Este thriller aúna las leyendas más escalofriantes de la mitología vasca con oscuros secretos familiares. Y lo hace en un escenario en el que destaca una central nuclear abandonada, una plataforma marítima y los imponentes paisajes de la costa vasca.
En este making of Alaitz Laceaga desvela las claves de La última princesa (Planeta).
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«En cada bosque hay un lobo». Eso es lo que dice un antiguo proverbio del País Vasco. Esta es una novela sobre lobos, sí, y también sobre monstruos; sobre los monstruos que se esconden a plena vista. La última princesa es una novela de cazadores de monstruos.
Nora Cortázar —la protagonista de esta historia— es criminóloga y jefa del departamento de Ciencias del Comportamiento de Interpol: Nora persigue monstruos, asesinos en serie; y además es profesora: enseña a futuros agentes de Interpol a cazar asesinos en serie. El primer monstruo que Nora cazó fue su propio padre: un famoso asesino al que delató cuando era apenas una adolescente. Eso proyecta una sombra permanente sobre ella y su familia. El regreso de Nora a su hogar, Lemóniz —el pueblo que abandonó 15 años atrás— para asistir al funeral de su madre, coincide con el hallazgo de un cadáver en la central nuclear —fuertemente vigilada por la Guardia Civil—, un lugar aparentemente imposible para colocar un cuerpo. La caza del asesino llevará a Nora a recorrer caminos que ya creía olvidados, como la relación dolorosa que la une a sus dos hermanos menores, el reencuentro con su primer amor de juventud o los oscuros secretos de su familia. Mientras persigue al asesino —que pronto vuelve a matar— Nora descubrirá que existe una relación entre la tumba de una misteriosa princesa celta descubierta en un yacimiento arqueológico cercano —donde se llevaban a cabo antiguos rituales sangrientos y sacrificios humanos —y los crímenes actuales que está investigando.
Para mí era importante reflejar bien la época en la que transcurre la historia, 1992; escribir un retrato lo más fiel posible a ese momento histórico: “El año de oro”. Los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Exposición Universal de Sevilla, los primeros teléfonos móviles o los protocolos y métodos de investigación policiales de la época, tan diferentes a como son en la actualidad.
Disfruto escribiendo en escenarios potentes y con una gran carga simbólica; en este caso, el paisaje de Lemoiz, la costa y los bosques que rodean la zona son el escenario perfecto para ambientar un thriller. La central nuclear terminada —pero nunca puesta en funcionamiento—, los bosques antiguos llenos de leyendas o la plataforma petrolífera frente a la costa son localizaciones poderosas para ubicar una historia que nos habla del peso del pasado pero también de qué escogemos hacer con ese pasado. «En cada bosque hay un lobo» sí, pero en estos bosques hay mucho más que lobos; también vamos a encontrar dioses antiguos, leyendas, criaturas de pesadilla —que esperan hasta la medianoche para salir de su escondite— o viejos rituales de los pueblos celtas.
Mientras escribía esta historia pensaba constantemente en esos monstruos que forman parte de nuestra vida o de nuestro entorno más cercano, pero también en los monstruos de los cuentos de hadas, de las leyendas o el folklore que viven en nuestra imaginación y en nuestras pesadillas. Sí, La última princesa es una historia de los monstruos que nos asustan, pero también es una historia de los monstruos que perseguimos, de los monstruos que cazamos.
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Autora: Alaitz Leceaga. Título: La última princesa. Editorial: Planeta. Venta: Todostuslibros.


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