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5 poemas de ‘Clapotis’, de Eli Tolaretxipi

5 poemas de ‘Clapotis’, de Eli Tolaretxipi

Si algo persiste en cada nuevo libro de Eli Tolaretxipi es esa inconfundible relación con el lenguaje como misterio poético y como acontecimiento múltiple: del sentido, de la materia acústica, de la voz que los aúna, del mundo al que ese lenguaje se dirige. Es decir, cosmos, pero, también, materia que se degrada, se superpone, se fragmenta, se llena de intersticios; un espacio con recámaras y pasadizos que son trenes y destinos; recovecos, techos falsos que conducen al paradiso; un libro abierto en cierta página, versos recordados; un piso firme que se convierte en fango, o hendiduras de luz en el cielo transmutadas en llagas. Y es precisamente hacia ese mundo —asistido por pequeñas catástrofes que no cesan de transformarlo, como a nosotros mismos— que Tolaretxipi nos abre, con sus versos, pasajes poblados de visiones a la vez sesgadas e intensas. Así, Clapotis suena, más que a chapoteo, a una combinación de sílabas salida de un sueño; ensalmo o conjuro de agua para invocar esa energía de doble tiempo, regular y elusiva, posible y difícil. Energía que corre «ni aquí ni allí», y reverbera a través de los poemas, haciendo y deshaciendo lo visible, deslizándonos hacia la pesadilla o el consuelo, dejándonos, al fin, en un solo instante, perdidos y salvados en el medio del mar.

Sonia Scarabelli Arrieta

Zenda adelanta 5 poemas de Clapotis, el último poemario de Eli Tolaretxipi.

***

En los lugares donde la tierra
ha temblado alguna vez.
En los lugares donde la tierra
parece no haber temblado nunca.
No sé si las casas se llenan o se vacían.
Portazos. La cáscara y el fruto que lleva dentro.

***

El hombre que camina delante de mí
se detiene cada pocos metros, mira hacia
arriba, respira o suspira, golpea el
suelo con el paraguas, asoma su talón
blanco por el hueco del calcetín.
Lo sigo en la distancia. No sabe que lo sigo.
Nos perdemos en la frondosidad del camino circular.
No encuentro la línea de la melancolía,
que me llama desde las calles del plano; será
la que traza el hombre mientras pasea
por el parque que no tiene centro.

***

Arenisca y pinos.
Algo grande se mece en las olas.
Una ballena se dirige a la orilla.
Es una ballena joven.
Apoya la cabeza en la arena; la posa,
como si estuviera exhausta,
pero no como si fuera a morir.
Detrás de ella, dos delfines enormes
saltan fuera del agua, saltan por los aires
con las olas, entre embarcaciones.
Todo esto se lo estoy indicando a él,
que camina conmigo.
Pasamos por una boca entre dos salientes de tierra.
El mar lleno de bañistas, barcos, la ballena,
los delfines, y la tierra que se adentra en el agua,
los costados por los que caminamos.
No recuerdo otros fragmentos de la conversación
ni el motivo del paseo.
Movimiento: la ballena estaba sumergida
y emerge con espasmos vitales; viene de
la profundidad, ni muy grande, ni muy vieja.
En la orilla sólo queda visible su cabeza,
pisadas y comentarios a su alrededor.
La miro desde lejos con alegría.
Parece decir aquí estoy, posada sobre la arena,
sea cual sea mi significado.

***

YEGUAS, DIENTES

Para poder ver el lago desde la casa
talaron alisios, rododendros, acebos.
La casa descuidada, desconchada, descolorida,
parece el molde de una dentadura,
la que asoma en los labios de la yegua
que se acerca. Yo me quedo quieta
con la rama que agarré como para atizar el aire,
y la dejo caer a un costado de la pierna.
La yegua asiente y trota hacia otros caballos
que se colocan debajo de un haya.
Ya no nos miran.
Durante el paseo me ha hablado
de los pasajes donde depositaban los cadáveres,
túneles de paso con susurros, gritos ahogados, cantos.
De algún modo este paisaje está
cargado de significado; incluso ese grupo de
espinos blancos conforman un jardín encantado:
presencias ocultas que guían o se burlan,
señales engañosas; o esa rama que sobresale a lo alto;
parece una flecha dirigida hacia el lago, que finge dormir,
las barcas y los peces aletargados en la respiración
profunda del atardecer.

***

De cuando estaba a punto de caer;
como estar listo, pero nadie lo intuye.
Nadie está listo para romperse,
para que lo rompan.
Ni preparado ni dispuesto.
Vida improvisada, como una música
que suena a curva, a pendiente, a frenos rotos.

—————————————

Autora: Eli Tolaretxipi. Título: Clapotis. Editorial: Trea. Venta: Todos tus libros, Amazon y Casa del Libro.

Eli Tolaretxipi (San Sebastián, 1962) es profesora de inglés en la EOI de Donostia-San Sebastián. Poeta y traductora, tras Amor muerto-Naturaleza muerta (1999) y Los lazos del número (2003), ha publicado los poemarios El especulador (2009), Edgar (2013), Incidental (2017) y Clapotis (2022), al que pertenecen los poemas aquí presentados. Ha traducido, entre otros autores, a Sylvia Plath, Elizabeth Bishop, Patti Smith, Aurelia Arkotxa, Itxaro Borda, Tess Gallagher, Menna Elfyn, Blas de Otero o Jorge G. Aranguren.

Foto: Morella Muñoz Tebar.

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