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Trucos de magia del novelista Ángel Vázquez

Trucos de magia del novelista Ángel Vázquez

Al cuestionar temas de género, la escritura resultante parece deleitarse en complicar las políticas identitarias, negándose a sanear su enfoque a fuerza de limitarlo, enorgulleciéndose de su genuino desenfado: “A Cristina se le llena el alma de un vago sentimiento, mezcla de ansiada y prometedora libertad con algo de tristeza”.

Sobrevuela la narración una sensación de conexión que propulsa contenidas ligerezas en la desatada liberalidad de los personajes de la novela Se enciende y se apaga una luz (1962; El Paseo editorial, 2024). En sus páginas iniciales, “Cristina llega cansada del colegio. Harta de ese contacto humano con otras niñas que ella no entiende”.

No alberga falsas esperanzas una ilusión redactada que es la bibliomancia en la que se afanan los sorprendentes avatares del relato de Ángel Vázquez (Tánger, 1929 – Madrid, 1980) “en esos momentos de la vida en los que perdemos a Dios”, como se lamenta Emma, amiga de la heroína, “[cuando] tenemos que recurrir a su obra. A la naturaleza”.

"Inteligente, cautivadora e intransigente, la voz femenina enhebra peripecias, hasta hacer chocar pasado y presente"

Con su empleo inmoderado de las convenciones para abordar temáticas nada convencionales, la narrativa ahonda en sus disparidades —distopía, romance, terror— hasta tejer una transhistórica red de avatares no conformes con el rol que representan: “El salón le pareció a Cristina una inmensa jaula circular, en la que se mezclaban toda clase de muebles”.

En Se enciende… una joven se marchita en la claustrofobia de “El Monte”, una isla verde cerca de Tánger. Para priorizar la pureza ideológica a la acción concreta, se privilegia la pérdida en la maleza de un idioma que gira enloquecido sobre sí mismo: “Lo cierto es que eso que llaman realidad”, apostilla David, otro joven, “a nosotros nos parece una especie de bosque inexplorado”.

Inteligente, cautivadora e intransigente, la voz femenina enhebra peripecias, hasta hacer chocar pasado y presente. Interacciones fracturadas retumban contra las vísceras compactas del relato: “Jaime, que se ha sentado en la cama, con su abrigo color de tabaco, sus zapatos de charol de punta afilada, y su olor a ron quina, se limita al silencio”.

Cristina deja atrás la decadencia rural (“una especie de botín dormido en las caracolas del tiempo y los recuerdos. Recuerdos de un viejo carnaval o de una conversación que nunca llegó a terminarse”) para recurrir a la urbanita Alicia. Su sororidad accede a verdades que incorporan los encantamientos de “un enigma sin brillo y sin misterio”.

"Con el estilo hipnótico de un consumado narrador, la primera persona del plural nos atrapa"

Eventos hacinados en el contenedor de la prosa soportan tintineantes acontecimientos mientras avanzan hacia una pregunta atemporal que se ciñe a la cronología en que ha sido formulada: “Para Cristina es como si alguien hubiera apagado una luz. Como si ya estuviera condenada a vivir en la noche. A caminar a lo largo de un intricado túnel. Sin saber por qué, presiente que Dios no debe de andar muy lejos”.

Hemos releído algo más de sesenta años después la saga Se enciende y se apaga una luz para concluir que tal vez sean los cuentos de hadas los que consiguen transmitir las más profundas certezas, esenciales para nuestra compartida y compartimentada humanidad. Y si estos incluyen elementos paranormales, ¿no será porque la existencia es un truco de magia?

Con el estilo hipnótico de un consumado narrador, la primera persona del plural nos atrapa, haciéndonos sentir parte de una peripecia en la que “se conjuga la recomposición de un pasado idílico con el conflicto de la adolescencia y la dureza de paso del tiempo sobre una ciudad (Tánger), toda ella mito”, según afirma en la introducción la Doctora en Literatura y Estética en la Sociedad de la Información Rocío Rojas-Marcos.

La destreza compositiva de Ángel Vázquez, galardonada con el Premio Planeta de 1962, prefigura el magisterio verbal de La vida perra de Juanita Narboni (1976) y nos muestra la forma en que las impasibilidades chocan con las sorpresas para mostrar la maravilla oculta en la llamada cotidianeidad y la belleza de un mundo conectado no por el frenético y etéreo influjo de Internet, sino por la estrecha vinculación de los afectos.

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Autor: Ángel Vázquez. Título: Se enciende y se apaga una luz. Editorial: El Paseo. Venta: Todostuslibros.

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