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Viendo bolitas (Arresto domiciliario 83)

Viendo bolitas (Arresto domiciliario 83)

—Tu playera… —me toca tersamente el pecho mi correclusa, pellizca la tela, observa a contraluz.

—¿Qué tiene mi playera? —no sabría explicar por qué me inquieta así que algo pueda pasarle a mi playera ultraligera Nike, negra y con los hombros rojos.

—Qué no tiene, más bien —frunce el ceño, sacude la cabeza, me mira raro mi correclusa. —Le faltan las bolitas.

–¿Cuáles bolitas? —estiro ya la tela, con notoria premura por cerciorarme de que mi playera clásica modelo Roger Federer sigue en perfecto estado.

"No sé qué tan sensato resulte revelar estas capacidades de mi correclusa. Cada vez que le pido que mire o escuche algo, sé de antemano que lo escaneará"

—Tenía una textura como de bolitas —precisa, contrariada, dibujando con el dedo círculos contiguos sobre la tela negra. —No me digas que ya no te acuerdas.

—Creo que sí —concedo, a modo de tributo a su memoria radiográfica y tetradimensional, aunque lo único que yo recuerdo con certeza es que el cinco veces campeón del US Open solía usar una playera así en ese torneo, no sé si con o sin textura de bolitas. —¿Pero qué le ves mal?

—No puede ser… —se aleja cabizbaja, con la desencajada desazón de quien cree haberse visto las primeras arrugas en el espejo.

Mi correclusa piensa que no suelo mentirle porque soy muy leal, pero yo sé que aun si me lo propusiera, tendría que vérmelas con una memoria cuya perfección raya en la clarividencia. La regla, pues, es que en caso de duda seguramente es ella quien acierta. Por lo demás, puedo certificar que la atribulada mujer no tiene ni ha tenido la costumbre de ver bolitas donde no las hay. Trato de distraerla, pero se lo ha tomado personal. Ninguna playerucha, así la haya sudado el ocho veces campeón de Wimbledon, va a venir a exhibirla como loca.

No sé qué tan sensato resulte revelar estas capacidades de mi correclusa. Cada vez que le pido que mire o escuche algo, sé de antemano que lo escaneará. Es, además, una fisonomista que pondría roñosos a algunos criminólogos. Por menos que eso, te corteja el Mossad. Todo lo cual explica que en cinco minutos reapareciera, con la sonrisa de un forense aplicado, enarbolando una playera Nike rojinegra, cuya tela ostentaba una inconfundible textura de bolitas.

"Una de las ventajas de vivir en la Luna es que al primer descuido estrenas otra vez"

—¿De dónde sacaste eso? —salto, con la playera idéntica (aunque no de bolitas) envolviendo mi torso.

—De tu clóset —sonríe la inspectora, todavía algo menos triunfante que atónita.

—¿Cómo? ¿Compré dos veces la misma camiseta? —ahora soy yo el incrédulo. —¿O sea que tengo dos camisetas iguales?

—Sí, pero sólo una con textura de bolitas —“Jalisco nunca pierde”, dice el dicho, “y cuando pierde, arrebata”.

Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve en su clóset. Desde que, hace ya ocho semanas, el mío fue tomado por una expedición civilizadora de mi muy jalisciense correclusa, he vuelto a usar cantidad de playeras y camisetas que según yo nunca antes había visto, vestido o poseído. Una de las ventajas de vivir en la Luna es que al primer descuido estrenas otra vez.

—¿Cuál compraste primero, la lisa o la de bolitas? —cándidamente indaga la de Jalisco.

—… —temo que me trabé. Parece que la información solicitada ha sido eliminada del disco duro. El sistema ahora se reiniciará.

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