El rebaño frente a la pantalla

Tenemos demasiada prisa, demasiados estímulos, demasiada falta de concentración como para prestar atención a algo. Atención al cien por cien, con todos nuestros —atrofiados— sentidos. De forma pausada y consciente, haciéndonos cargo de la persona que tenemos enfrente, alguien que nos ruega que le entendamos o que le dejemos entendernos.

Llevamos guardado en el bolsillo un canal de comunicación que permanece abierto las 24 horas del día, que se expande en todas direcciones, que es un coladero sin filtro por el que entran en igual medida esos GIFS de “buenos días” de tu madre, los vídeos sin censura de guerra y muerte y atentados, las llamadas a deshora de tu jefe o los anuncios de pintalabios efecto glaseado. A cada pocos segundos lo palpamos, ansiosos, no vaya a ser que desaparezca del interior del bolsillo, que se volatilice como por arte de magia. Entonces a ver qué hacemos, incomunicados, solos, sin que otros nos miren y nos validen, a esa versión de nosotros mismos que con tanto ahínco fabricamos y colgamos en la pantalla.

Nunca hemos sido tantos. Ni tan parecidos.

Pero lo curioso es que todos nos creemos la oveja diferente del rebaño. Somos especiales. Somos complejos. Somos PAS o hiperactivos o con altas capacidades o lo que sea con tal de excusar nuestra incapacidad para relacionarnos de forma sana y tranquila; básicamente, funcional. Fallamos en el esquema de comunicación más básico: emisor, mensaje y receptor.

Tú eres una oveja. Yo soy una oveja.

Somos demasiados como para creernos especiales y todos metemos la pata, somos crueles sin quererlo —o queriendo—, contradictorios, aburridos, egoístas. Somos malos novios, malas hijas, malos amigos. Lo intentamos, y fallamos. Cuando la vida nos sobrepasa, tiramos de ansiolíticos y de maratones de series de televisión, nos dedicamos a hacer scroll para espiar las vidas de las demás ovejas, siempre mejores que la nuestra.

Es mejor aceptarlo: todos somos una de esas ovejas del montón —tan simpáticas en su borreguismo, en su esponjosidad de color neón— que adornan la portada del cómic Lo sabes aunque no te lo he dicho, de Candela Sierra (Astiberri, 2024). Después de hacerse con el Premio Autora Emergente de ACDCómic, Candela Sierra (Ronda, 1990) añade a su palmarés nada menos que el Premio Nacional del Cómic 2025. “Desde el humor y un cierto regusto ácido y punzante, Sierra indaga en los problemas de comunicación cotidianos, poniendo el foco en la superficialidad de las relaciones, cierta miseria moral que, a veces, nos lleva a comportarnos como ovejas de un rebaño”, señaló el jurado.

Usando un dibujo desenfadado y colorido, la autora nos presenta una divertida multitud de escenas cotidianas de lo más corriente —el lector se sentirá protagonista de demasiadas de ellas— en las que la comunicación falla por un malentendido, por puro egocentrismo o por inseguridad. Los personajes del cómic se cruzan en las esquinas de un escenario urbano indefinido y la historia salta de un personaje a otro: parejas que se juntan y se separan sin tener en cuenta los sentimientos del otro; gente que se conoce a base de likes; amigos que desaparecen cuando tu modo de vida ya no les satisface; otros que solo parecen quererte en tus peores momentos, cuando sus vidas centellean en comparación.

Sierra recurre a la ironía, a los lugares comunes y a mucha menos exageración cómica de la que nos gustaría para pintar este muestrario de relaciones defectuosas y borreguiles. Míranos, parece querer decirnos. ¿Estamos a tiempo de parar y ponerle remedio, o estamos condenados a gritarnos un balido hueco?

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Autor: Candela Sierra. Título: Lo sabes aunque no te lo he dicho. Editorial: Astiberri. Venta: Todos tus libros.