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Un vaquero se ajusta el revólver

Un vaquero se ajusta el revólver

El otro día estuve tomando unas pintas con Powell. Sentados en una esquina del The Gardner And The Umbrella ante una ventana con flores me contó que este verano no fue a ninguna parte: se quedó en casa y se metió entre pecho y espalda un centenar de películas de vaqueros. Su mujer falleció esta primavera y los westerns le ayudan.

Yo pensaba que para un duelo hay que recogerse, rezar y pedir paz espiritual. “Es que a mí la paz espiritual me la dan las pelis de vaqueros”, dijo. Y me preguntó por una que protagonizaba Henry Fonda, The Ox-Bow Incident. No necesitamos más para—, pinta va, pinta viene—, evocar a este memorable de los westerns a pesar de la impostura que perpetró con Sergio Leone y que en España se tituló Hasta que llegó su hora; al fin y al cabo, aparece también en The Tin Star, de Mann (Cazador de forajidos en España) y con Anthony Quinn y Richard Widmark en Warlock, de Edward Dmytryk (en España, El hombre de las pistolas de oro), así como en La conquista del Oeste, donde estaba irreconocible. “Aunque lo que subió a Henry Fonda a los cuernos de la luna”, reflexioné, “fue que John Ford lo embutiese en la piel de Tom Joad”. Las uvas de la ira, la novela de John Steinbeck, sirvió a Ford para elaborar un canto al New Deal apoyado en la recta figura de Fonda. Powell precisó que con Ford, y no por casualidad, Fonda hizo varias películas, no sólo westerns, como una sobre Lincoln o El fugitivo, muy cuidada y con muchas pretensiones, pero que nunca ha levantado pasiones (aunque a Ford le encantase). Aunque lo que de verdad ha hecho inmortal a Fonda, vamos a decirlo todo, fue que el viejo cabrón lo pusiese en My Darling Clementine y en Fort Apache, dos westerns de primer nivel que hoy figuran entre las grandes películas de la historia del cine. Bueno, “y haber sido Frank James—, o sea, el hermano de Jesse James—, en La venganza de Frank James al lado de una Gene Tierney adorable”, aporté yo (que adoro a Gene Tierney desde que George Sanders la hiciera sufrir en El hijo de la furia, que no era un western y aún así estaba bien). “Los westerns”, convinimos mi contertulio y yo, “son importantes en la vida”. Y nos tomamos la última.

"Al día siguiente, de nuevo en el The Gardner And The Umbrella, se lo pasé a Powell en DVD bajo amenaza de matarlo si lo perdía o me lo devolvía roto"

Incidente en Ox-Bow es un western “de obligado cumplimiento”. Yo lo veo “al menos una vez al año”, confesé en la calle, al despedirnos, como si hiciera gala de una virtud teologal. Al día siguiente, de nuevo en el The Gardner And The Umbrella, se lo pasé a Powell en DVD bajo amenaza de matarlo si lo perdía o me lo devolvía roto: los viejos aficionados no entendemos de plataformas. Él quiso saber qué otras pelis de vaqueros suelo ver y me limité a citar el resto de los westerns de Wellman. “El Buffalo Bill de 1944 (en España, Las aventuras de Buffalo Bill); la tremenda Yellow Sky; la divertida y nostálgica Across the Wide Missouri, (en España, Más allá del Missouri), con Clark Gable enamorado como un chiquillo y, por último, Westward the Women (Caravana de mujeres en España), que nace de una anécdota que Frank Capra le oyó de niño a un amigo de su familia y que nunca pudo convertir en celuloide. Con el tiempo hizo mil escaletas—, tres o cuatro al menos—, que durante años circularon por despachos y oficinas de Los Ángeles: Chaplin aseguraba haber visto una sobre su mesa de la United Artists.

"La leyenda de Wellman se cierra con su mítico encuentro frente a frente con Clint Eastwood en La escuadrilla Lafayette, su última película y primera de aquel lejano veinteañero de mandíbula cuadrada"

Soy fanático irredento de Wellman, lo confieso. Y hay motivos. En su haber se cuentan grandes aventuras, historias arrebatadas y pasión en estado puro. O sea, él. Como el clásico Alas, una película salida del centro de su alma que, allá por el año 25 del pasado siglo (hace sólo noventa y nueve años), conoció un éxito mundial. Alas se basaba en la experiencia de Wellman como aviador en la primera guerra mundial, de la que salió vivo de milagro. A su prodigiosa mirada se debe también el Beau Geste clásico, el de Gary Cooper, con un Donald O’Connor niño encarnando la adolescencia del personaje y cuyo nombre da título a la función y a un clásico de la novela de aventuras. En otro clasicazo, A Star Is Born, Janet Gaynor interpretó por primera vez el papel que después ha conocido mil performances diferentes (Judy Garland, Barbara Streissand y, recientemente, Lady Gaga, entre otras).

La leyenda de Wellman se cierra con su mítico encuentro frente a frente con Clint Eastwood en La escuadrilla Lafayette (Lafayette Escadrille, 1958), su última película y primera de aquel lejano veinteañero de mandíbula cuadrada apto para un cast de Coca-Cola: puro símbolo mítico todo, como el western mismo, que es mitología “a-histórica” más falsa que una moneda de cuatro euros… aunque el encuentro de Eastwood con Wellman sea un hecho. Así que haremos caso a Carleton Young cuando en El hombre que disparó a Liberty Valance dice que “when the legend becomes fact, print the legend” y vamos a no discutir y a quedarnos con la leyenda. Otro día, eso sí, porque se ha acabado el papel, amanecerá en un rato y no estaría mal dormir un poco.

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