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20 aforismos de José Miguel Lecumberri

José Miguel Lecumberri es un escritor vasco/mexicano nacido en Berriozar, Navarra, en 1981. Poeta, ensayista y novelista, su obra ha sido publicada en media docena de países de América y Europa, tanto en medios impresos como electrónicos. Algunos de sus libros publicados son Moncloe Piscis (2008), Delirium Videns (2009), Alter Satan (libro-disco de música, 2011) o Corrupción de la Gema de la Cordura (2011). Aparece en antologías como Antología Épica II (2009), Antología del II Recital Chilango Andaluz (2009) y ha colaborado con medios como La Otra, Opción (ITAM), Kala o Revista Cartucho. Actualmente reside en Escandinavia, donde continúa su trabajo literario.

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Intento aferrarme a tu recuerdo, como las llamas que se quiebran los dedos por asirse a la noche.

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Lengua: dícese del artefacto que tiene la habilidad de convertirse en buzo sagrado para extraer perlas de las rosas y drenar el vino astral de los obeliscos. Además, puede usarse para comunicar ideas.

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No es la poesía es la tristeza la que nos miente.

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Dado que nací a una muy corta edad, no he logrado entender el propósito de mi vida.

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Las convicciones son parásitos intelectuales que, poco a poco, van aniquilando nuestro sentido común, hasta convertirnos en idólatras.

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La realidad es para personas que nos saben manejar las drogas.

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La ansiedad como forma de meditación para alcanzar el desasosiego. Soy un Buda neurótico.

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Jamás he fingido un sarcasmo.

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Hay un poco de “vete a la mierda” en cada “como tú quieras”

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He resonado con tantas almas que ahora soy una ondulación quieta, un fantasma.

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En lengua T’zeltal el término para educar es: “p’ij wo tes el” que se traduce como “hacer que otro se vuelva único”, cosa diametralmente opuesta al concepto contemporáneo de educación que consiste en crear réplicas.

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Había puesto a secar mis palabras en la Antigua terraza de la casona demolida de mis abuelos. La tormenta borro las últimas conversaciones de mi infancia.

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Pinto, escribo, dibujo, hago ruido, para tartar de, a través de lo finito, reivindicar lo infinito que hay en mí.

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Yo no soy poeta, solo pongo cosas donde estorban y dejo la luz prendida en la madrugada.

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Leer poesía no es matar el tiempo, es cocinarlo vivo.

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La pérdida del paraíso es la razón de la existencia del paraíso.

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El poema es por igual un campo de batalla y una orgía para dioses famélicos.

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El otoño es la patria de la melancolía.

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Somos el escaparate de nuestro propio olvido.

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Todo amor tiene algo de templo, todo amante tiene algo de ruinas.

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