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El emperador de los sueños

El emperador de los sueños

El planeta de los muertos y otras historias de ficción extraña (2025) es el cuarto volumen de relatos que la editorial Valdemar nos ofrece, producto de la imaginación y el buen hacer literario de Clark Ashton Smith (1893-1961). A este volumen le han precedido Cuentos de Averoigne (GOT 123, 2021), Hiperbórea y otros mundos perdidos (GOT 96, 2014), Zotique, el ultimo continente (GOT 86, 2011) e Historia de la princesa Zulkaïs y el príncipe Kalilah: El tercer episodio de Vathek (CD 108, 1999). Tanto el libro que voy a comentar como Hiperbórea están provistos de sendos trabajos introductorios de Jesús Palacios, autor de la selección de los textos contenidos en este libro, que permitirán a los lectores tomar conocimiento preciso del autor, la época y sus influencias.

No es autor ajeno a los lectores de Zenda: Laura di Verso, Lorenzo Luengo

El año 1893 vio el desarrollo de la Feria Mundial de Chicago, “Columbian World’s Fair”, en homenaje a Cristóbal Colón (1451-1506), la inauguración del primer estudio cinematográfico de la historia, el “Black Maria” de Thomas Alva Edison (1847-1931) en Menlo Park (West Orange, New Jersey) y la fórmula inicial de la Coca-Cola. El Capitán B. F. S. Baden-Powell (1857-1941) realizó experimentos con cometas que levantaban hombres a partir de 1893. En su momento serían esenciales en la Artillería. En España apareció el primer mapa meteorológico.

"Todas estas historias rebosan de formas, ángulos y colores ultraterrenos. Salvo uno, publicado en 1953, el resto pertenece en su abrumadora mayoría a la primera mitad de los años 30"

Lovecraft (1890-1937), que mantuvo con Ashton Smith amistad y correspondencia, le tenía en muy alta consideración como escritor y escribió: “Nadie pulsa mejor la nota del horror cósmico que Clark Ashton Smith. Quizá no haya escritor vivo o muerto que supere la abrupta y demoníaca ajenidad de su fértil y extraordinaria imaginación. ¿Quién más ha contemplado visiones tan exuberantes, febrilmente distorsionadas y magníficas, de esferas infinitas y múltiples dimensiones y ha vivido para contarlo?”.

El volumen contiene dieciséis relatos, la mayoría de los cuales pertenecen al subgénero de la ciencia ficción, uno de los más significados en el siglo XX, perteneciente por pleno derecho a la ficción sobrenatural, en este caso en la vertiente concreta de narrativa interplanetaria. Todas estas historias rebosan de formas, ángulos y colores ultraterrenos. Salvo uno, publicado en 1953, el resto pertenece en su abrumadora mayoría a la primera mitad de los años 30, la era del swing y la Gran Depresión y por descontado la era del pulp y las revistas que la vehicularon. Salvo una historia publicada en el Auburn Journal, la pequeña localidad californiana donde Ashton Smith pasó  la mayor parte de su vida, los relatos contenidos en este volumen vieron la luz en este tipo de publicaciones. En este volumen se han recuperado las versiones originales, más allá de las muy comunes por entonces manipulaciones de los editores.

"Desde muy temprano Clark Ashton Smith, hijo único de padres bien avenidos y amorosos, mostró claras tendencias introspectivas, manifestando reserva cuando no temor ante las multitudes"

La literatura popular de esta época anterior a la televisión (cito libremente y pervierto quizá lo que dice Jesús Palacios) implicó una ruptura con el consenso iconográfico y narrativo, en muchos casos más intenso, espontáneo y significativo que el provocado por las vanguardias artísticas del tiempo precedente. La producción de historias e imágenes absolutamente desquiciadas, en el sentido literal del término, abrió camino a una peculiar síntesis de horror, fantasía oscura, especulaciones filosóficas ocultistas y conjeturas sobre supuestos científicos. Como si una mitología arcana, fuertemente olvidada, sumida en las profundidades de lo inconsciente, tratara de resurgir con la fuerza telúrica del magma volcánico. Tuvo su comienzo, tuvo su final y, como todo lo que yace eternamente, llama a ser reactivado:

Porque Tú te escondes en la noche constelada o moras en el átomo profundo…

Desde muy temprano Clark Ashton Smith, hijo único de padres bien avenidos y amorosos, mostró claras tendencias introspectivas, manifestando reserva cuando no temor ante las multitudes, características que sin duda enriquecieron su obra imaginativa y contribuyeron a una existencia en gran medida solitaria. Ashton, como le llamaban algunos de sus mejores amigos, fue, desde sus comienzos precoces, un poeta, un escritor en gran medida autodidacta al que podemos incluir perfectamente en la corriente simbolista californiana. Fiel seguidor, pues, de la estela de Charles Baudelaire (1821-1867). Un critico norteamericano contemporáneo, Thomas Bertonneau, percibe una secuencia que se desliza desde Joseph de Maistre (1753-1821) y Edgar Allan Poe (1809-1849) hasta el poeta de Las flores del mal, para continuar (renovada) de Poe y Baudelaire a Clark Ashton Smith.

"Había iniciado una singular deriva creativa hacia las artes plásticas, en concreto el moldeamiento de extrañas estatuillas inspiradas muy posiblemente en el mundo precolombino"

Publicó su primer poemario a los 19 años y conoció a George Sterling (1869-1926), “el rey sin corona de Bohemia”, un muy valorado poeta de su tiempo. El Bohemian Club, al que se hace referencia, era una asociación fundada en 1871 que proponía reuniones en una bella arboleda donde convergían artistas y miembros de la clase alta de San Francisco. Y en una de sus representaciones teatrales estuvo como figurante nuestro joven artista. Sterling le tomó bajo su manto protector y le introdujo en determinados círculos literarios que contaban, entre sus luminarias, a gentes como Jack London (1876-1916), Ambrose Bierce (1842-1914), Gertrude Atherton (1857-1948) o Brett Harte (1836-1902). La editorial Verbum ha publicado dos de sus libros en edición bilingüe, con traducción de Adriana García Carreño: El testimonio de los soles (2022) y El vino de la hechicería (2024).

En cuanto al conocimiento de la obra poética de Clark Ashton Smith en lengua española, resulta esencial el libro Los ojos de circe: Prosa poética y otros poemas, publicado en el año 2020 en “la Biblioteca del Laberinto”, en versión y traducción de Francisco Arellano (1953-2022). El volumen contiene entre otros materiales el poemario Sándalo (1925), los poemas publicados en Weird Tales (1923-1953), su abundante prosa poética y otros materiales, entre los que destacan algunas incursiones del “Keats de las sierras”, como le llamaban cariñosamente en su juventud, en lengua castellana, que, como tantas otras cosas, aprendió por su cuenta.

Una cadena de desgracias (la muerte de su madre (1935), el suicidio de Robert E. Howard (1936), la muerte de Lovecraft (1937) y el fallecimiento de su padre (1937), al que cuidaba) puso punto final a su etapa de máxima creatividad en la elaboración de relatos. Poco antes había iniciado una singular deriva creativa hacia las artes plásticas, en concreto el moldeamiento de extrañas estatuillas inspiradas muy posiblemente en el mundo precolombino… o en eras aún más arcaicas y olvidadas. Fue desde siempre aficionado al dibujo e ilustró algunas de sus obras.

"De aquí han sacado sin duda muchos ufólogos sus ideas sobre las abducciones y los crueles experimentos supuestamente implicados en ellas"

Los dieciséis relatos que nos ocupan, la mayor parte de ellos de ciencia ficción, tienen una cosa en común: sus personajes sobreviven, en la medida que lo consiguen, en lugares donde nunca debieron estar. Hay un existencialismo trágico subyacente que impregna toda su obra, por lo demás repleta de exotismo e ironía. La atracción del abismo y un misticismo singular y extraterreno se solapan con la sed insaciable de belleza del artista. Su daimón se hace presente, inspirándole una potente eficacia narrativa, en varias narraciones. Esto se manifiesta de manera determinante en uno de los mejores relatos del volumen, “La ciudad de la llama que canta” (1931), donde accedemos a un concepto que preludia a Ballard (1930-2009): la Dimensión Interior. Menos lírico pero no por ello menos genial y sorprendente es el oscuro giro de tuerca, sobre las ideas y la trama que vertió H. G. Wells (1866-1946) en La guerra de los mundos. Lo encontramos en el sorprendente relato “La plántula de Marte” (1931), donde se encuentran el fin del mundo y una peculiar e inquietante visión de la concretización del vector utópico.

Las historias más atrevidas de este volumen no son las publicadas en Weird Tales sino en Wonder Stories (1929-1955), publicación fundada por el autentico padre de la ciencia-ficción norteamericana, el ingeniero eléctrico luxemburgués Hugo Gernsback (1884-1967).

“El planeta asombroso” (1931) recoge escenarios absolutamente alucinógenos pertenecientes a una metrópoli extraterrestre, durante la visita forzada que los astronautas terrícolas realizan a un planeta de la constelación de la Serpiente. De aquí han sacado sin duda muchos ufólogos sus ideas sobre las abducciones y los crueles experimentos supuestamente implicados en ellas. También perteneciente a Wonder Stories es la historia “El dios del asteroide” (1932), donde lo ultrasideral y lo transcósmico muestran toda la carga de lo inhumano en la minuciosa descripción de un trágico naufragio espacial. Es una de las piezas más logradas de esta antología.

"La inmensidad estelar y la esfera interior, donde habita la loca de la casa, permitía a sus personajes, envueltos meticulosamente en trajes de buceo, afrontar con entereza heroica, no sólo estoica, la desorientación constitutiva del infinito"

Gran parte de las narraciones tienen relación con una botánica extraterrena dotada generalmente de una potencia demoníaca, como puede leerse en “El demonio de la flor” (1933), una fantasía oscura de corte decadentista. O la fantasía sobre una sustancia alucinógena vegetal fósil extraterrestre futura que permite acceder a otra síntesis de lo real, netamente desestabilizadora y letal, “La droga de Plutón” (1934). Contemporánea curiosamente del descubrimiento de este elemento.

Los relatos desarrollados en el planeta Marte son impagables por su bizarra configuración y fantasía. Fue precedido en ello por Edgar Rice Burroughs (1875-1950), gran maestro del pulp, e inspirador sin duda de Ray Bradbury (1920-2012).

Relatos como “El devoto del mal” (1933) y “Creador esquizoide” (1953) dan cuenta de las inquietudes filosóficas de aquel a quien Lovecraft (E’ch Pi El) llamaba Klarkash-Ton. Dos narraciones que estoy seguro leyó y disfrutó otro californiano levantisco como fuera Anton Szandor Lavey (1930-1997)

Mucho antes que el autor de “El mundo sumergido” (1962) o “Crash” (1973) iniciara la exploración del mundo interior, confrontándolo demasiado maniqueamente con las conquistas de la era del espacio, Clark Ashton Smith fue capaz de gestionar su coexistencia alquímica en una formula literaria fecunda. La inmensidad estelar y la esfera interior, donde habita la loca de la casa, permitía a sus personajes, envueltos meticulosamente en trajes de buceo, afrontar con entereza heroica, no sólo estoica, la desorientación constitutiva del infinito y la confrontación aterradora con lo inescrutable. La literatura no es más que una sombra

y en el horizonte de la vibración
refulge la verde llama…

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Autor: Clark Ashton Smith. Título: El planeta de los muertos y otras historias de ciencia ficción extraña. Traducción: Marta Lila Murillo. Editorial: Valdemar. Venta: Todos tus libros.

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