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9 poemas de Jorge Teillier

Jorge Teillier fue un poeta nacido en Lautaro, Chile, en 1935. Perteneció a la conocida como generación literaria de 1950 y comenzó a escribir poemas a los doce años. Estudió Pedagogía en la Universidad de Chile. Ejerció la docencia y el periodismo colaborando en importantes diarios y revistas. Formó parte del grupo Trilce y fue continuador de la herencia poética chilena representada por autores como Vicente Huidobro o Gabriela Mistral, a los que admiraba profundamente. En su obra también hay influencia de una caótica y larga lista de escritores entre los que figuran Jack Kerouac, Rainer Maria Rilke, Francois Villon, Antonio Machado, Dylan Thomas y Julio Verne y Robert Louis Stevenson por su predilección hacia los escenarios narrativos fantásticos y de aventuras. Íntimo amigo de Enrique Lihn, su amistad se rompió por completo como consecuencia de la boda de Teillier con Beatriz Ortiz de Zárate, antigua compañera de Lihn, derivando en un enfrentamiento abierto que llegó incluso a evidenciarse a través de duros golpes a las poéticas de uno y otro en diversos artículos y ensayos. El asesinato de Salvador Allende y la caída del gobierno de la Unidad Popular provocaron en el autor un profundo desasosiego y marcaron una relación de profundo amor-odio con su país. A diferencia de otros autores contemporáneos, no partió al exilio cuando se inició la dictadura de 1973 y su decepción respecto a la posterior realidad chilena se tradujo en un empeoramiento de su tendencia alcohólica. Fue galardonado con importantes premios como el Premio Gabriela Mistral y el Premio Alerce. Algunos de sus libros más destacados son Para ángeles y gorriones (1956), El árbol de la memoria (1961), Poemas del País de Nunca Jamás (1963), Muertes y maravillas (1971), Para un pueblo fantasma (1978), El molino y la higuera (1993) o En el mudo corazón del bosque (publicado póstumamente en 1997). Afirmaba que el poeta no debía significar sino ser y defendía el arraigo a los espacios rurales en una generación partidaria del éxodo hacia las ciudades. Sus textos se han traducido a múltiples idiomas y en España se han publicado antologías y estudios sobre su obra como Nostalgia de la tierra (Ediciones Cátedra, 2013) y Poemas de la realidad secreta (Visor, 2019). Murió en Viña del Mar el 22 de abril de 1996.

***

EDAD DE ORO

Un día u otro
todos seremos felices.
Yo estaré libre
de mi sombra y mi nombre.
El que tuvo temor
escuchará junto a los suyos
los pasos de su madre,
el rostro de la amada será siempre joven
al reflejo de la luz antigua en la ventana,
y el padre hallará en la despensa la linterna
para buscar en el patio
la navaja extraviada.

No sabremos
si la caja de la música
suena durante horas o un minuto;
tú hallarás –sin sorpresa–
el atlas sobre el cual soñaste con extraños países.
tendrás en tus manos
un pez venido del río de tu pueblo,
y Ella alzará sus párpados
y será de nuevo pura y grave
como las piedras lavadas por la lluvia.

Todos nos reuniremos
bajo la solemne y aburrida mirada
de personas que nunca han existido,
y nos saludaremos sonriendo apenas
pues todavía creemos estar vivos.

***

LOS TEJADOS SE INCLINAN

Los tejados se inclinan
bajo el peso de las lluvias
de infinitos inviernos.
Frente al violento resplandor
de los árboles frutales
una anciana dormita en la cocina.
Duerme porque ya hay demasiado tiempo,
porque ya no hay esposo,
ni hijos, ni fuego en la cocina.
El tiempo ha sido demasiado largo.

***

DESPEDIDA

Me despido de mi mano
que pudo mostrar el rayo
o la quietud de las piedras
bajo las nieves de antaño.

Para que vuelvan a ser bosques y arenas
me despido del papel blanco y de la tinta azul
de donde surgían ríos perezosos,
cerdos en las calles, molinos vacíos.

Me despido de los amigos
en quienes más he confiado:
los conejos y las polillas,
las nubes harapientas del verano,
mi sombra que solía hablarme en voz baja.

Me despido de las virtudes y de las gracias del planeta:
los fracasados, las cajas de música,
los murciélagos que al atardecer se deshojan
de los bosques de casas de madera.

Me despido de los amigos silenciosos
a los que sólo les importa saber
dónde se puede beber algo de vino
y para los cuales todos los días
no son sino un pretexto
para entonar canciones pasadas de moda.

Me despido de una muchacha
que sin preguntarme si la amaba o no la amaba
caminó conmigo y se acostó conmigo
cualquiera tarde de esas en que las calles se llenan
de humaredas de hojas quemándose en las acequias-

Me despido de una muchacha
cuyo rostro suelo ver en sueños
iluminado por la triste mirada
de trenes que parten bajo la lluvia.

Me despido de la memoria
y me despido de la nostalgia
–la sal y el agua
de mis días sin objeto–

y me despido de estos poemas:
palabras, palabras –un poco de aire
movido por los labios– palabras
para ocultar quizás lo único verdadero:
que respiramos y dejamos de respirar.

***

PARA HABLAR CON LOS MUERTOS

Para hablar con los muertos
hay que elegir las palabras
que ellos reconozcan tan fácilmente
como sus manos
reconocían el pelaje de sus perros en la oscuridad.
Palabras claras y tranquilas
como el agua del torrente domesticada en la copa
o las sillas ordenadas por la madre
después que se han ido los invitados.
Palabras que la moche acoja
como a los fuegos fatuos los pantanos.

Para hablar con los muertos
hay que saber esperar:
ellos son miedosos
como los primeros pasos de un niño.
Pero si tenemos paciencia
un día nos responderán
con una hoja de álamo atrapada por un espejo roto,
con una llama de súbito reanimada en la chimenea,
con un regreso oscuro de pájaros
frente a la mirada de una muchacha
que aguarda inmóvil en el umbral.

***

LETRA DE TANGO

La lluvia hace crecer la ciudad
como una gran rosa oxidada.
La ciudad es más grande y desierta
después que junto a las empalizadas del Barrio Estación
los padres huyen con sus hijos vestidos de marineros.
Globos sin dueños van por los tejados
y las costureras dejan de pedalear en sus máquinas.
Junto al canal que mueve sus sucias escamas
corto una brizna para un caballo escuálido
que la olfatea y después la rechaza.
Camino con el cuello del abrigo alzado
esperando ver aparecer luces de algún perdido bar
mientras huellas de amores que nunca tuve
aparecen en mi corazón
como en la ciudad los rieles de los tranvías
que dejaron hace tanto tiempo de pasar.

***

PEQUEÑA CONFESIÓN

BLUE

Veré nuevos rostros
Veré nuevos días
Seré olvidado
Tendré recuerdos
Veré salir el sol cuando sale el sol
Veré caer la lluvia cuando llueve
Me pasearé sin asunto
De un lado a otro
Aburriré a medio mundo
Contando la misma historia
Me sentaré a escribir una carta
Que no me interesa enviar
O a mirar a los niños
En los parques de juego.
Siempre llegaré al mismo puente
A mirar el mismo río
Iré a ver películas tontas
Abriré los brazos para abrazar el vacío
Tomaré vino si me ofrecen vino
Tomaré agua si me ofrecen agua
Y me engañaré diciendo:
«Vendrán nuevos rostros
Vendrán nuevos días».

***

NOTAS SOBRE EL ÚLTIMO VIAJE DEL AUTOR A SU PUEBLO NATAL (Fragmento)

7

Me cuesta creer en la magia de los versos.
Leo novelas policiales,
revistas deportivas, cuentos de terror.
Sólo soy un empleado público como consta en mi carnet

de identidad.

Sólo tengo deudas y despertares de resaca

donde hace daño hasta el ruido de alka
seltzer al caer al vaso de agua.

En la casa de la ciudad no he pagado la luz ni el agua.
Sigo refugiado en los mesones,
mirando los letreros que dicen «No se fía».
Mi futuro es una cuenta por pagar.

***

IMITANDO A UN FANTASISTA

I

¿Para qué buscar la gloria, tonta etiqueta
o publicar versos en absurdas revistas?
Las estrofas que un día dejó fluir mi mente
las comprarán por nada los libreros de viejo
y cual vuelo de becasinas se irán mis dedicatorias.

Pero, por lo menos, alguna hoja servirá
para que un niño fabrique débiles barquitos
o una pareja de amantes antes de subir a un hotel
lea un poema mío comprado en liquidación.

***

SI ALGUNA VEZ

Si alguna vez
mi voz deja de escucharse
piensen que el bosque habla por mí
con su lenguaje de raíces.

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Rocky
Rocky
2 años hace

Saludos desde Ecuador. ¡Gracias! La poesía de Teillier es uno de los tesoros que conservo muy cerca en la pequeña estantería de mi casa. ¡Que tremendo Poeta!