John Burningham nunca fue un virtuoso del dibujo. Su pericia estaba por debajo de la de otros, pero pocos alcanzaron un nivel como el suyo en el arte de hacer álbumes, donde se le reconoce, con justicia, como uno de sus grandes maestros. El talento de Burningham residía en algo mucho más importante que la capacidad técnica: nacía de su inteligencia para detectar temas importantes en la infancia y, sobre todo, de su forma de encarnarlos de un modo de apariencia sencilla que, en realidad, da muestra de una extraordinaria capacidad de observación y de gran sabiduría en el arte de trasladar las imágenes de la mente a las posibilidades del libro. Ambas cosas encontraban cauce en la comedia, en una mirada risueña capaz de acercarse de un modo vivo a la experiencia cotidiana.
Justo en ese punto irrumpe la comedia. No es el realismo o el patetismo lo que caracteriza la estética de Burningham sino una plasmación viva de las emociones en toda su magnitud (una realidad colmada), de ahí que puede recurrir a una suerte de “magia cotidiana”, a la fiebre de la comedia. En este álbum es un simple aguacate quien obra el milagro. El asunto tan frecuente de un capricho del gusto, relativamente habitual en todos los hogares, permite la inmersión del álbum en lo cómico. El bebé se convierte en un forzudo de cine mudo, capaz de desplegar sus habilidades prodigiosas (cargar con un piano, desafiar a un ladrón…). “Cuidado con el bebé”, decide colgar la familia en la puerta del jardín.
Es el preludio al final del álbum, donde Burningham se reserva su golpe maestro, marca de la casa: dos dobles páginas seguidas (señal de fuerza) donde el bebé levanta con sus brazos a dos bravucones que han molestado a sus hermanos mayores. El manierismo con que, en primerísimo plano poderoso, el lector visualiza el antes y el después de la caída de los matones sobre un charco, encarna el sentido último del talento de Burningham: su capacidad para supeditar el realismo de lo visible al poder de lo imaginado (lo soñado, lo recordado, lo fantaseado) por la imaginación infantil. El dibujo alcanza la dimensión triunfante de la leyenda frente a la historia. Y una vez evidenciado esto, la vuelta bienhumorada a la realidad: el colofón final de un plano donde el bebé que acaba de realiza la gesta muestra su tamaño real, pequeño, metido en su cuna, colocada sobre una mesa donde observamos botellas de leche, peines, guantes, llaves, una cartera… Objetos de la realidad que devuelven las cosas a su sitio. El pequeño descansa en su cuna y el lector cierra el álbum con una sonrisa.
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Autor: John Burningham. Título: Bebeguacate. Editorial: Galimatazo. Traducción: Ellen Duthie. Venta: Todostuslibros



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