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7 poemas de Escala, de Ernesto Pérez Zúñiga

7 poemas de Escala, de Ernesto Pérez Zúñiga

Escala es el título escogido para proponer treinta años largos de producción poética.

Escala porque cada libro es un hito del viaje. De los primeros, apenas queda un relámpago.

Escala porque esta antología encuadra, a determinado tamaño, una parte de lo que se escribió.

Escala musical. Porque los poemas son construcciones musicales que usan la palabra para unir la misteriosa fluencia de imágenes, pensamientos e intuiciones que se amalgama en el verso.

Y «secreta escala» también, en palabras de San Juan de la Cruz. Cada libro un peldaño de conciencia.

Lo que importa es traer a la forma de la palabra lo que todavía no se había descubierto o expresado en uno.

La antología lleva un prólogo de Andrés Soria Olmedo, quien fue mi profesor en la Universidad de Granada. Él sitúa estos poemas «entre quienes Harold Bloom denominó The Visionary Company». Aporto un dato curioso, poético y que quizá supera la exactitud de la afirmación: ese libro de Bloom sobre los poetas románticos ingleses se publicó en 1971, el año de mi nacimiento.

***

Primer poema

Donde anclaron los marinos viejos barcos
y presagios que devuelve el mar,
tal vez los náufragos cumplan el enigma
y una gema brille entre las horas negras.

(El vigilante, 1991)

***

Canción de mercante

La noche se me parece
porque soy el más oscuro.
La cueva se te parece
por ser tú la más oscura.
Un desconocido oscuro
corre por mi calle en sombra.

(Ella cena de día, 2000)

***

Anémona

Aquí entre las horas peces

salpican segundos

de escamas de mano en mano

como trampas

tras trabas trabajos

como trampas

vivos

vamos.

Vi

 

calabozos diluidos

idos

locos

aquí entre las horas peces.

(Calles para un pez luna, 2002)

***

30 de marzo, por ejemplo

Te levantas sin más, tranquilamente, un domingo de marzo con cambio de hora,

mira el cielo: llueve,

pones agua y pan a calentar, y la habitación se llena de olores y del recuerdo de algunos muertos: un gesto, una costumbre, los alimentos que ellos preferían para el desayuno de las mañanas de domingo,

justo ese recuerdo

cuando muerdes el pan ya caliente, cuando intentas beber el líquido ardiendo, y puedes sentir todavía “lo caliente”, y te permites el lujo de maldecir “lo ardiendo”.

Los alimentos se adentran por tu cuerpo, los digieres, como los muertos hacían hace tan sólo unas semanas o unos años,

lo mismo da,

y tú te sigues preguntando: ¿qué haré esta mañana de domingo?

(Cuadernos del hábito oscuro, 2007)

***

Campo de batalla

Sabrás que regresaron los ángeles dormidos
a iluminar el campo de batalla,
la sangre de la tierra, ese barro
donde los dioses alzan sus legiones de autómatas.

Sabrás que regresaron buscando si venías
al campamento roto, ante la media luna clavada como una bandera
de donde resbalaba licor de plata viva,
la huella alquímica que presintió tu paso.
Sabrás que registraron espadas, cascos, armaduras,
sabrás que hicieron inventario
y declararon nulas vida y muerte
hasta encontrarte.

No esta noche, no “una noche más”, todas las noches.

Lo dicen al oído de los topos que cavan galerías en la ausencia,
lo escriben en los ojos de los pájaros que reman en tu mía madrugada.
Alas,
dijeron,
no esta noche, “no una noche más”, todas las noches.

Sabrás que descendieron los ángeles al sueño
y dejaron caer en la laguna destellos de monedas con tu efigie,
y piedras transparentes cuyo interior caminas.

Lo dicen al oído de los peces que narran tu recuerdo sobre el limo,
acarician las algas con corrientes,
se abandonan a ti
esta noche, una noche más, todas las noches.

Sabrás que regresaron
los ángeles con nuevas cicatrices.
Son diminutas llamas,
las heridas de lava con tu nombre.

(Siete caminos para Beatriz, 2014)

***

Has entrado en la puerta giratoria
Te veo desde fuera y desde dentro
Entras en mí o salgo hacia ti
Ya no hay ninguna diferencia

Entreabro mis membranas y me encuentro
un cabello tuyo

por ejemplo

Me abismo en el picor de mi garganta
y te observo navegando en mis pulmones

Como una muñeca rusa
soy yo el bosque que te contengo
eres tú el bosque que recorro
dentro del muñeco del mundo
que flota en el espacio
parpadeantes ojos de cristal
atónita presencia

Viniste como un panel solar
para activar el movimiento de mis piernas
Vendrás en naves con petróleo de estrellas
para que el mundo se ponga en pie dentro del aire
para que el mundo se siente en el sillón vacío
para que el mundo pueda tumbarse en un colchón de anémonas
muy tranquilo
dentro del mar

Has entrado en la puerta giratoria
Entro en ti o salgo hacia mí
Fuego en el Agua Aire en la Tierra
Cuatro elementos dentro de un círculo
El amor ha inventado la rueda

(Lance, 2021)

***

Carta XXXVIII

No hables más con los santos de manos guarnecidas.
No visites astrólogos ni cuelgues
en tu cuello el fulgor de los chamanes.
No entregues el poder de tu destino.
Laberintos te estrechan con recados
y elevan el estruendo de la mente.
Quédate en el misterio silencioso.
Deja que en ti fermente el reino.

Nacieron los diamantes recubiertos
de una costra rellena de consejas.
Pule el diamante, líbralo de tierra.
Desciende al interior del núcleo.
Habítalo.
La oscuridad es leña imprescindible.
La oscuridad es cueva de muebles destrozados.
Necesitaste todo lo que quemas.
Más madera vendrá. Verás más alto.

Se agrietará la costra hasta estallar.
Las palabras externas
ocultaban palabras
mejores.
Alumbrarán el centro del diamante.
Siempre el Misterio tuvo la palabra.

(Del libro inédito Cartas escondidas, 2023)

—————————————

Autor: Ernesto Pérez Zúñiga. Título: Escala. Poesía 1991-2023. Editorial: Sonámbulos. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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Danilo
Danilo
10 meses hace

Esto si es poesía ancestral