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5 poemas de Ángelo Néstore

Ángelo Néstore es un poeta nacido en Lecce, Italia, en 1986, con nacionalidad española. Es también performer y profesor en el Departamento de Traducción e Interpretación de la Universidad de Málaga. Codirige el Festival Internacional de Poesía de Málaga Irreconciliables y es director editorial de la editorial de poesía Letraversal. Ha publicado Hágase mi voluntad (XX Premio de Poesía Emilio Prados, Pre-Textos, 2020), Actos impuros (XXXII Premio de Poesía Hiperión, 2017) —traducido al inglés con el título Impure Acts por Lawrence Schimel en la editorial neoyorquina Indolent Books— y Adán o nada (Bandaàparte Editores, 2017). Ganó el Premio a la Mejor Interpretación Masculina en el Concurso Nacional de Teatro Vittorio Gassman de Roma. Sus últimas obras teatrales son el monólogo en homenaje a Gloria Fuertes Esto no es un monólogo, es una mujer y la pieza en solitario Lo inhabitable.

***

TANATORIO

No es una mujer limpiando una lápida,
sino una madre bañando a su hijo.

 Javier Fernández

Cuando exhibís su vestido nuevo, recién lavado,
cuando habláis de su primera palabra, su primer diente,
o dudáis si es mejor darle el pecho o leche en polvo

yo os cogería a todos de la mano,
os llevaría en silencio al velatorio de mi cama,
donde mi hija juega eternamente a hacerse la muerta.
Os mostraría el color de sus ojos fingidos,
su cara hinchada de sueño acumulado,
los dedos arrugados, el pelo limpio,
tras bañarla cada noche con esmero.

Miradme. Yo también soy un buen padre.

***

MUSEO

Tantos años de historia dividida en dos:
las mujeres siempre abajo,
partiendo el pescado con sus manos rotas, llenas de espinas,
obedeciendo a los mismos jefes, dictadores, reyezuelos,
hombres de corazones negros,
hijos de los mismos padres,
con estómagos salvajes, insaciables.

Y me da rabia imaginar a una niña
que corre feliz por los pasillos de un museo.
En su cuello se tensan los hilos de un lienzo ancestral
sobre el que los hombres exhiben sus retratos
con los colores vivos de la historia.

Y me da rabia imaginar
el olor a pescado en sus manos
cuando, de regreso a casa, me lavo la cara
y me acuesto cómodamente en mi cama imperial.

***

DE CUANDO ME EQUIVOQUÉ DE BAR

Yo soy de esa clase de amigos
que siempre pide otra ronda en los bares.
No tengo hijos,
soy el hijo único de una dinastía de bastardos
que se llena el estómago y se autodestruye.

Mis amigos, sin embargo, son padres,
de esos que buscan una excusa para volver tarde a casa,
siempre me invitan a otra,
nunca quieren que me vaya.

Ellos me miran y cien veces
me cuentan cien veces lo difícil que es
la suerte que yo.
Ellos no ven las hormigas que trepan por mi pierna,
no las ven.
Beben tiempo con su boca de padres,
tragan tiempo con su saliva de padres
y yo me vuelvo cada vez más pequeño
y sus hijos cada vez más grandes.
Y con cuarenta, con cincuenta,
volveré al mismo bar de la esquina
y entonces los que hoy son niños se preguntarán por qué
tantas hormigas en mi boca,
por qué el amigo de sus padres se sigue creyendo joven.
Con cincuenta, con sesenta,
quién me llevará a casa,
quién guardará mis huesos bajo las sábanas.
Con sesenta, quizás, con setenta
quién contestará a mis preguntas,
quién me dirá lo difícil que es,
la suerte que yo
cuando un día me confunda y pida otra ronda
frente a la sola luz de mi nevera.

***

SECCIÓN DE CABALLEROS

Yo sé que existo
porque tú me imaginas.

Ángel González

Yo soy hombre porque tú me nombras.
Si tuviera un cuchillo, sin embargo,
partiría mi cuerpo en dos como un pescado
y cogería tu mano para llevarte
a los lugares más fríos y más íntimos de mi interior.
¿Te sorprendería
ese corazón helado y hueco
que imagina el calor de tus manos?
¿Ese cuerpo de hombre muerto,
aún por construir?

***

INSEPULTO

Mi madre compró un nicho en Italia y me dijo:
aquí descansaremos los dos con tu padre.
Y, de repente, imagino su cráneo apoyado sobre mi cráneo,
refugiados en la madera del árbol que nos vio nacer, y le sonrío.
Su esperanza me roza como una caricia
para que un día deje España y vuelva,
la suya es una promesa de amor eterno.
Pienso en mi madre, en mi padre y en mí,
convertidos en polvo,
una familia sin descendencia, mediterránea,
unida en la muerte como nunca lo estuvo en vida.

Algún día el conserje barrerá las flores podridas,
nos dejará desabrigados frente al mundo,
mirará el nicho e intuirá nuestro amor en la foto familiar con fondo blanco
entre tanto hueso desnudo,
igual de seco, igual de blanco.
Si lo pienso un nicho es la utopía perfecta:
sin hombres o mujeres,
todos extranjeros.
Guardamos un mundo ideal dentro,
en nuestros huesos, pero tan lejano.
La tumba es el modelo de familia definitivo.

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