Desde hace poco más de un par de décadas, el tatuaje ha vivido un enorme crecimiento. Lo que antes era un elemento subcultural y marginal ahora se ha vuelto la norma: si antes lo raro era ver un tatuaje, hoy lo extraño es ver un cuerpo que no esté tatuado. Este libro explica por qué ese cambio es una gran metáfora de cómo también ha cambiado nuestro mundo.
En este making of Pablo Cerezo explica cómo escribió El cuerpo enunciado (Siglo XXI).
*****
La primera vez que me tatué me daban absolutamente igual los tatuajes. Cinco años después escribí un libro sobre ellos. En el durante aprendí tres cosas sobre escribir.
Quien se ha tatuado lo sabe: durante las horas que siguen a cualquier tatuaje uno toma una consciencia distinta de su cuerpo. No sólo porque todo tatuaje es una herida que tiene que ser observada y cuidada para que sane bien, sino porque tatuarse es transformar el cuerpo para siempre y lleva tiempo asimilar ese cambio. Andaba una tarde de primavera por el centro de Madrid atento aún a mi cuerpo transformado, cuando observé en una plaza a distintos grupos de gente, más o menos de mi edad, con tatuajes más o menos similares a los míos en la misma zona en la que yo me acababa de tatuar. La intuición de que en ese encuentro fortuito estaban reunidas muchas de las tensiones de nuestro tiempo me atravesó como un rayo.
Desde entonces me obsesioné con los tatuajes. Acudí a convenciones, entrevisté a tatuadores y tatuados, leí todo libro que caía en mis manos, indagué en estilos, técnicas y motivaciones. Yo, que me había tatuado por primera vez simplemente porque mi hermana pequeña me lo había pedido como regalo de graduación, de pronto encontré en el tatuaje la ventana ideal para mirar al mundo.
Sin embargo, conforme más investigaba más contradicciones encontraba: ¿cómo puede ser el tatuaje un ejercicio de reflexión individual si lo exponemos a la mirada de todo el mundo? En una sociedad hipermercantilizada, ¿es una señal identitaria o un añadido más a la consagración del individuo como empresario de sí mismo? ¿Cómo es posible que existan modas en algo tan perenne como los tatuajes? Tantas preguntas resultaban paralizantes.
El cuerpo enunciado era mi primer libro. Necesitaba encontrar un camino claro, respuestas sencillas y solventes, una estructura lógica para el texto. Pero conforme más ahondaba en la estructura del mismo más complejo se volvía todo. Siempre quedaban cosas fuera; toda idea terminaba con un «sí, pero». Afortunadamente, cuando estaba a punto de darme por vencido, un libro me arrojó un poco de luz. Siglo XXI, que sería mi casa editorial meses después, editó un magnífico libro de historia sobre la vida de la última generación de la Unión Soviética. En el prólogo de Todo era para siempre hasta que dejó de existir su autor, Alexei Yurchak, argumenta que pensar es, sobre todo, pensar la contradicción. Y ahí, de pronto, encontré lo que andaba buscando.
Lo que hasta entonces se me aparecía como limitante, como los potenciales fallos del texto (sus incongruencias, ambivalencias y contradicciones), me di cuenta de que eran, en el fondo, el material con el que trabajar. Escribir, entendí, no va tanto de descubrir respuestas sino de ahondar en las preguntas mientras afloran las intuiciones, contradicciones y nuevos interrogantes. Escribir ensayo, ensayar, tiene más que ver con la duda que con la aseveración. Es, sobre todo, una predisposición ante la duda; una manera de explorar.
Desde esa premisa, de pronto era más sencillo articular el libro. Las contradicciones pasaron de ser problemas que tenía que dejar resueltos antes de iniciar la escritura al eje desde el que podía ir tejiendo cada uno de los capítulos: ¿nos tatuamos para vernos o para ser vistos? ¿El tatuaje nos adhiere o nos diferencia del grupo? ¿Tiene sentido en un mundo que se descompone? ¿Es una huida o una celebración? El libro quedó atravesado por un sinfín de contradicciones que, afortunadamente, aún no se han resuelto.
2.- Escribir es rodear los huecos
Habiendo resuelto el índice, faltaba lo complicado: ahora tocaba escribir. Antes que autor soy librero. La relación que tengo con los libros está condicionada por mi relación con Pérgamo, el espacio en el que trabajo y en el que por aquel entonces pasaba fácilmente un 80% de mi semana. Con ironía borgiana, tener acceso privilegiado prácticamente a todos los libros publicados en España era una fuente de inspiración sin igual, al mismo tiempo que inquietantemente paralizante. Me crucé por mero azar con libros que fueron fundamentales en la construcción de El cuerpo enunciado, pero toda lectura me llevaba a cinco más, en una montaña de libros pendientes que no hacía más que aumentar. Cada boletín de novedades me arrojaba nuevos títulos que podían ayudarme con mi libro. Pérgamo se volvió una fuente inagotable y por tanto inabarcable.
Como librero he tenido que aprender a leer de nuevo. Cuando uno se ve rodeado de libros es imposible que la vorágine no termine por abrumarle y paralizarle. Aprender a leer es aprender a soltar, y es que toda lectura implica un duelo con todo lo que nos gustaría leer y sin embargo no tenemos tiempo para hacerlo. Por tanto, toda biblioteca se construye a la par en torno a obsesiones y ausencias. En una biblioteca se ven los devenires vitales de cada cual y los grandes agujeros que ese caminar ha ido dejando a su lado.
Pensaba que como librero ya había asumido esa lección. Sin embargo, me tocó volver a hacerlo como autor. Escribir, aprendí de nuevo, implica ir dejando grandes huecos: temas que te gustaría tratar, pero no tienen cabida en tu libro, referencias que podrían ser útiles pero que no alcanzas a leer, ideas que no tienes capacidad para desarrollar. Para escribir, al igual que para leer, uno tiene que aprender a dejar ir.
Como una biblioteca o un libro, el cuerpo del tatuado también se construye en torno a obsesiones y huecos. La vida del tatuado consiste en ir llenando esos espacios con nuevas piezas.
3.- La escritura, como los tatuajes, es un ejercicio colectivo.
Solemos vincular ambos a un ejercicio de profunda individualidad que responde a reflexiones íntimas y en soledad. En el libro dediqué mucho tiempo a explicar por qué el tatuaje es un espacio de interconexión mucho más claro de lo que solemos pensar. Lo mismo, argumentaría ahora, pasa con la escritura. Toda idea es colectiva, toda reflexión se inserta en un legado que la explica.
Cada jueves en Pérgamo un grupo de amigues nos rodeamos cuando la librería cierra en torno a un par de textos que hemos escrito. La persona que comparte su texto esa semana paga las cervezas y pasamos varias horas sentados, rodeados de libros, comentando el trabajo de cada cual. A ese taller le debo muchas de las reflexiones que aparecen en El cuerpo enunciado. Le debo también las aclaraciones cuando el texto era más opaco y las guías cuando yo andaba más perdido. Pero, sobre todo, la constatación de que los libros y los tatuajes son importantes porque nos permiten reunirnos en torno a una mesa.
————————
Autor: Pablo Cerezo. Título: El cuerpo enunciado. Editorial: Siglo XXI. Venta: Todostuslibros.


Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: