Hay libros que nos dicen de dónde venimos, aunque no los abramos desde hace siglos. Entre ellos están las Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique. Y conviene recordarlas de vez en cuando porque tal vez —con permiso de Quevedo, Bécquer, Miguel Hernández y Machado— sean de los mejores versos escritos en lengua española. No sólo por lo que dicen, sino porque, como los buenos aceros, cortan igual hoy que hace quinientos años. No sé si todavía se leen en las escuelas, y prefiero no saberlo; pero los chicos de mi generación los sabíamos de memoria. La genialidad de Jorge Manrique no fue inventar un lamento, pues elegías había muchas en el siglo XV. Lo absoluto es que convirtió la muerte de su padre en lección moral conectada con lo mejor de la tradición clásica. Mientras otros lloraban a sus muertos con artificios retóricos, él supo mirar al mismo tiempo a Roma y a la fe cristiana —que era la de su época— con una elegante, tranquila y asombrosa transparencia.
Pero no basta con terminar bien, señala el hijo poeta. Hay que dejar memoria adecuada a la vida que se vivió. En eso entra más legado romano: la fama. La vida de los muertos está en la memoria de los vivos. Jorge Manrique, idealizando a su padre, lo convirtió en un monumento de versos limpios, duros como pedernal, sin adornos superfluos. Porque en Castilla el medro y la gloria se ganaban con la espada, pero la eternidad la otorgaba la palabra. Tal es su grandeza, mezcla de estoicismo romano, cristianismo medieval y laconismo sin rodeos: Dio el alma a quien se la dio. Vida como río que acaba en la mar. Muerte que iguala a reyes y mendigos. Virtud que vence al tiempo.
En eso pensaba hoy, hojeando uno de mis viejos libros escolares donde aparece una figura de la época de Jorge Manrique, el monumento funerario de un soldado. Y me dije, al contemplarlo más de medio siglo después de haberlo leído y estudiado en clase, que hay imágenes que resumen un país entero. Ésta se encuentra en la catedral de Sigüenza y es la de un joven caballero reclinado, la espada cerca, leyendo un libro que nadie ha podido identificar. Es el Doncel de Sigüenza, que lleva quinientos años desafiándonos a averiguar qué texto sostiene entre las manos.
Quizá un salterio, aventuran los prudentes. O un libro de horas. Pero deseo creer que el muchacho de piedra lee las Coplas por la muerte de su padre. Sería un detalle perfecto, porque Jorge Manrique levantó con ellas un monumento más perenne que el bronce, más sólido que un sepulcro. Versos escuetos e implacables que no envejecen porque dicen la verdad sin adornos: la vida es breve, la muerte iguala, la virtud y la memoria son las únicas formas de vencer al tiempo. Ese fue el tributo a don Rodrigo, su padre. Años después, en una Castilla de polvo y frontera, otro padre —don Fernando Vázquez de Arce— encargaría un monumento distinto para su hijo muerto en la guerra de Granada: el Doncel. Pero no lo hizo esculpir yacente, ni rezando como era costumbre, sino leyendo. Leyendo cual si en ese libro abierto estuviera la última verdad: que la gloria terrenal caduca y sólo la palabra permanece.
Así fue cómo la tradición pudo hacerse piedra. Jorge Manrique dio versos a su padre, eternizándolo en la memoria, y el padre del Doncel dio un libro a su hijo, eternizándolo en mármol. Dos gestos unidos en la certeza de que el buen morir justifica la vida de un ser humano. Tal vez, como digo, en su lectura eterna el Doncel no lea otra cosa que esas Coplas, y por eso la imagen me conmueve tanto. Parece que dos destinos se entrelacen: el del poeta soldado que escribió con tinta lo que la muerte no podía arrebatar, y el del joven caballero que lee, en su tumba, las palabras que lo acompañarán para siempre. Diálogo secreto entre piedra y papel, entre memoria escrita y memoria esculpida. Entre un hijo que llora a su padre y un padre que coloca un libro en las manos de su hijo muerto.
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Publicado el 19 de septiembre de 2025 en XL Semanal.


La leche con Séneca: “quien aprendió a morir no es esclavo de nada”. Menuda críptica lección.
¿Y cómo se hace eso? Desde luego no con la experiencia, pues cuando se muere se muere, sin segundas oportunidades para volver a intentarlo con más clase, valentía, glamur, nobleza o pose. Tal vez se consiga viendo morir a otros, en plan médico de urgencias o soldado, o leyendo sobre el tema (como con esas Coplas) aunque no se trate de una sabiduría de primera mano.
A mi la respuesta que más me satisface es un contrasentido: se aprende a morir viviendo, conociendo la alegría del triunfo, la amargura de la derrota, el empuje del desafío, la angustia del miedo, la leceración vengativa del dolor, la satisfacción del buen hacer, del buen leer y del deber cumplido, se aprende con el amor y la fe, o alcanzando el convencimiento de la esperanza al haber jugado bien tus cartas en la vida. Eso, como en un juego, respetando las reglas que tu mismo te has impuesto.
“Ceci tuera cela”. ¿Por qué confrontar piedra y papel? Se resolvió el dilema. Viva el maridaje. ¡Chúpate esa, Victor Hugo!
Y gracias, A.P.-R.
Bueno, tomándomelo con filosofía, me propongo alcanzar el máximo de negativos gracias a la Panda Torquemada. Voy a ello.
Mi niñez fue creciendo con un fondo cultural hispano, muy nuestro, de grandes versos, de grandes palabras de grandes literatos. La figura de Jorge Manrique siempre me atrajo: por guerrero y por poeta. Las espadas, escudos y armaduras jalonaban la imaginación de aquellos niños de mi época. Tener una espada de madera era uno de nuestros bienes más preciados. En el juego, las batallas imaginadas; en el colegio, la poesía, las letras.
Hoy, después de tantos años o de tan pocos, por su rapidez en el pasar, al leer estos versos, mejor dicho, recordarlos, cobran nuevo sentido las palabras y son un consuelo, un prepararse para el bien morir, como los consejos de los estoicos dictan. Este gran poeta-guerrero dejó frases inmortales: “Este mundo es el camino para el otro, que es morada sin pesar… “.
Pasábamos un día con Jorge Manrique, aprendiendo a concluir la vida que estábamos comenzando a vislumbrar y, al siguiente, gozábamos de la alegría de vivirla con el Marqués de Santillana, sus serranillas y su vaquera de la Finojosa, de la que todos los de nuestra época nos hemos enamorado imaginándonosla, trotando por verdes prados con la melena al viento, cerca de una arrollo de cristalinas aguas y un bosque, cual ninfa griega que permanecerá eternamente joven, como nuestro recuerdo e inalcanzable como nuestros deseos.
Eterno. El Doncel. Leyendo por toda la eternidad. Obra maestra del gótico tardío hispano. Relajado, feliz. Rompe con la manida y tétrica representación escultórica de las tumbas. El Doncel está vivo. De nuevo, la espada y las letras. Tiene, don Arturo, toda la lógica que esté leyendo, extasiado, las Coplas de Jorge Manrique. Otro ejemplo de guerrero muerto en la batalla y lector.
Para mí, el último párrafo de don Arturo es espectacular. Llega a lo más hondo. Me ha conmovido.
El joven leyendo. Eterno.
Saludos a todos y un saludo muy especial al Club Torquemada.
Buenas noches, Amigo. Le echaba de menos y ya pensaba -equivocado- que los cobardes del Gulag del abecedario de Kolimá o los del Guantánamo literario, tanto dan unos que otros, le habían a usted y algunos más hartado, con sus cuentas trucadas para puntuar negativamente al intelecto, a la mesura y a la conversación.
A lo mejor es sólo uno, tal vez pocos más esos boniatos; duchos únicamente en lo de la informática o la I.A. esa para poner rojos (normal) donde antes se había primado y premiado el ingenio, la sabiduría y la compostura. Pues bien, haciendo nuestro su lema ¡No nos moveréis! Para que conste.
Muchas gracias sr. B. En esta huerta, la verdad es que podemos observar, sin mucho esfuerzo, que el porcentaje de boniatos y de cebollos va aumentando. Es la tropa que, en lugar de leer a Jorge Manrique, a don Arturo o a Claudio Sánchez-Albornoz, lee el Manual de Resistencia. Qué vómito.
Lo que sugiero a la gestión de Zenda, si tienen a bien, es que, si no tienen una forma válida de evitar la fraudulencia (están acostumbrados a la corrupción), que sería lo más deseable, los votos múltiples, reflejo de su múltiple negatividad, por lo menos separen los positivos de los negativos y figuren aparte. O sea, dos entradas, una para los negativos y otra para los positivos.
Pero, bueno, ya lo dijo Einstein cuando le presentaron a Zapatero: “Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”. Aunque ya, antes, Ernest Renan dijo mientras veía los telediarios de TVE: “La estupidez humana es lo húnico que nos da una idea del infinito”. Y Voltaire, cuando vió la película “El cautivo”, añadió: “La idiotez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre sino los demás”. También se puede mencionar a don Arturo en uno de sus alatristes:
“– ¡No queda sino batirnos! (añadió el poeta al cabo de unos instantes). – ¿Batirnos contra quien Don Francisco?. – ¡¡Contra la estupidez, la maldad, la superstición, la envidia y la ignorancia!!”.
Todavía no sé lo que haré, según lo que demande mi ánimo.
Un abrazo.
Bueno, pues nada, específicamente para ellos, los del club Torquemada, unas sencillas palabras.
Y para los que la palabra no vale un ardite, para los que lo niegan todo, para los que negativizan sin argumentar, para los esconden la mano, para todos los que las otras opiniones odian, para los de mente plana, para los que debatir es un delito, para los políticamente correctos, para los que no soportan contrarias opiniones, las siguientes palabras dedico:
Ni miento ni me arrepiento,
ni digo ni me desdigo,
ni estoy triste ni contento,
ni reclamo ni consiento,
ni fío ni desconfío;
ni bien vivo ni bien muero,
ni soy ajeno ni mío,
ni me venzo ni porfío,
ni espero ni desespero.
No son mías. Qué más quisiera yo. Son de Jorge Manrique, el maestro. En mi opinión son de una gran profundidad y se les puede dar muchos sentidos. Es un placer reflexionar sobre ellas… si se es capaz.
Dicho esto, y para que no les sirva, semana a semana, de vil entretenimiento, quizás deje de escribir en este foro del Bar de Zenda ya que me parece que se ha convertido en letrina en la que ciertas gentes excrementan.
Como dicen en mi pueblo, antes morir que perder la vida…
No haga caso de esa cuadrilla de ineptos y siga comentando con fervor y generosidad.
Saludos.
La verdad, sr. A. es que, quitando a los necios, se ha formado un grupo de debate bastante agradable. Por ello, por envidia, por estupidez, siempre hay quien desea terminar con estas cosas.
No importa disentir, argumentar en contra de las opiniones de las que no estás de acuerdo. Pero insultar, agraviar, y desautorizar personalmente o tergiversar las valoraciones con votos múltiples (votos múltiples = estupidez supina), son prácticas totalitarias.
Muchas gracias, sr. A.
Saludos.
Debes volver a leer lo que ha escrito arriba:
…..ni me venzo ni porfío,…….
Saludos.
Estimado amigo, me uno a lo dicho por el también estimado señor Aguijón. Mucho deben envidiarle los que se dedican a ponerle negativos sin ton ni son, para mí esa es la explicación más obvia. Ya le he dicho muchas veces cuánto me gusta leer lo que escribe en este foro, le leo todos los jueves, casi siempre es usted el primero en escribir, hoy no ha sido así y me he preocupado… Un fuerte abrazo y no haga usted ni caso a los que no lo merecen.
Muchas gracias doña Irene, es usted muy amable. Como siempre, quedo a sus pies, señora. Por la palabra, tanto escrita como hablada, se vislumbra en usted la inteligencia. Por ello intuyo (intuición masculina que también haberla hayla) que es usted inteligente, como la mayoría de las féminas (no se puede decir lo mismo de los varones).
La verdad es que esta semana he dudado si escribir o no. Estas pocas líneas me sirven un tanto de consuelo muchas veces, también de desahogo político-escatológico y también un volcado de mis profundas crisis nostálgicas.
Si me lo permite usted y para usted, van ahí estas palabras de una poesía de Juana Inés de la Cruz:
En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?
Yo no estimo tesoros ni riquezas;
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi pensamiento
que no mi pensamiento en las riquezas.
Y no estimo hermosura que, vencida,
es despojo civil de las edades,
ni riqueza me agrada fementida,
teniendo por mejor, en mis verdades,
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.
Mis disculpas si la he importunado con esta excelente poesía, doña Irene. Mi intención, además de dedicarle estas palabras, es que también hubo excelentes mujeres poetas, escritoras, etc., incluso en el Siglo de Oro. En concreto, este personaje literario, Juana Inés, es polifacética y también se adelantó a su tiempo. La siguiente poesía se podría aplicar perfectamente al presente y a la general necedad de los hombres:
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?
Pues, ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
La verdad es que don Arturo se acuerda pocas veces, en lo referente a lo literario, de las autoras femeninas. Es cierto que, en la antigüedad, la imagen de una mujer leyendo era tabú y no se pueden encontrar, que yo recuerde, obras de arte de la antigüedad con mujeres leyendo hasta el Renacimiento y no en España.
Es un placer saludarla doña Irene. Desde hace algunas semanas echo en falta sus inteligentes y atinados comentarios.
De nuevo, a sus pies.
Si es que no se puede ser más SEÑOR, estimado amigo, cómo le agradezco que haya compartido en este foro ese excelso poema de sor Juana Inés de la Cruz. De las mujeres que leían, si no recuerdo mal, se ocupaba Lope de Vega en su “Dama Boba”, una pieza deliciosa, como casi todas las suyas. Y bueno, el adjetivo “marisabidilla”, el consejo de que nos dejemos de leer tanto, que así no vamos a encontrar marido (jajajaja), ya pasó a la historia hace muchas décadas, aunque algunos quieran hoy reescribir la Historia e insistan en que antes de Felipe González (bueno no perdón, que ese ahora es un “facha peligroso” también), en que antes de Zapatero las mujeres vivíamos entre la casa, la iglesia y la cocina. De todas formas, yo no soy muy partidaria de avivar guerras de sexos, ni de victimizar a las mujeres. Creo que dificultades tenemos y hemos tenido todos los seres humanos. Las mujeres, por ejemplo, no teníamos la obligación de luchar en las guerras (aunque por supuesto las hayamos padecido también). Tampoco teníamos que hacer la “mili”, algo que recuerdo como una auténtica suerte, sobre todo porque a muchos compañeros míos de universidad los mandaron a hacer ese servicio militar obligatorio al País Vasco (ETA en pleno apogeo). En fin, perdone la parrafada, pero creo que usted me ha entendido lo que le quiero decir. Siga usted escribiendo por aquí cuando pueda, de verdad que me hace mucho bien. Yo tengo la inteligencia justa, inteligente es usted, el señor B., el señor Aguijón (de verdad que es increíble cómo se le ocurren poemas geniales para todo tipo de temas)… Por eso les admiro, les leo con mucho gusto, son un soplo de aire limpio, menos mal que esta sociedad no es tan zafia y vulgar como parece a simple vista, que quedan personas con valores, con respeto incluso en las inevitables y enriquecedoras diferencias de opinión, y encima es que hasta escriben bien. Muchas gracias de verdad por el poema, un fuerte abrazo y (espero) hasta la próxima.
Excrementan pero por lo que veo no opinan. Solo le dan al dedito.
El doncel de Sigüenza
Postrado yace en Sigüenza
Con su libro a la mitad,
Leyendo alguna novela
De la muerte de Roldán.
La misma suerte le espera,
Mas no pretende escuchar,
Granada guarda sus puertas
Y él las quiere cruzar.
Víctima de una emboscada,
En la acequia del Genil,
Reposará en su morada
Muy lejos de Boabdil.
Se murió sin ver Granada
Y a Sigüenza ha de partir
Ya cadáver, sin cruzada
Y sin poder escribir.
Si la vida son los ríos
Que van a dar a la mar…
En ese cauce este crío
Fue a encontrar su final.
Qué bien le hubiera venido
Para evitar tanto mal
El antes haber leído
Esa “Chanson de Roland”.
Magistral, querido amigo. He de reconocer que yo no llegué a “las coplas…” por su lectura en el colegio. Llegué de mano de la música con el eminente Paco Ibáñez en aquel fabuloso e inolvidable concierto en el Olimpia parisino. Ahí lo dejo, confiando que se admita por los amigos de Zenda.
https://m.youtube.com/watch?v=Gcv5135Rifg
El Olimpia…y el gran Julio versionando “La mer”…
Grandes recuerdos.
Saludos
Qué maravilla, señor Aguijón, gracias por deleitarnos con sus versos, de verdad que tiene usted un don, un saludo
Muchas gracias a usted doña Irene, seguiremos en la brecha poético literaria semana a semana, se cansarán antes los cenizos.
Saludos.
Me ha transportado usted a mi infancia, a los días de escuela, donde un viejo maestro se empeñaba en hacernos leer bien, y nos hacía leer este y otros poemas en voz alta y clara, delante de toda la clase, en aquellos libros de lectura de la editorial Santillana, los Senda. Aquel hombre, que era de un publecito del sur de nuestra provincia, Badajoz, pegado a Andalucía, bajo de estatura, con el pelo grisáceo peinado hacía atrás, fumando un Ducados detrás de otro, me metió en el cuerpo y en el alma, el amor por la literatura española, por Jorge Manrique, por Quevedo, Góngora, López, Calderón, Cervantes, Fray Luis de León, Machado, Becquer, Espronceda, Juan Ramón…
Estoy de acuerdo con usted: a mi también me parecen una de las mejores composiciones de la poesía española, aunque hay tantas, y tan buenas…
En ninguna lengua como en la nuestra se le ha cantado tan bellamente a la muerte, diría a riesgo de caer en la autocomplacencia. Ahí tiene usted a Becquer, a Juan Ramón, a Quevedo, a Machado…a Manrique.
Si hay un poema dedicado a la muerte que me conmueva tanto como este, ese es El viaje Definitivo, de Juan Ramón. Aquí se lo dejo, a usted, a todos,como regalo,en un mes, Septiembre, tan dadoa la melancolía:
Información general
… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando:
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostáljico…
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.
Saludos y gracias por el artículo.
Don Arturo, cuando usted agarra un tema, lo deja imposible para que nadie más lo toque. Yo fui de esos que tuvieron que aprenderse de memoria algunos versos de esas Coplas y maldecí al autor, a mi profesor, a todos los profesores y a media humanidad por obligarme a recordar carajadas de muertos. Y hoy, ya cerca de la muerte propia, habiendo enterrado a mis padres, se me aparecen sus palabras para decirme qué buen pendejo yo era a los 15 años. Muchas gracias.
Precioso artículo
Cuando sonó la campana, fui el único que no saltó de su pupitre de madera (Con hoyito al medio, para colocar los frascos de tinta, aunque la tinta no se usaba ya desde hacía décadas) para salir al patio de la Escuela -O quizá ya era el Liceo. No lo recuerdo- porque esos versos de Jorge Manrique me tenían atrapado. Y yo no había conocido todavía la muerte ni la pérdida: fueron las “Coplas” las que me las presentaron, obligándome a imaginar la desaparición de mis progenitores, mis hermanos, mis amigos…
A mis casi sesenta y tres tacos de calendario -Como dice el Maestro- he conocido la muerte directamente. He participado de ella. Estuve allí cuando mi padre dio su última exhalación, y al igual que don Rodrigo, el de las Coplas, mi padre afrontó la vida como un combate y no se rindió nunca: cuando cayó, lo hizo peleando y ya quisiera yo tener esa suerte cuando me toque.
Estimado don David, tras mis trajines y congojas permanentes de salud, creo ser ya algo amigo de Joe Black, y no creo equivocarme si le garantizo que tendrá esa suerte sublime. Muy tarde, cuando toque.
Un abrazo.
Magnífico. Record semanal de rojillos. Me habéis hecho muy feliz.
¡Objetivo conseguido! Jajajajajaja….
Yo por poco empato en número de rojillos con usted, querido señor B., qué orgullo que me consideren parte de su grupo, estoy que no me lo creo, qué subidón jijijiji un saludo
Bienvenida al club con aplausos señora I.
Conmovedora exaltación del más intenso poema al padre escrito en español. Cuando uno lee las elegías al padre de Gil de Biedma, Fernández Retamar, Jaime Sabines…, siempre piensa en Jorge Manrique, como ahora que corro a releer las coplas, gracias a Pérez Reverte.
Impecables palabras, Don Arturo. La adversidad iguala y lo que trasciende es lo que dejamos en recuerdos y valores. Buena fortuna sería que nuestro pasar quedase en papel para la posteridad. La actual jactancia de los idiotas que dicen (y demuestran) nunca haber tocado un libro, nos da un panorama sombrío del porvenir. Hace unos días, en una Feria del Libro en mi ciudad, vi con espanto como algunos pasaban por alto obras básicas para el conocimiento y la cultura del cristiano. La Illiada, La Odisea u obras de Thomas Mann, sucumben ante la Biopic de Lali o de algún reggaetonero de turno.
Dios nos libre.
Amén.
(En uno de los últimos viajes que hice, a Malta, visitando la concatedral, me di cuenta de cuánto hace el resto para tapar lo que somos nosotros, los españoles , los sentimientos, la forma de ver las cosas, nuestra historia, restándole importancia ante otros y otras culturas y dándole mayor sentido a otras minucias de otros y hacia otras historias…. Y así es cuando veo la importancia de que personas como Manrique, Quevedo, Góngora, Cervantes, o incluso usted en estos tiempos, hayan podido poner un grano de arena para decir qué y cómo somos y lo que sentimos y cómo lo sentimos. Nuestra forma de ser y sentir se muestra a través de las letras y la escritura, y nunca debe “blanquearse” ésta , ésto es, en referencia a las innumerables historias que observo para tapar cualquier relación con lo hispano en muchos sitios de Europa, llámese Mediterráneo, llámese camino español, etc…. Siempre debe sacarse en lo alto del tapete a estas personas , que no personajes, que muestran como somos y cómo sentimos. ¿Hay algo más difícil que expresar un sentimiento en papel? Buena pregunta, casi filosófica. Pues ahí está Manrique. Lo bueno es que ese sentimiento se transmite y uno lo siente más conforme cumple años…. Un arte que solo pocos habéis sabido transmitir o expresar. Por eso, mi gran admiración a los pasados y a los presentes. Casi más bien diría…… gracias).
Sublime
Excelente artículo, admirado Arturo.
Pertenezco a esa misma época de la Editorial Doncel, en la que se leía en ciase poesía o párrafos de nuestros clásicos. Epoca en la que se mandaba leer en casa algún libro “normal”, sobre todo de nuetras Generaciones del 98 y del 27.
Mi experiencia como docente universitario es que los alumnos actuales ya no leen ni en la ESO ni en el Bachilller, no ya literatura española, sino nada. A lo sumo algún libro extraño que algún maestro snob prefiere a cualquiera de los de las grandes épocas de nuestra literatura. Es desalantedor.
Pertenezcco también a esa época en la que memorizabamos a Manrique, a Calderón el monólogo de Segismundo, a Espronceda los cañones, a Juan Ramón Jimenez su Platero, y los mas atrevidos, a Bequer con sus golondrinas o a Zorrilla su declaraación a doña Inés.
La docencia no puede dejarse ya -como entonces- básicamente en la instrucción escolar. Y ahí reside gran parte de la raiz de muchos problemas sociales de nuestra vida: no en todos los hogares hay unos padres disspuestos a orientar a sus hijos en el aprendizaje, en la lectura y en la urbanidad (concepto ya totalmente perdido e incluso denostado). Y no hacee falta que le diga las consecuencias de este déficit. Al final tenemos la socieedad quee nos merecemos.
Reciba mi afectuoso saludo.
No me llama la atención, pero reconozco que debería llamarla que las magníficas Coplas a la muerte del Maestre Don Rodrigo de Jorge Manrique que, según se asegura en Wikipedia, es una de las obras capitales de la literatura española (afirmación con la que coincido) aparezcan en Wikipedia tan solo referidas en cuatro lenguas. De los cuatro idiomas uno es el Latín. Una lengua que no diré muerta pero sí en general desuso. Otra es el catalán, tampoco muerta pero sí perseguida con saña por gran parte de los castellano parlantes. Las otras dos son el francés y el portugués. Nadie reflexiona en nuestro país sobre esto. Ni lo hará. Jorge Manrique y su obra se merece sin duda un país y una lengua capaz de mostrar más afecto por su literatura.
Hola,
El último párrafo, es maravilloso, reúne inicio y cierre, dialéctica incesante, un presente interminable de claves para la vida y por lo tanto, de la muerte.
Gracias por conciliar tantas cosas, un claro tercero incluido.
No suelo escribir comentarios, sólo suelo dar una puntuación de estrellas, muchas veces altas y otras no tanto, pero hoy, no puedo dejar de dar las gracias por esta carta, tanto del libro, que compré en una librería tirada por el suelo en Cuzco hace unos años, eran libros de segunda mano y que en esa ocasión, llamó la atención la portada que había visto en mi juventud y que recuerdo haber leído y en esa época de estudiante, haber tenido la suerte de haber visto el Doncel y años después regresado en más de una ocasión.
Esta visión, del libro que esta leyendo es magnífica, enternecedora y llena de cariño, amor, por lo menos así la sentí yo y así, en medida de lo posible, trato de expresarla.
De nuevo, gracias, cuando vuelva a ver el Doncel, desde luego, lo veré de otra forma, sin duda, más hermosa.
Gracias
Hace unos años escribí un poema jocoso sobre El Doncel, de la que solo me acuerdo del pie de foto tomada, diciendo a los continuos visitantes:¡No hay nadie que me pase la página!
Encontré la poesía, poema o ripios…EL DONCEL
¿Qué es lo que pasa este año?
No sé yo debido a qué
A todo el mundo le ha dado
Por visitar al Doncel.
Con la de noches que llevo
Postrado en esta postura
¿Por qué no me dais la vuelta?
Ya me duele la cintura.
La lectura no me cunde,
¡Veníd todos a la vez,
Y no con este chorreo!
Que no paso de esta página
¡Y mira que la releo!
Primero el maestro aquel,
Que hizo foto de soslayo
Y trucó por internet
Por no esperar a las seis,
¡impaciente burgalés!
Luego el grupo malagueño
Comandado por la Rubia
¡veinticuatro fotos más!
Y no sé muy bien porqué
Recordé tiempos pasados
¡su tono de general!
Pero no acaba el relato.
Último día de agosto
Pensando… ¡tranquilo al fin!
Se presenta una excursión
Del pueblo de San Martín.
A ver si acaba el verano
Y os vais todos de una vez
Y me dejáis tranquilito,
Aunque en la misma postura
Para que pueda leer.
Todos hacéis la fotito
Os vais a comer las yemas
Y al autobús otra vez.
Pero ninguno se acuerda
De dar la vuelta a la página
Del libro de don Martín
Apellidos Vázquez de Arce
Y de Sigüenza, Doncel.
Luis y Toñi, agosto de 2013
Don Arturo desde la CDMX mi mas grata admiracion y respeto por; Un joven con un libro, no tengo palabras para describir lo que me impacto me sacudio su articulo (aqui en Mexico ni idea del escritor y de la obra) me di a la tarea de investigar todo y fue mas mi admiracion por todo lo que encontre, en wikipedia encontre unos fragmentos de la obra, me gustaron (ya pedi el libro) y creo que junto con Pensamientos de Marco Aurelio estare completo para entender y comprender este sueño que es la vida y afrontar con dignidad el fin. Saludos y Gracias.