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Un reto de dos mil años

Un reto de dos mil años

Esta novela nos traslada al momento en que uno de los mejores ingenieros romanos, Marco Claudio Luceyo, llega a Segovia con un encargo del emperador Trajano: levantar el acueducto que habría de cambiar la ciudad. Para conseguirlo, tendrá que lidiar con la corrupción y las intrigas políticas.

En este making of Aurelio González explica cómo escribió Aqua (Grijalbo).

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El acueducto de Segovia me ha fascinado desde niño, cuando lo visité por primera vez en una excursión del colegio. Es patrimonio de la Unesco desde 1985 y, sin duda, una de las infraestructuras antiguas más conocidas y seductoras. Su magia se halla en su altura, de casi treinta metros, y en su supervivencia a lo largo de dos milenios gracias a un diseño arquitectónico sin argamasa basado en la sencilla regla de fuerzas contrapuestas que se equilibran. Me gusta imaginar que a algún ingeniero romano se le ocurrió diseñar un proyecto tan colosal no sólo para sustentar un pequeño canal con el que transportar agua, sino como icono de la ciudad y punto de atracción de las miradas.

La majestuosidad de las arquerías del acueducto de Segovia, destinadas a un fin tan simple como necesario, se siente mientras uno se acerca, y del mismo modo que actúan las fuerzas de la gravedad o del magnetismo, a medida que estamos más próximos su poderío aumenta de forma exponencial.

"Su magia, unida a todas estas preguntas, me llevó a la convicción de que se trataba de una historia que debía ser contada, aunque fuese rellenando los huecos existentes en la realidad documentada con la argamasa de la ficción"

El hallazgo de un sestercio del emperador Trajano, acuñado entre los años 112 y 116, en una excavación arqueológica realizada en uno de los pozos de cimentación, indica que las obras comenzaron probablemente al final de su mandato. Pero, ¿quién lo diseñó?, ¿quiénes lo construyeron y cuál era su modo de vida?; y si, como parece ser, en la cartela conmemorativa del sotabanco (hoy desaparecida) se hacía referencia a que Trajano lo “restituyó”, ¿qué había antes de esas arquerías monumentales, si es que no estaban desde el principio, y cómo llegaba el agua a la ciudad, de ser así? ¿Desde cuándo tenía Segovia un acueducto que necesitase la restitución de uno de sus tramos? ¿Por qué el César puso su atención en ello? Su magia, unida a todas estas preguntas, me llevó a la convicción de que se trataba de una historia que debía ser contada, aunque fuese rellenando los huecos existentes en la realidad documentada con la argamasa de la ficción. Y, por qué no, rodear también a ese proyecto tan importante y costoso de las dificultades técnicas y financieras habituales, y de las enfermedades más comunes de la política.

Como todas mis novelas, esta idea apareció de pronto en mi imaginación sin que supiese de dónde venía exactamente ni cuánto tiempo llevaba allí. Y como suele sucederme cuando ya estoy inmerso en el torbellino de curiosidad e investigación, me vinieron a la cabeza la primera escena y el final: Lucio y Tiberio jugando a los dados en el pequeño bar segoviano de Tito y, como imaginarás, la conclusión del proyecto.

"Su magia, unida a todas estas preguntas, me llevó a la convicción de que se trataba de una historia que debía ser contada, aunque fuese rellenando los huecos existentes en la realidad documentada con la argamasa de la ficción"

A partir de la frase «ya no juego más» que pronuncia Lucio empezó todo. Lo que siguió hasta que se levanta la compuerta de la nueva infraestructura, la distancia que separa esa primera escena del final, es improvisación diaria sin guion preestablecido; líos en los que he ido metiendo a los personajes con un rumbo abierto a cualquier giro. Ese es mi modo de narrar, pues creo que una novela debe ser impredecible hasta que se pone el punto y final; el hilo argumental, como la corriente que fluye de un nuevo manantial, serpentea instintivamente en busca del camino correcto.

La frase de Plinio el Viejo «son las aguas las que hacen la ciudad» encierra una gran verdad, porque sin las primeras no puede existir la segunda, o al menos no en condiciones favorables para un desarrollo potente. Te invito, pues, a mirar dos mil años atrás a través de las páginas de Aqua; al otro lado encontrarás una pequeña ciudad de provincia, un rincón en el vasto Imperio romano de principios del siglo II, donde está a punto de iniciarse un proyecto extraordinario.

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Autor: Aurelio González. Título: Aqua. Editorial: Grijalbo. Venta: Todos tus libros.

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