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Distopías cercanas

Una ciudad llamada Ciudad en la que sus habitantes se suicidan sin causa aparente y donde el cuarto poder se dedica a vender noticias, no a descubrirlas: esta es la premisa desde la que parte Muerde ese fruto (Ediciones Tolstoievski), el debut narrativo de Aharon Quincoces.

El periódico es como el dominical. El dominical vende glamur, es el brazo armado de la publicidad. Vende las sensaciones de las ideas. El periódico revende las noticias que otros le han vendido. El periódico es el brazo armado de la economía. Vende las ideas de las sensaciones. Nadie nos va a vender esta noticia y si la publicamos no nos venderán otras y eso significa quedarse fuera del juego. Lo importante es seguir en el juego.

En esta ciudad y para ese medio de comunicación (sic) trabaja Andrés, el protagonista de la obra. Cuarentañero, nuevamente soltero a la fuerza —todas las mujeres le abandonan porque no termina de implicarse con ninguna—, es redactor del dominical, o lo que es lo mismo: especialista en frivolidad y cultura de bajura. Redacta artículos intrascendentes que se escriben solos y tira su vida, lenta y tranquilamente, por el sumidero. Hasta que recibe un encargo distinto: un Qué Fue De Tus Compañeros De Colegio. Un trabajo que le obliga a bucear en su pasado y en sí mismo, y que termina por sacar de él algo parecido a un periodista, “que puede que le reconcilie consigo mismo, pero le enfrenta a todo lo demás”, como acertadamente señala Andrés Barrero en Libros y Literatura.

La novela exhibe un lenguaje impropio de un debutante: una mezcla léxica de castellano antiguo, neologismos y física que, extrañamente, se ensambla y funciona como un todo orgánico, dando credibilidad a un mundo distópico sólo en apariencia. Porque esa Ciudad de relaciones rotas, bares con isótopos radioactivos y suicidas por doquier, es todas las ciudades: no-lugares en los que no hundirse es un logro, y resistirse un desafío. La peripecia vital de Andrés es una pequeña e insignificante rebelión contra la cobardía contemporánea; una disidencia que se cobrará su precio, como le indica el destino de la galería de personajes secundarios que rodean al protagonista: un exiliado francés, una investigadora metida a prostituta, un médico que perdió el romanticismo en África. Flechas que le señalan la salida, y que, como corresponde a los hombres mediocres, no ve.

Muerde ese fruto es el primer libro de Aharon Quincoces y el segundo publicado por Ediciones Tolstoievski, una pequeña editorial independiente que apuesta por el formato bolsillo para dar a conocer nuevas voces narrativas: libros editados con sobriedad, dándole desde la edición misma toda la relevancia al texto. Sencillas portadas tipográficas, un extracto de la obra en la contraportada, fin. Su primer libro fue El diario Down, de Francisco Rodríguez Criado: el diario con el que un escritor, cuyo primer hijo nace con síndrome de Down, niega, asimila y acepta el hecho de que cambiará su vida, sin dramas impostados, religiosidad ni patetismos. Dos libros muy distintos, pero unidos por una voluntad: la de publicar sólo libros en los que el editor crea a degüello, a un precio accesible. Quizá sea una locura, pero cada cual elige sus propios icebergs.

 

‘Muerde ese fruto’, Aharon Quincoces, Ediciones Tolstoievski, 2016 / 148 pág. / 9,99€

 

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