Eduard Farràs y el preludio inextinguible del aliento

Para llegar a ese irresoluble estado de contemplación, es necesaria la renuncia paulatina de lo que, en otro tiempo, significó esperanza. William Wordsworth lo constató en sus Insinuaciones de inmortalidad:

Hoy ya no es como fue,
me vuelva a donde quiera,
de día o por la noche:
las cosas que veía no puedo verlas ya.

Se diluye, pues, esa atávica nomenclatura de lo firme, de lo anudado a un núcleo azaroso que solventa la identidad. Se diluye en intrigas y causalidades nefastas, en teselas de imprecisas dimensiones que desmienten nuestra lucidez.

El último poemario del poeta barcelonés, Eduard Farràs Núñez, Anotar lo extinto, puede concebirse como un testimonio veraz de la duda y el consentimiento, de la fugaz desembocadura del otro y el recuerdo de todo cuanto debió concebirse extramuros de la noche. En su particular Autorretrato, John Ashbery describió esa grisácea inflexión que atenaza al poeta:

Un sesgo extraño de la memoria que atraviesa al modelo que sueña en el silencio del estudio mientras piensa si levantar el lápiz hasta el autorretrato.

Porque en ese autorretrato, tan evanescente y cautivo, los fragmentos del yo carecen de la recia trazada que asociamos con la vida. Esparcidos en una cronología que se antoja austera y exigente, el poeta construye un testimonio al que no podrá aprehenderse cuando desluzcan las antorchas de la palabra.

Pero la palabra poética de Eduard Farràs resiste con fuerza en los fúlgidos anclajes de una llama que no muere, de un resplandor que protege sus matices frente a la ruptura material que impone la memoria.

De tanto en tanto conviene sacudir
tu diario por la ventana,
es una alfombra infestada de ácaros.

Que expulse hojas de polvo al
toque lento de las campanas y
el otoño de las fases sepulte
la pérdida de páginas en blanco.

Páginas en blanco cuyo silencio nunca es superfluo, jamás perece en la atonía de lo que es frugal e innecesario. La poesía de Farràs es un reflejo de sus esfuerzos por detener la extinción de ese yo que amenaza con heterónima violencia. Con un lenguaje metálico y filoso, cosido a las terrosas hechuras de lo que no es asfalto, de lo que asciende por nuestros gruesos corredores de sangre y piedra para convertirse en palabra, en testimonio de lo que aún yace en los escombros de lo pretérito.

Cuando tu motor rugía vehemente,
la experiencia del recorrido lineal inquietó el asiento.

Siempre rompías el cristal
para saltar en la última parada.

Hoy subes al último convoy.

La ruta circular te sujeta
al carril del no será.

Es el destino irredento, extinto en las cuadraturas de la luz, lo que induce a Farràs a clausurar su propia rendición. Con un indudable dominio del sonido, de las rupturas si tienen tácticas que hacen crujir los matices de la palabra, el poeta nos empuja hacia un final teñido de blancura, de sosegado equilibrio, de súbitas iridiscencias que desmienten el olvido. Y lo que inicialmente pudo concebirse como un documento de lo que ya no será, resucita para el lector como el tránsito hacia un lúcido territorio en el que ese yo alojado en la otredad regresará, con aires triunfales, a los preludios inextinguibles del aliento.

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Autor: Eduard Farràs. Título: Anotar lo extinto. Editorial: RIL Editores. Venta: Todos tus libros.