Se acercan la festividad de Todos los Santos, la de los Muertos mexicana y la de Halloween, así que este mes, en Sopa de libros, vamos a hablar de clásicos que te hacen pasar mucho miedo. He seleccionado tres relatos que a mí me aterrorizaron por diferentes razones, tres obras que son muy diferentes entre sí: El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde, de Robert Louis Stevenson, Drácula, de Bram Stoker y El caso de Charles Dexter Ward, de H. P. Lovecraft.
“Mr. Hyde era pálido y de baja estatura; aunque no tenía ninguna malformación específica, daba la impresión de ser deforme, tenía una sonrisa desagradable; se había comportado con el abogado con una especie de criminal mezcla de timidez y descaro homicida, y hablaba con una voz ronca, susurrante y un tanto entrecortada… todos aquellos rasgos le eran desfavorables, pero ni siquiera todos ellos juntos podían explicar la repugnancia, el asco y el miedo, hasta entonces desconocidos, con que Mr. Utterson lo miraba.
«Tiene que ser otra cosa», se decía el perplejo caballero”.
La historia es de sobra conocida: cuando el doctor Jekyll se toma un bebedizo, se convierte en míster Hyde, que personifica todo el mal en un ser, un ser violento, terrible, que se dedica a “sus placeres”, aunque Stevenson nunca llega a decir cuáles son exactamente esos placeres que Hyde obtiene en sus incursiones, limitándose a decir que se trata de algo de una naturaleza mala, lujuriosa y aborrecible para la moral religiosa victoriana.
La subtrama es que la vida ejemplar de Henry Jekyll esconde el malestar de nuestra cultura, que nos ha impuesto dolorosas inhibiciones, condenándonos a vivir en la insatisfacción. Y que la división interior de Jekyll era en realidad la que existía en la sociedad británica.
Stevenson, desde muy joven, investigó el tema del bien y el mal que hay en cada persona a través de su trabajo. Un antecedente fue Deacon Brodie, una obra de teatro que Stevenson escribió y representó en Escocia en su etapa de juventud basada en William Brodie, un ebanista, presidente de la cámara de comercio y canciller de Edimburgo, un hombre de negocios respetado y admirado que por las noches atracaba bancos y robaba en las mejores casas de toda la ciudad, aprovechando sus amplios conocimientos y amasando con el tiempo una fortuna.
Pero se cuenta que El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde procede de una pesadilla que tuvo una noche Stevenson. La mujer del escritor contó que fue despertada de madrugada por gritos de horror de su marido y que, pensando que tenía una pesadilla, le despertó. Parece ser que Stevenson se enfadó porque estaba soñando “un dulce cuento de terror” y que escribió la primera versión de este relato en tres días de escritura enfebrecida. Es curioso, porque también Mary Shelley contaba que soñó el argumento de su Frankenstein.
En segundo lugar quiero hablar de Drácula, de Bram Stoker, porque es, seguramente, la novela que más miedo me ha dado leer jamás, tal vez porque esta novela tiene el poder de conectarnos con nuestros miedos más profundos. Y eso que es una novela epistolar.
Comienza con Jonathan Harker, pasante de un procurador, viajando a Transilvania, al castillo del conde Drácula, porque el conde ha adquirido una propiedad en Inglaterra y tiene que firmar unos papeles. El viaje ya de por sí es espeluznante y el recibimiento del conde Drácula a Jonathan Harker es terrorífico.
“—¡Sea bienvenido a mi morada! Entre por su propia voluntad, entre sin temor y deje aquí parte de la felicidad que lleva consigo”.
En su estancia, el joven Harker descubre vampiras que se alimentan de bebés y llega a ver al conde andando por la pared del castillo como si fuera un lagarto. Logra escapar y regresa a Inglaterra.
Mientras, la novia de Jonathan Harker, Mina, personajazo y auténtica protagonista de la novela, se escribe con su mejor amiga, Lucy, y hablan de sus proyectos de vida. Para Mina el principal es casarse con Jonathan, y en cambio Lucy no se decide entre sus tres pretendientes. Lucy empieza a tener unas crisis de sonambulismo que afectan a su salud. Y es que el conde Drácula está preparando su llegada, y eso afecta mucho a Lucy y también a un tipo siniestro que está preparando su llegada desde un manicomio, Renfield.
Es asombroso cómo a través de cartas, de noticias y hasta del diario de un médico, Bram Stoker va construyendo esta historia apasionante que no se puede dejar de leer y que aterroriza al lector a cada momento. Drácula se publicó en 1897.
Dicen que también Bram Stoker soñó con el vampiro, la noche del 7 de marzo de 1890. Comenzó a reunir y organizar diversos materiales para lo que en principio iba a ser una obra de teatro. Se enteró de la existencia del histórico y sanguinario voivoda Vlad III de Valaquia, también conocido como «el Empalador» y descubrió que el padre, Vlad II, había sido miembro de la Orden del Dragón, y por eso Vlad III fue apodado «Draculea» o «Hijo del Diablo».
El vampiro ya forma parte de la cultura popular, pero Bram Stoker crea también a Van Helsing, el especialista en matar vampiros. Porque Drácula llega a las costas de Inglaterra en un barco, el Demeter, del que solo desembarca un enorme lobo, que huye a esconderse, porque su tripulación ha ido despareciendo misteriosamente, mientras unos empleados del conde descargan unos cajones llenos de tierra, que transportan a su residencia.
En Drácula cabe todo. Es una novela oscura, profunda, inquietante, terrorífica, erótica, patológica, filosófica, psicológica y hasta feminista. Y tiene personajes inolvidables. Y no da un par de páginas de respiro. A veces parece una novela de aventuras y a veces hasta una novela romántica.
Decía Stephen King que el triunfo de Drácula como novela y de Drácula como personaje (y el de Stoker como autor) está en haber conseguido humanizar el hasta entonces concepto siempre «ajeno» del Mal. Lo consigue manteniendo a lo largo de casi toda la historia al Mal fuera de la acción. El conde aparece durante los primeros capítulos y luego desaparece por completo durante unas trescientas páginas, para volver a ser visible, fugazmente, en pocas oportunidades durante su estancia en Londres. Stephen King califica esta estrategia como «uno de los trucos más memorables y atractivos en toda la literatura inglesa», y es que nada asusta más que aquello que no se ve pero que, sin embargo, nos mira y nos vigila.
En tercer lugar vamos a hablar de El caso de Charles Dexter Ward, de H. P. Lovecraft. Esta novela habla de la invocación de demonios, de traer seres de la muerte, de las fuerzas ocultas. Cuenta la historia de una organización que, con el objetivo de traer de vuelta al mundo a los grandes pensadores de la humanidad, empieza a experimentar con invocaciones y con química, mezclada con las cenizas de los muertos. Son hombres que desafían las posibilidades de su naturaleza humana por alcanzar el conocimiento universal, víctimas de su propia inteligencia. Pero las primeras pruebas fallan, trayendo a este lado a seres y monstruos incontrolables. Hay una frase que a mí me puso los pelos de punta: “No convoquéis nada que no podáis controlar”.
“Ahora que me dispongo a hablar, debo admitir con humildad que jamás conoceré el triunfo con el que había soñado. En lugar de eso he descubierto el terror, y mi carta lejos de ser un alarde victorioso es una súplica de ayuda y consejo para salvarme a mí y al mundo de un horror que supera cualquier cosa que nadie pueda imaginar o calcular. […] He sacado a la luz una anormalidad monstruosa, aunque haya sido en nombre del conocimiento. Ahora debe usted ayudarme a devolverla a las tinieblas en nombre de la vida y la naturaleza”.
Es una novela escrita con un estilo propio de la novela policiaca pero que tiene una cosa apasionante, y es la importancia que tienen los sonidos. Sería una gran ficción sonora. La novela está llena de aullidos y de voces terribles, que a veces es lo único que guía a los personajes en la oscuridad. Y juega mucho con el olor, con lo cual deja que nuestra imaginación vaya creando, y ya sabemos lo peligrosa que es la imaginación.
Si queremos pasar miedo, nada mejor que leer, porque podemos descubrir el mal absoluto, como en El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde, de Robert Louis Stevenson, podemos sentirnos perseguidos por un vampiro terrorífico, como en Drácula, de Bram Stoker, y o imaginar los seres más monstruosos que podamos representar, como en El caso de Charles Dexter Ward, de H. P. Lovecraft. Feliz Día de Todos los Santos, feliz Día de los Muertos, feliz Halloween…




A mí, Drácula siempre me ha parecido una novela de amor y una secuela del Romanticismo.