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3 poemas goliardos

3 poemas goliardos

La edición bilingüe de los Carmina Burana trae una introducción de Francisco Rico, responsable tanto de la edición como de la traducción de este volumen, en la que califica la poesía de los goliardos de “docta y desgarrada, risueña y cruel, retórica y no ajena a la tradición popular, delicada y violenta”. Este libro brinda una oportunidad sin igual para conocer la gran lírica profana del Medievo.

En Zenda reproducimos tres poemas de los Carmina Burana (Galaxia Gutenberg).

***

II

[Antaño florecía el estudio]

Antaño florecía el estudio,
ahora ya para en tedio;
en tiempos triunfaba el saber,
pero acabó prevaleciendo el jugar.
Antes de tiempo aparece
la picardía en los niños,
que por malevolencia
rechazan la sabiduría.
Siglos atrás, en cambio,
apenas se permitía a los discípulos
descansar después
de estudiar noventa años.
Ahora los chicos de diez años
se han sacudido ya el yugo y se ven libres
y, así, se jactan de maestros;
los ciegos despeñan a los ciegos,
vuelan sin plumas las aves,
los borricos tañen la lira,
los bueyes triscan por las cortes
y los pregoneros de la esteva se hacen caballeros.
Vuelto infame, Gregorio
debate ahora en la taberna;
Jerónimo, el severo,
pleitea por un adarme;
Agustín por un campo
y Benito por una cuba de vino
disputan a escondidas
y aun abiertamente en el mercado.
A María le cuesta estar sentada
y a Marta le disgusta trabajar;
el vientre de Lía es ya estéril,
a Raquel se le inflaman los ojos.
El rigor de Catón
se resuelve ya en francachelas
y la castidad de Lucrecia
viene a servir a una torpe lascivia.
Lo que la edad pasada rechazó
brilla ahora bien a las claras;
el calor en frío,
la humedad en sequedad,
la virtud en vicio se convierte,
el trabajo se transforma en ocio;
todas las cosas se apartan ahora
de la senda debida.
Considere todo esto el varón prudente,
limpie y descargue su corazón,
no vaya a ser que diga en vano «¡Señor!»
en el juicio final:
que a quien el juez acuse entonces
no le cabrá apelar.

***

V

[Plaño las heridas de la Fortuna]

1

Plaño las heridas de la Fortuna
con ojos lacrimosos,
pues sus dones,
rebelde, me arrebata.
Bien cierto es lo que se lee:
tiene algunos cabellos sobre la frente,
pero en la mayor parte pasa
la Ocasión calva.

2

En el trono de la Fortuna
me sentaba yo orgulloso,
coronado con las variopintas
flores de la prosperidad;
y como antes florecía
feliz y dichoso,
ahora me veo caído de lo más alto,
privado de toda gloria.

3

La rueda de la Fortuna va girando:
voy yo de caída
y a otro lo llevan a lo alto;
excesivamente exaltado,
el rey se asienta encima de todo.
Pero ¡guárdese de la ruina!
Bajo el eje, en efecto, hallamos
a Hécuba, también reina.

***

VII

[Mientras floreció la juventud]

1

Mientras floreció la juventud,
cupo y plugo
hacer mi antojo,
a voluntad
campar, por cumplir
el placer de la carne.

2

Obrar así ahora,
vivir tan libremente,
llevar pareja vida,
lo veda la edad viril:
ella suspende y revoca
la ley de las costumbres.

3

La edad moza amonestaba,
enseñaba, aconsejaba
–e incluso asentía a ello–:
«Nada está prohibido».
Todo lo permitía
y lo perdonaba.

4

Ahora quiero arrepentirme,
abandonar y enmendar
cuanto temerariamente cometí;
desde ahora me aplicaré
a las cosas serias, los vicios
cambiaré por la virtud.

—————————————

Autor: Anónimo. Título: Carmina Burana. Cantos de goliardo y poemes de amor medievales. Traducción: Francisco Rico. Editorial: Galaxia Gutenberg. Venta: Todos tus libros.

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