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Noches en blanco, días en negro: insomnio y literatura

Noches en blanco, días en negro: insomnio y literatura

Vivir sin dormir. Así se llamaba un chiringuito de la playa de la Malvarrosa de Valencia, abierto en los años noventa. Un nombre que expresa muy bien el espíritu de una región, la costa mediterránea, cuyos habitantes se jactan de priorizar el ocio y la diversión por encima del descanso. La Ruta del Bakalao, verbenas falleras hasta las cuatro de la madrugada, festivales y conciertos… Apurar la noche, las copas y lo que se tercie hasta que el cuerpo aguante, o más allá. Nos hemos hecho mayores, más conscientes, y quizá también más aburridos, y empezamos a valorar la importancia del sueño y a reaccionar ante las dificultades que muchas veces impiden conciliarlo y mantenerlo.

"Vivimos sin dormir. Ese podría ser el grito de desesperación de los insomnes crónicos que deambulan cada noche entre sábanas revueltas en busca de los brazos de Morfeo"

Vivimos sin dormir. Ese podría ser el grito de desesperación de los insomnes crónicos que deambulan cada noche entre sábanas revueltas en busca de los brazos de Morfeo. Malditos durmientes para quienes los dulces sueños se han convertido en angustiosas pesadillas. Un tiktoker que empieza a trabajar a las seis de la mañana y que pasa las tardes aletargado confesaba con sentido del humor. «Duermo menos que el chófer del conde Drácula, y cuando salgo del curro parezco escapado de un cuadro de Goya». Se estima que unos cuatro millones de personas pasan las noches en vela, y un elevado porcentaje lo hace esporádicamente. Déficit sómnico nacional. Los españoles dormimos una media de seis horas cuando deberían ser siete, o mejor ocho, aunque, como indica una autoridad en la materia, el doctor Eduard Estivill, la necesidad de descanso varía según cada individuo. Unos funcionan perfectamente con solo cinco horas y otros, tipo lirón, necesitan diez. También la edad y las estaciones influyen en los ciclos del sueño, y su ritual ha evolucionado a lo largo de la historia.

A tenor de los numerosos artículos sobre el tema publicados en medios y redes, estamos ante un grave problema de salud pública, con las secuelas de un consumo abusivo e incontrolado de ansiolíticos que generan dependencia y otros efectos secundarios. Parafraseando la famosa frase atribuida a Goya, la falta de sueño produce monstruos… y propicia una dinámica perversa entre tranquilizantes y estimulantes. Una noche sin dormir se traduce en un estado de aturdimiento mental similar al que causa beber cuatro o cinco cervezas.

"El ruido es el peor enemigo de un descanso profundo y duradero. Y de ruido estamos bien servidos"

El insomnio se puede considerar una cuestión política, porque siendo su impacto transversal, se ensaña especialmente con los más humildes, aquellos que no disponen de un espacio aislado térmica y acústicamente. La habitación propia que reclamaba Virginia Woolf para escribir y que anhelan hoy todos aquellos que deben compartir espacios reducidos, mal ventilados, expuestos a una cacofonía de decibelios: camiones de la basura, motos trucadas, fiestas privadas o públicas… Aparte de la innata propensión de cada uno a entrar más o menos rápidamente en el mundo de los sueños, a los hábitos más o menos saludables que lleve, el ruido es el peor enemigo de un descanso profundo y duradero. Y de ruido estamos bien servidos. El sentido del oído, que en épocas prehistóricas nos salvó de depredadores nocturnos y otras amenazas, es hoy fuente de un incesante tormento que se incrementa en las estaciones cálidas de ventanas abiertas y bullicio callejero. La variedad de tapones de cera, silicona o plástico que ofrecen las farmacias demuestra cómo muchos ciudadanos recurren a ese sencillo y relativamente barato paliativo, aunque su eficacia es muy relativa, por lo que otros muchos optan por la más contundente solución química.

Es lógico que autores sensibles a la realidad y con conciencia social hayan reflejado en clave literaria el malestar generado por un descanso insuficiente en un mundo acelerado donde se exige máxima productividad: Isaac Rosa, con su novela Las buenas noches (Seix Barral, 2025) y Ana Penyas, con su último cómic, En vela (Salamandra Graphic, 2025). Dos acercamientos en palabras e imágenes a un mismo asunto.

"El libro recorre en seis noches y un día, a principios de un mes de noviembre, la nocturnidad de un puñado de seres de perfiles muy variados"

Desde los inicios de su brillante trayectoria la ilustradora valenciana Ana Penyas, primera mujer en ganar el Premio Nacional de Cómic, en 2018, mostró una aguda mirada crítica sobre la realidad de nuestro tiempo. En su debú, Estamos todas bien, visibilizó a las mujeres ninguneadas por el franquismo a partir de las memorias de sus abuelas, y en Bajo el sol denunció el expolio de la huerta en aras del turismo. Tras la exposición En una casa: Genealogía del trabajo, el hogar y los cuidados, que junto a Alba Herrero presentó en el IVAM, regresa a la novela gráfica con En vela, fruto de dos años y dos meses de trabajo, en la que aborda con su estilo personal qué nos quita el sueño, cómo afecta el insomnio a un conjunto de personajes imaginario inspirados en testimonios reales. Aunque ella no sufre insomnio, captó el incremento del problema en la gente de su alrededor, y tras una exhaustiva documentación culminó su proyecto más comprometido y provocativo. Dibujado en tonos sombríos y escenarios claustrofóbicos, el libro recorre en seis noches y un día, a principios de un mes de noviembre, la nocturnidad de un puñado de seres de perfiles muy variados. Una profesional de clase media, una diseñadora gráfica freelance, un rider que sufre agresiones en el metro, una limpiadora… Una lectura que, a diferencia de la mayoría de los cómics, resulta inquietante y perturbadora, pero que plasma con verismo lo que ocurre de noche en las alcobas de tantos desconocidos o conocidos. En tu propia habitación.

Pese a los numerosos estudios que revelan sus secretos, el mundo de los sueños sigue siendo un misterio fascinante; lo onírico, materia prima para artistas y pensadores. Un paréntesis de quietud durante el cual el cerebro funciona a medio gas, mientras se resetea y fija los recuerdos. ¿Por qué hay tanta diferencia entre los tiempos de descanso de las distintas especies? ¿Por qué algunas, como aves y delfines, pueden moverse mientras duermen? Y existen desconcertantes anomalías, como el síndrome de las piernas inquietas, la apnea del sueño, o el trágico insomnio familiar fatal, una rara enfermedad hereditaria. En último término, como remedio contra el insomnio hay una opción cómoda y segura: un buen libro en la mesilla de noche para navegar por el conticinio, las horas más silenciosas de la jornada. Los dos mencionados aquí podrían inaugurar esa Biblioteca de la Luna.

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