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Un viaje a la memoria

Un viaje a la memoria

Conocí a Antonio Manuel mientras escuchaba al grupo sevillano The Gardener, que publicó en 2018 su segundo EP Felah Mencub, una aproximación al cante andaluz desde una perspectiva moderna y, según ellos, «irreverente». La pista que da nombre al álbum, «Felah Mencub», guarda un popular testimonio de este autor, conocido por su andalucismo, sobre el origen del flamenco: «Hay un yacimiento que no se puede tocar, y es la lengua, es la palabra. […] Todas esas palabras son huérfanas en el diccionario, y la más huérfana de todas es el flamenco. Flamenco viene del árabe morisco, felah mencub, felah significa campesino. En árabe hay dos grados de expropiación: cuando te quitan lo material eres un mindún, de ahí viene la palabra mindundi. Pero cuando te quitan lo material y lo inmaterial, lo que tienes y lo que eres, cuando dejas de ser quien has sido siempre, cuando lo has perdido todo y te conviertes en un marginado, en un excluido, entonces eres un menkub. Felah mencub inicialmente no era el arte, era la persona, el excluido, el marginado».

Tu nombre mío (Berenice, 2024) es el nombre de su recién publicado libro, que se suma a otros de sus títulos, entre ellos La huella morisca (2010), Flamenco: Arqueología de lo jondo (2018) y La luz que fuimos (2022). Esta novela —que cuenta la historia de una hija obligada a cuidar a su madre, enferma de Alzheimer, que intentó matarla cuando era niña—, en cierto momento también recupera el tema de esas palabras huérfanas en el diccionario. La protagonista, que da voz al relato en primera persona, reflexiona sobre la falta de un término que designe a las hijas que pierden a sus madres: «Pero no encontré palabra que defina a las madres que pierden a sus hijas, ya sea porque las vieron morir o porque, como tú, dejaron de verlas para siempre. Tampoco la encontré para las hijas que perdimos a nuestras madres a pesar de estar vivas. Fumando, abstraída en la pared, asumí como otra fatalidad más de nuestro destino la ausencia de palabras en el diccionario que nos definan».

"Antonio Manuel juega a presentarnos a los personajes de una manera difusa dentro de esta breve obra, para que así la historia recobre la importancia principal"

Esta mujer, cuyo nombre desconocemos, se siente huérfana a pesar de tener a su madre al lado, viva, pero ausente físicamente en el pasado, pero también en ese momento, en el plano de lo mental. Ha perdido la memoria, uno de los conceptos que vertebran la obra a distintos niveles —histórico, familiar, de los objetos, en cierta manera humanizados—. Es la memoria de ese hogar al que retornan, en Tetuán: «La memoria de una casa es como la cola de un cometa que desparrama su polvo luminoso por todas partes, dentro y fuera, esperando sin prisa nuestro regreso para mancharnos los dedos de recuerdos al pasar la mano por encima». Dentro, el reloj, que tampoco tiene memoria, puesto que hace que los minutos no pasen, ya que siempre marca las dos y cuarto («Tampoco la casa estaba en hora»). Y, por último, la historia familiar, puesto que la madre y la hija no se reconocen mutuamente, lo que hace que nuestra protagonista no conozca sus orígenes del todo, puesto que su madre los ha olvidado. Por tanto, se siente huérfana, al igual que todos esos términos del diccionario.

"Aparte de ese olvido, hay otros conceptos que se adhieren a la novela adquiriendo un toque simbólico, como el agua y la sequía"

Antonio Manuel juega a presentarnos a los personajes de una manera difusa dentro de esta breve obra (la hija, la madre y el pastor que les acompaña en esa estancia), para que así la historia recobre la importancia principal. Estos datos, así, quedan olvidados adrede en favor del lector, que debe rellenar la trama mediante su experiencia. El pastor, que en principio resulta alguien aparentemente secundario, aporta lucidez y armonía a la relación madre-hija; es un sabio autodidacta aficionado a la poesía que, además, menciona autores relacionados con Andalucía y la cultura popular de nuestro país, como Lorca, Miguel Hernández y Cernuda. De este último, la madre acaba memorizando unos versos: «Allá, allá lejos, donde habite el olvido». Aparte de ese olvido, hay otros conceptos que se adhieren a la novela adquiriendo un toque simbólico, como el agua y la sequía. El pozo de la casa se acaba vaciando gracias a al peso de esos libros de poesía, al igual que se vacía el cuerpo y el alma de la protagonista: «Esta sequía, odio en las paredes del corazón».

El odio en ese corazón, de hecho, se muestra en forma de odio hacia la madre por haber olvidado y no terminar de encajar el porqué de intentar asesinarla cuando era pequeña. Sin embargo, es mitigado cuando encuentra una carta que nunca recibió, en la que decía: «No creas lo que digan de mí. Te quiere, tu madre». Este es uno de los motivos por los que esta novela adquiere ese tono bondadoso que resurge entre la desgracia de una familia rota con la que resulta fácil empatizar. Antonio Manuel, con una sensibilidad que le lleva a impregnar la obra de lirismo, conforma una novela corta, pero bella, enmarcada en un paisaje rural, que en estilo recuerda a Señora de rojo sobre fondo gris de Miguel Delibes, la obra más poética de este autor, que logró destacar por su retrato de la gente humilde y sencilla de problemas cotidianos en entornos rurales, reflejando así la realidad de muchas familias de España. Convirtiendo lo «banal», quizá para muchos, en lo realmente bello.

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Autor: Antonio Manuel. Título: Tu nombre mío. Editorial: Berenice. Venta: Todos tus libros.

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