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Vackimanan: comienza la aventura infinita

Vackimanan: comienza la aventura infinita

Me interesa el primitivismo y la resonancia de Vackimanan. Parece evocar algo muy básico y lejano. No se sabe qué significa ni ofrece ninguna pista sobre la historia que hay detrás. ¿Es de terror? ¿Un drama? ¿Una historia de amor? No tiene pinta de ser una historia de amor. Vackimanan no posee un argumento como tal, pero pasan muchas cosas. Tampoco tiene personajes como tal, aunque desfilan muchos por sus páginas. Es una falsa novela o una falsa colección de relatos o nada de eso. Si usted me pregunta de qué va, me temo que no sabría por dónde empezar. A lo mejor no lo sé ni yo. Decídalo usted. El libro está vivo. No es amable. Cuidado, araña. Pero si se acerca y lo hojea con calma, incluso si lo lee, a lo mejor se sorprende.

Vackimanan consta de siete capítulos o siete cuentos o siete partes o siete pesadillas. No tienen una relación fácil entre sí. Se espejan, se repelen o se anulan. Cada página está en conflicto con la anterior y la siguiente. Me gusta pensar que Vackimanan se siente y se ve más que se lee o se piensa, de alguna manera, eso he pretendido. Me gusta pensar que sus palabras, sus frases, sus párrafos, no significan lo que parece que significan, hablan de algo distinto a un nivel distinto. Me gusta pensar que he escrito un largo mal sueño.

"No he escrito Vackimanan, he explorado Vackimanan para que nunca fuera un flamante libro, sino un manuscrito en bruto para siempre"

Los sueños tienen una narrativa fascinante, unos mensajes indescifrables, una cadencia subyugante. Son sombras trémulas que reptan las escarpadas paredes interiores de nuestro hipocampo; nos entregan emociones y sensaciones puras. El cine o la literatura han conseguido recrear esta sinfonía tan particular. El sueño no se dicta, no responde a ninguna batuta, no se rige por los principios espaciotemporales de la vigilia. Su coherencia secreta dentro de la incoherencia de su velada superficie implica un misterio. Por eso Vackimanan quiere ser un sueño o, al menos, una especie de artefacto hacedor de sueños que pueda usar cualquiera, sin instrucciones, con el que hay que jugar.

Si dibujáramos o escribiéramos un sueño sería vago, difuso, inexacto. Un bosquejo se acercaría a la traducción precisa. Vackimanan tiene mucho de eso: de experimento, de prototipo, de semilla. En el modelo cero siempre se encuentran rasgos únicos que casi nunca pasan a la sala de ensamblado, porque son demasiado complejos de reproducir con los moldes disponibles o no tienen hueco en el mercado o todavía no responden al gusto del público. Esos rasgos que no pasan el corte son los que me interesan: los que solo pueden aparecer fruto de la exploración que implica materializar algo que no estaba antes. Es imposible fabricar en serie un boceto por su crudeza, por su carácter espontáneo, por su inagotable capacidad de sorpresa, por arrastrar la maldición de ser lo primero. No he escrito Vackimanan, he explorado Vackimanan para que nunca fuera un flamante libro, sino un manuscrito en bruto para siempre.

"En el polvo que se levanta, ahí debería encontrarse: esas partículas doradas al sol que flotan durante un instante tras la refriega"

Las obras artísticas más sugestivas suelen nacer del proceso de exploración privado de sus creadores. Una búsqueda en la que no se sabe qué se busca. Un viaje sin destino fijado. El motor de este trayecto es una necesidad implícita de saber. De entender. De descubrir. De contar. Vackimanan es el resultado más o menos satisfactorio de un proceso particular de exploración que llevé a cabo y que he querido escribir de la manera más bella de la que he sido capaz, supongo, pero esto no lo he sabido hasta hace poco. En mi ingenuidad e inexperiencia siempre había aspirado a la perfección, antítesis de la exploración y el boceto —¿seguro?—, pero no lo sabía. Una vez que fracasé y que este fracaso tomó cuerpo en forma de libro, entendí que no, que se trataba de belleza. ¿Belleza? Espere, que me he perdido.

Espero que Vackimanan sea bello de leer, signifique eso lo que signifique. Supongo que la belleza es mucho más interesante que la perfección porque entraña imperfección. La imperfección quizás sea lucha, conflicto, contradicción, acierto y error: el esbozo. En el polvo que se levanta, ahí debería encontrarse: esas partículas doradas al sol que flotan durante un instante tras la refriega. Ahí estaría —o eso sería— la belleza. No tendría ningún tipo de sentido o significado. No se podría controlar, ni invocar, ni revocar. Llegaría a ocurrir si llegase a ocurrir. ¿Hay milagro mayor? Esta conclusión a la altura de la profundidad de una frase de taza de desayuno se me ha revelado tras años de trabajo. Trampas de ser bisoño.

"Vackimanan intenta recuperar cierto peligro, cierta incomodidad, cierto vértigo. Quiero ponerle en un aprieto, lector, que durante 238 páginas no sepa dónde está ni tenga cerca ningún algoritmo al que agarrarse"

Usted se podrá preguntar para qué me he complicado tanto la vida a la hora de debutar. Qué gano con esto. De qué sirve tanta paja mental siendo desconocido, novel y habitando al margen del margen de cualquier núcleo, por muy pequeño que sea, de influencia. A qué viene perpetrar esta cosa indefinible cuando menos tiempo tenemos, más cansados estamos, nos sobran lecturas y vivimos en perpetua distracción. Quizás, precisamente, por todo esto. Porque he podido. Porque no viene a cuento. Porque es inútil. Porque no tiene ni pizca de sentido, como casi todas las cosas interesantes que pasan. A dónde quiere llegar, usted puede preguntarme. Llegar a dónde y para qué, puedo replicarle. Vackimanan está aquí. No es imprescindible ni urgente ni necesario. Solo es un libro —más— que usted puede abrir y leer. Pero no aspire a salir indemne.

Piense en cuándo sintió peligro por última vez viendo una película, leyendo un libro, escuchando música. Piense en cuándo dejó de sentir el suelo bajo sus pies y se precipitó al vacío y, en esa caída libre, su mente se vio sacudida de imágenes y emociones que erosionaban su raciocinio, ponían a prueba su moral, desafiaban su comprensión. Puede que disfrutase de una experiencia así hoy. Ayer. Hace muchos años. Nunca. Vackimanan intenta recuperar cierto peligro, cierta incomodidad, cierto vértigo. Quiero ponerle en un aprieto, lector, que durante 238 páginas no sepa dónde está ni tenga cerca ningún algoritmo al que agarrarse.

Los relatos nacieron de la ausencia de mapas y métricas; de la exploración de un paisaje nuevo; de suponer o deducir o elucubrar lo que había o estaba arriba o abajo, dentro, al otro lado o detrás de. Los relatos nacieron para explicar lo desconocido. Cuando alrededor todo es extraño, puede que uno se haya perdido. Magnífico, cualquier relato es posible. El mundo ya está descubierto e inventado. Nos hemos mudado a otro al borde de una nueva metamorfosis que traerá consigo nuevas narrativas. No lo exploramos, nos explora —nos saquea— impune. Con Vackimanan he pretendido desenterrar la antediluviana costumbre de saberse perdido a través de un libro. Un mecanismo de perdición mágico; se conserva invicto en una época en la que parece imposible salirse del mapa.

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Autor: Daniel Marín. Título: Vackimanan. Editorial: Caligrama. Venta: Todos tus librosAmazonFnac y Casa del Libro.

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