Milady no es un personaje: es un arma.
Dumas crea con ella algo que la literatura no había visto antes: una mujer que no seduce porque es mala, sino que es mala porque entiende el poder de seducir.
Milady manipula, anticipa, destruye.
Cada gesto suyo es estrategia.
Cada palabra, veneno con fragancia a flores blancas.
No es una femme fatale: es la arquitecta del desastre.
Mientras los mosqueteros luchan por lealtad, Milady lucha por supervivencia. Y esa es su grandeza: en un mundo de hombres que deciden, ella vence.
Dumas escribió a Milady para que nadie pudiera olvidarla.
Y lo consiguió.
Milady no es misterio.
Milady es sentencia.


Como ficción, puede ser. Como persona real, admiro a esa mujer llamada Juana de Arco. Esa niña se mantuvo entera contra un tribunal de más de un centenar de hombres a los que ella reconocía más sabios y capaces. Todo en ella se derrumbó, excepto el último muro del alma. Fue condenada como bruja y ejecutada por el brazo secular. Cien años después, se revisó su proceso y fue rehabilitada y elevada a los altares.
Excelente, excepto por lo de “el brazo secular” cómo ejecutor impoluto y los altares de la religión como la redención. Una cosmovisión medieval en estado puro.
Un tribunal eclesiástico podía juzgar y condenar, pero la pena era ejecutada por las autoridades civiles. Eso se llamaba “relajación al brazo secular” en terminología inquisitorial (de la Inquisición española, no la que juzgó a Juana de Arco, que fue un tribunal creado ad hoc). En ls Inquisición española se ejecutaba a los reos en el garrote vil y luego se quemaban los cadáveres. Em el caso de Santa Juana de Arco, lo ignoro.
No he expresado ninguna cosmovisión particular, he descrito unos hechos reales del pasado, que es el objeto de una ciencia llamada Historia.
Milady de Winter me fascinó desde muy niña; de hecho, primero la conocí a través de la novela realizada para TVE principiando los setenta (1970 o 71). Tenía yo a la sazón cinco o seis años, y la gran Elisa Ramírez con su flor de lis tatuada en el hombro y el guapísimo Sancho Gracia interpretando a D’Artagnan me enamoraron. Pero quizás la mejor Milady en la pantalla haya sido Eva Green. En cualquier caso, Milady es un personaje femenino tan interesante, sofisticado, misterioso, malvado, dual y tan adelantado a su época que es inmortal. A partir del visionado de la novela, “Los tres mosqueteros” pasaron a formar parte de mi universo literario fundamental . Milady sí que era una mujer empoderada (adjetivo hortera y espantoso que desprecio) y no las personajas de medio pelo que abundan ahora ¨,tanto en la ficción como en la realidad .
A mí me parece aún mejor la gélida belleza de Rebeca de Mornay. “En sus ojos estaba la tragedia”.