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6 poemas de ‘Es sólo vivir’, de Daniel Ramírez

6 poemas de ‘Es sólo vivir’, de Daniel Ramírez

De este libro ha escrito Karmelo C. Iribarren: «Los poemas de Dani Ramírez son como pequeños hallazgos entre el tráfago incesante de los días laborables, pasan rápido —como los edificios vistos por la ventanilla de los transportes urbanos—, pero mañana seguirán estando ahí, esperándote. Si  piensas que la poesía es algo ajeno a tu vida, lee estos poemas y te la encontrarás al salir del portal».

Zenda adelanta la introducción y cinco poemas de Es sólo vivir, de Daniel Ramírez.

***

He vuelto a darme cuenta esta noche. Ahora que llega el metro y lo miro a los ojos. De pronto, una luz en la oscuridad. Y al cabo de unos segundos, otra vez oscuridad. Por muchos lunes que vengan, ese abrir y cerrar de puertas es todo lo que nos queda. Esa certeza invade la mente del niño seis o siete años después de nacer. ¡Zas! El primer navajazo de realidad.

¿Cómo es posible, entonces, que el cometa de la vida tenga fuerza suficiente para iluminar el agujero negro de la muerte? En términos históricos, vamos a estar mucho más tiempo con los ojos cerrados que abiertos. ¡Perderemos hasta la mirada! Algo sucede. Algo está sucediendo. ¿Qué pasa en este lugar? ¿Qué ocurre para que descubramos momentos tan felices como para sentirnos eternos?

Entro al vagón y veo a un niño que, sentado frente a mí, coge la mano de su madre. Me pregunto si ya ha recibido el zarpazo de la vulnerabilidad. Pienso en lo que él piensa cuando el sol se pone y la puerta de su cuarto se queda entornada. Imagino ese miedo, ¡el primer y único miedo!, que siempre será el mismo por muchas máscaras que se ponga.

El niño mira al frente. El niño mira alrededor del vagón. Se topa con todo eso que no va a sobrevivir al tiempo. Empieza a admirar lo que ya ha comenzado a morir: el amor, la ira, el deseo, la ambición, el riesgo, la vanidad, el esfuerzo, la crueldad, el poder, la honestidad, el saber… ¡Comienza a amar la vida!

El niño se pone de pie, aprieta el moflete derecho contra la pierna de su madre y baja del tren. Va camino de ese desasosiego que se llenará de interrogantes, pero tiene suerte. Pronto se asegurará de que —como me ocurre a mí en este instante, como te ocurre a ti tantas veces— la vida arroja puñales llenos de significado cuando todo parece demasiado corriente.

Adiós, muchachito. Es emocionante que tú seas tan niño y yo tan joven. Con menos de treinta, cantaba Serrat, se puede exhibir osadía para creer en los dioses, zarandear el alma y mirarse la sangre con voracidad… ¡más deprisa! ¡Más fuerte!

Con menos de treinta, se puede abrir la libreta convencido de que podrán apresarse en el papel esos instantes aparentemente vacíos que dan sentido a la estrella fugaz de la existencia. ¡Se puede mirar al cometa! Ya llegarán las décadas del abatimiento en la calle del desengaño. Pronto será el día de esconder este libro en el fondo de la biblioteca.

Pero estas páginas, hoy, ¡ahora!, tienen su mano más cerca de la mano del niño… y no se podrían perdonar la renuncia del atrevimiento. Son páginas con un pentagrama concreto, el del lugar donde se imaginan: casi siempre una ciudad ruidosa. Un bar, un metro, un tren de vuelta a casa, una librería, un periódico.

Es la hora de arriesgarse, de caminar desnudo por las avenidas. No hay marcha atrás. Me llama Gabriel Celaya, que duerme en mi estantería blanca de estudiante. Esa estantería que sigue ahí, y que no quiero perder, porque se estaría extraviando el abril de mis ojos, la primera juventud.

Apremia Celaya: «Cantemos como quien respira. Hablemos de lo que cada día nos ocupa». Esos son los versos que me salvan cuando miro y nada encuentro: la vida escrita por los genios cuando se diluye la vida propia.

Es mi turno, mi parada. Dejo el metro y salgo a una ciudad de noche. Afilo el lapicero y apunto a todas partes. Soy un sinvergüenza. Un hombre que se avergonzará. Regreso incluso a los lugares donde un día fui feliz. Es nuestro turno, nuestra parada. Es sólo vivir.

***

POEMAS

La generación encontrada

Empuñemos la vida aunque vayamos a perderla.
Desde el callejón oscuro de la edad silenciada,
contra el muro infame de «las cosas no cambian».
Es la hora del grito ingenuo y poderoso,
el momento de que los cuerpos en primavera
fabriquen verdades honestas
para la gran revolución.

Viajemos miles de kilómetros
hasta encontrar unos labios que amar.
Huyamos de la oficina segura,
que el pan no amordace nuestra esperanza.
Azotemos las aceras durmientes,
desnudemos a mordiscos la rutina.
Protejamos las amistades vertiginosas,
abrazando los defectos, mimando el imprevisto.

Decidamos armados de honradez
porque no hay peor engaño
que el que se hace uno mismo.
Removamos pueblos y ciudades
en busca de políticos limpios.
¡Demos un paso al frente cuando suene esa maldita música!
La de «esto funciona así», la de «este es el mundo real».
Protejamos el instante que es nuestro.
Caminemos millonarios de diferencias
porque serán invencibles puestas en común.
Demostremos al jefe que lo nuevo puede ser bueno,
que el entusiasmo debutante no se paga con dinero.

Adiós a las banderas del odio, a las patrias inflamadas.
Adiós a las sonrisas condescendientes que nos disparan.
Basta de diluir la fuerza en opio y anestesia,
basta de quejas sin sudor,
¡basta de autocomplacencia!
A las trincheras, que el tiempo se acaba.
Conspiremos desde nuestros parlamentos,
que son los bares con servilletas de papel.

Ese lugar más justo está en alguna parte.
Empujemos cuando nos digan que no,
lleguemos exhaustos al atardecer de la decepción.
Porque entonces, y sólo entonces,
nos suplicará la eternidad:
Quédate,
quiero saber de tu pasado.

***

Ena-mirar

A veces aparece una chica,
que aparca la noche y su música
cuando te elige entre la multitud.
En el silencio del ruido
mecido por sus ojos negros,
te arroja esa mirada.

Tres segundos de calma
para violentar a la eternidad.
Y tus amigos, al lado,
entre copas,
no se han dado cuenta.

***

Vaya desorden

La vida
es como meter cosas
en un armario a rebosar.
Por cada una que encajas
se caen todas las demás.
Un trabajo,
una carrera,
un amor,
un amigo,
un proyecto…
No hay manera
de que entre todo.
O sí.
Poniéndolo en un lugar
que no habías previsto.

***

Copenhague

Volábamos en bici
muy lejos de casa.
Ya era de noche.

La luz de las farolas
se perdía en aquel río
que moría en el norte.

Soltaste los pedales,
gritaste de felicidad.
En aquel instante,
en tus pies colgando,
supe que estaba la mía.

 ***

Normandía

A mis padres

Tengo mucha suerte.
La vida se me escapa sin dolor,
como el autobús del lunes.

El alcohol para limpiar heridas
es hoy de sábado y con hielo.
La muerte perdió mis señas
y las de los seres que amo.
Para que sólo conociera el algodón
otros se levantaron tras las bombas.

Con su vida en pedazos
construyeron la mía.
Eso, que tengo mucha suerte,
mis paracaidistas de Normandía.

***

Unos cuantos porqués

A Jorge, mi ahijado

Ahora que acabas de llegar,
disfruta de tus ojos grises
porque cuando se aclaren,
lo más limpio de ahí fuera
será tu mirada de niño.

Fíjate bien en las sombras,
en los besos y abrazos sin rostro,
porque el amor libre de prejuicios
se te olvidará en cuanto crezcas.
Honra a papá y a mamá
aunque te hayan traído sin preguntar,
porque esta vida de luz intermitente
quizá no esconda nada detrás.

Protege el fuego familiar,
ese afecto huracanado,
porque cuando viajes al fin de la noche
siempre podrás regresar.

Juega tirado en el suelo,
no mires demasiado hacia arriba.
Abre el paraguas de la infancia,
¡líbrate del realismo!,
porque cuando aprendas que los dinosaurios no existen
se te habrá olvidado volar.

Calma, no todo está perdido.
Devora los libros, resucitarán tus alas.
Besa en los labios, descubrirás el deseo.
Haz amigos, vencerás a la rutina.
Porque esas tres cosas
—amor, libros y amigos—
fundarán la patria que te hará feliz.

¡Adelante, pirata!
Guarda un hueco a la inocencia,
pero conoce pronto la maldad.
¡Siéntelo dentro de ti!
Envidia, ira, vanidad…
Ellas te dirán quién eres.

¡Adelante, periodista!
Oblígate a preguntar,
ve un poco más allá
porque el interrogante,
¡recuérdalo!,
te salvará de las fanáticas certezas.

¡Adelante, viajero!
Evita las ruedas y los motores,
camina siempre que puedas
porque la velocidad de nuestros andares
fue concebida para aprender a mirar.

¡Adelante, creador!
Imagina otro mundo posible,
llámalo poesía, novela o canción,
pero no renuncies,
porque inventar significa abrazar
a los dioses que existan.

¡Adelante, alfarero!
Celebra a los que trabajan con las manos,
mira cómo transforman la tierra en pan,
cómo encienden las farolas de la ciudad,
cómo asfaltan las calles de los pueblos,
porque el mundo que viene
se empeñará en dejarlos de lado.

¡Adelante, loco!
Limita tu cordura a la oficina…
No, mejor no, ni siquiera eso.
Arma tus planes de fiebre,
afila tus ideas con imposibles,
porque todo parte siempre
de un abandona, déjalo.

Une tus pasos a la persona que amas,
sin importar su raza, sexo o religión.
Dile adiós si no puedes hacerla feliz,
aunque tú lo seas con inusitada claridad.
Pero, ay, amigo, si todo encaja…
si todo encaja, ponte el cuchillo entre los dientes
y enciende ese fuego cada día.

Ya casi hemos llegado.
Sube a la montaña, mira hacia abajo.
Comprueba que no hay cadáveres ni decepciones,
busca otra cima honesta que escalar,
porque no hay nadie más poderoso
que un jubilado satisfecho.

Calma, querido, calma,
reúne a los tuyos junto a la chimenea
y dales razones para volver.
Ponte una copa, ha sido suficiente,
disfruta viendo cómo se destruye
un tiempo que ya no es tuyo.
Habrás cumplido si eres capaz
de admirar a la inexperta juventud.

Quema mis porqués antes de irte,
hace mucho que encontraste los tuyos.
Escríbelos, déjalos en herencia
aunque vayan a consolar tan poco
como los míos hicieron contigo.

—————————————

Autor: Daniel Ramírez García-Mina. Título: Es sólo vivir. Editorial: Aguilar. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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