Day, otra de las novedades ha sido la adaptación de la novela The Miniaturist, publicada en 2014 y ambientada en el Amsterdam de 1686. La trama, inspirada por la maqueta en miniatura de una casa del siglo XVII expuesta en el Rijksmuseum local, cuenta la historia de Nella Oortman, una joven holandesa, hija de una empobrecida familia de la burguesía de provincias, a la que casan más o menos a la fuerza para saldar deudas con un próspero mercader de la gran ciudad. Lo que se desarrolla en las dos horas y media siguientes (un episodio de 90 minutos y otro de 60) es una serie de misterios y secretos en medio de la opresiva y severa sociedad calvinista de la época, que tienen que ver con la verdadera razón por la que los hermanos Brandt buscan esposa tan urgentemente, y también con las extrañas figuras miniaturizadas que llegan al hogar con cierta frecuencia, para decorar las nueve estancias de la casa de muñecas, réplica del lugar en el que vive ahora, que Nella ha recibido como regalo tras su boda. ¿Contienen algún tipo de mensaje oculto? ¿O son quizá una trampa? Escrito por la también actriz Jessie Burton, el libro fue un best seller en varios países y valió a su autora un contrato de seis cifras. La serie en sí cuenta la historia a buen ritmo, sin hacerse excesivamente truculenta, y con una estética inevitablemente influida por los maestros de la pintura flamenca y neerlandesa, con frecuencia de estudiados encuadres de posado y estudios de contraste de luz, al estilo de lo que ya se vio con La joven de la perla a principios de siglo.

En el mismo día, 26 de diciembre, también se inició la miniserie de tres episodios Little Women que, en efecto, es una nueva versión de la Mujercitas de Louisa May Alcott. A pesar de ser un libro muy americano, siempre ha tenido mucho éxito en el Reino Unido, y la BBC lo ha adaptado ya cuatro veces. La novela cuenta las peripecias de la familia March, formada por un padre capellán militar, una madre ama de casa y cuatro hijas de entre 12 y 16 años en plena Guerra de Secesión. Los March viven en un tipo de «pobreza gentil» alejada de dickensianismos urbanos, industriales y grimosos, siendo en vez de eso más bien una modestia semirrural, laboriosa y resiliente (como se dice ahora), donde a pesar de la falta de lujos todo se mantiene limpio y bien hecho, y donde a pesar de las típicas adversidades decimonónicas las cosas se sacan adelante con ánimo resoluto y firme labio superior. Desde su publicación ha sido siempre una novela muy popular, debido a que encuentra un equilibrio muy logrado, sin irse a sensacionalismos de naturalista francés ni tampoco a ñoñez almibarada. Eso sí, una caja de pañuelos cercana siempre viene bien cada vez que llegan una enfermedad, una boda, un parto o un funeral. En el reparto destacan Emily Watson como la madre, Michael «Dumbledore» Gambon como James Laurence, y Angela Lansbury, la que dondequiera que iba tenía que escribir un crimen, ya a sus 92 años de edad, como la agria tita Josephine. En el que es siempre el papel más lucido de la historia, el de Jo, la hermana marimacho, raya a buena altura la joven Maya Thurman-Hawke, que como sugiere su nombre es hija de los actores Ethan Hawke y Uma Thurman. Rodada sin alharacas pero de manera efectiva, es otro de esos proyectos televisivos «muy femeninos» que están emergiendo últimamente, no solo por su temática, sino por estar escritos, dirigidos, producidos e interpretados en su inmensa mayoría por mujeres.

Aparte de la ficción, también hay que reseñar entre los regalos navideños un par de documentales de contenido literario: uno de ellos es A History of Magic, que conmemora los veinte años de la publicación del primer libro de la saga Harry Potter. Con la participación de la propia autora (JK Rowling), de varios actores secundarios que aparecen en las adaptaciones cinematográficas y de diversos especialistas de museo, es un repaso a las tradiciones mágicas de hace siglos de nuestra Historia real, o sea, la muggle, que sirvieron de inspiración a la escritora escocesa. La British Library de Londres incluso ha montado una exposición al respecto, que ha costado más de un año en preparar, dadas las millas y millas de material  que tienen sepultado bajo tierra (150 millones de objetos), y en la que se muestran cosas que la propia Rowling ni siquiera conocía o había visto anteriormente. La exposición, el libro asociado y el documental dan un repaso a oráculos, piedras filosofales, alquimistas como Nicolas Flamel o herbalistas como Nicholas Culpeper, libros de conjuros en latín, plantas de mandrágora con raíces antropomórficas, brujas más o menos reales, fabricantes de varitas mágicas y bestias mitológicas (como las esfinges que, como todo el mundo sabe, son típicas de India y Etiopía).

El otro documental que destacar es My Astonishing Self, donde un irlandés, el actor Gabriel Byrne, habla sobre la vida de otro, el dramaturgo dublinés George Bernard Shaw, que hasta que llegó Bob Dylan era la única persona en haber ganado tanto el Nobel como el Oscar (por el guion de Pygmalion). Hoy en día es tristemente más famoso que leído, lo cual es una pena, porque su postura sociopolítica de hablar alto y claro contra la pobreza, la indignidad y las desigualdades sociales, que sufrió en carne propia en su niñez, lo hacen especialmente relevante en la actualidad. El título del documental viene de una cita del propio autor, en la que decía: «Los griegos tienen a Aristóteles, los italianos a Leonardo da Vinci, los ingleses a Shakespeare y los irlandeses… a mi asombrosa persona». Alto, flaco, barbudo, con don de gentes y un acento irlandés cuidadosamente mantenido a pesar de 40 años viviendo en el sur de Inglaterra, aficionado a la sociedad y al socialismo, incapaz de callarse, hoy desde luego sería un polemista, tuitero y pepito grillo de primera categoría. Y un poco bocachancla también a veces, como puede verse en unas palabras suyas pre-guerra sobre Hitler y Mussolini. Quien recuerde a Byrne por su estupendo papel como psicólogo en la serie In Treatment (En terapia) puede imaginarse cómo de convincente y didáctico puede resultar como cicerone, apoyado además por el inmenso archivo en celuloide de la BBC y por cualificados colaboradores (biógrafos y famosos actores, entre ellos Ralph Fiennes) que han escrito sobre él o han interpretado sobre el escenario a sus personajes.

Y cerramos el repaso con lo que de verdad está siendo la sensación del invierno, estrenada el 1 de enero: la teleserie de la BBC McMafia, que aún no ha terminado su primera temporada, y que está inspirada en el libro de no-ficción del periodista Misha Glenny, publicado en 2008, sobre el submundo criminal ruso, principalmente en Londres, pero también en varios otros lugares del mundo. Ha costado una pasta horrorosa de hacer, está coproducida con la estadounidense AMC, y resultaría una ficción meramente entretenida de no ser por ese morboso pedigrí de estar «basada en hechos reales que hemos de ficcionalizar porque si no, no te los podríamos contar». El protagonista principal, Alex Godman (James Norton) es un hijo de mafiosos rusos, nacido y criado en Londres que, al igual que le ocurriera a Michael Corleone, cuando pensaba que estaba fuera lo arrastran hacia adentro y se ve envuelto en los sucios negocios que siempre había querido evitar. Rodada en Inglaterra, Croacia, Turquía, Rusia, Israel, India, Egipto, Chequia y varios países más, ha recibido inevitables comparaciones con las aventuras de 007, y como pasa cada vez que alguien sale en pantalla con un frac, se empieza a meterlo en las quinielas como futuro «bondizable». Sin embargo, la trama se aleja de las espectaculares secuencias de acción y de las chicas en traje de baño, para quedarse en los motivos más reales de cómo se construye el equivalente del McDonalds del contrabando global (sea de armas, drogas o mujeres): esta batalla, según el magnate israelí Semiyon Kleiman (David Strathairn) la va a ganar quien tenga más negocios abiertos en más lugares del mundo, dejando a los Burger King y demás en un lejano segundo puesto a base de simple superioridad numérica. Así pues, es todo cuestión de quién pague los sobornos más altos, quién controle los coladeros portuarios más apetecibles del mundo (Londres, Mumbai, San Diego), quién tenga el dedo más rápido a la hora de mover fondos por interminables redes de cuentas bancarias y de vez en cuando quién tenga el sicario adecuado para mancharse las manos de sangre. Por eso acaba resultando una serie multinacional y multilingüe, donde los rusos son solo un peón más en medio de mexicanos, indios, ingleses o israelíes. Resulta bastante interesante una vez que se le pilla el punto, aunque la verdad es que el presupuesto tan alto que se dice que ha tenido parece haberse ido principalmente en transporte y localización de exteriores, porque aunque la trama sabe por dónde va, los diálogos y las actuaciones, en varios idiomas, son más bien normalitos.

Ea, pues, ya tienen para entretenerse un rato. Feliz año a todos los zendadanos.

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