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Los domingos (y el resto de los días de una vida)

Los domingos (y el resto de los días de una vida)

En los primeros ochenta, cuando uno especulaba con la futura paternidad, siempre había dos amenazas que ensombrecían la más que segura felicidad eterna: que un hijo te saliera gay o que una hija se metiera monja. Sólo que entonces “monja” se decía monja pero “gay” se decía distinto. Y la contingencia era invariable: chico-gay, chica-monja, porque a nadie le cabía en la cabeza que un hijo se metiera a cura o una hija fuera homosexual. Pero eran los ochenta, qué les voy a contar. Estaban de moda los pantalones pesqueros, las Victoria, el pelo a capas y las hombreras.

Para cualquier alumno del Maravillas, el único contacto con monjas era la atención que, con paciencia de jedi, nos prestaban en el Hospital San Rafael cada vez que nos abríamos la cabeza en el patio. En mi caso había una aproximación suplementaria gracias a las esporádicas visitas a una tía paterna que era dominica en el monasterio de clausura de Sancti Spiritus el Real de Toro. De aquellos encuentros sólo recuerdo el torno, las rejas, a mi tía vestida como la Verónica de la procesión de las Cinco de la Mañana de Zamora, la oscuridad y el olor a cirio quemado y madera húmeda de banco de iglesia. Y las pastas. Siempre nos llevábamos dos cajas. Estaban tan duras y tan secas que esponjaban todo el tazón de ColaCao al mojarlas. También recuerdo la vuelta a casa en el 131 naranja de mi padre imaginando cómo sería la vida al otro lado de la reja aunque, a juzgar por el ambiente de aquel recibidor, tampoco es que resultara muy prometedora. Al menos no para un niño cuya idea de vida contemplativa era levantarse el domingo a ver la carrera de motos de 250 centímetros cúbicos, empalmar con la etapa del Tour, llegar a tiempo al final del British Open de golf y pasarse la tarde escuchando la jornada de Liga en Supergarcía. Insisto, eran los ochenta: sólo se televisaba un partido los sábados por la tarde-noche.

"Todo ello lo ha plasmado en una cinta magistral, Los domingos, que trata el tema con honradez cristalina"

Después, transcurrida una década, la hermana mayor de una amiga dejó un trabajo en la revista Elle para tomar los hábitos de clarisa en Lerma. Por lo que sé, fueron varias las jóvenes que dieron el paso a la vez, de modo que los encuentros con la familia debían de resultar algo más joviales. Tanto que decidieron llevar a cabo una especie de spin-off y montar su propia congregación, Iesu Communio, reconocibles por sus hábitos de tela vaquera. Un poco como Pantani cuando corría en el Carrera.

Desconozco si Alauda Ruiz de Azúa también tenía una tía o la hermana de una amiga en clausura, pero es evidente que, como yo, ha imaginado alguna vez la vida dentro de los muros de piedra. Y se ha preguntado qué le pasa por la cabeza a una adolescente que siente la llamada de Dios. Y tirando del hilo, cómo se enfrenta una familia a una de las dos posibles peores noticias que se podían presagiar en la niñez ochentera. Y todo ello lo ha plasmado en una cinta magistral, Los domingos, que trata el tema con honradez cristalina. Y con personajes que son personas normales. De esas que te encuentras en la vida mientras pasa.

Como Ainara (una deslumbrante Blanca Soroa) y sus amigas, que escuchan reguetón, juegan a “Yo nunca”, fuman, vapean y beben. ¿En plan lo que les renta? Justo. Literal.

"Maite no es religiosa pero, si lo fuera, pensaría que encerrarse en un convento a rezar tiene mucho que ver con el empleado que enterró el talento"

Como Iñaki (Miguel Garcés), padre de Ainara y otras dos más pequeñas, viudo, novio en segunda vuelta, dueño de un modesto restaurante y algo cuñado, pero quién no lo es en la comida familiar de una primera comunión. Iñaki hace lo posible por mantener a flote su negocio y su familia, y lo consigue a duras penas. También tiene una honrada pretensión de hacer lo correcto, de ser comprensivo, pero, como a todos, unas veces le sale mejor que otras.

Como Maite (¡qué interpretación de Patricia López Arnáiz!), tía de Ainara, que es temperamental, culta sin exagerar, moderna, profundamente infeliz y que quiere lo mejor para su sobrina. Lo que pasa es que “lo mejor” es sólo lo que ella decide. Repite como un loro el gran lugar común de estas situaciones, “yo no creo, pero respeto mucho la fe de los demás”, que es tanto como decir “yo tengo muchos amigos homosexuales” como coartada del comentario que siempre va justo después de la adversativa. Maite no es religiosa pero, si lo fuera, pensaría que encerrarse en un convento a rezar tiene mucho que ver con el empleado que enterró el talento.

"A mí Los domingos me parece más una película para padres que para hijos. Pero lo que sí puedo asegurar es que va a acaparar la conversación de las cenas de los próximos meses"

Y por último, como la abuela (Mabel Rivera) que se desvive por mantener unida a la familia, que tira de las bridas de su hija y espolea al manso de su hijo y que no tiene ni idea de cómo enfrentarse a un dilema que, en cualquier caso, está fuera de su alcance. Como diría Robert Redford, gente corriente.

Dos personajes más merecen mención por la semejanza, otra vez, con los que me he ido encontrado por la vida: el padre Txema (Víctor Sáinz) que es el cura del colegio y guía espiritual de Nagore, joven, de su tiempo y tan simpático y sonriente, incluso a destiempo, que resulta desconfiable a los ojos de Iñaki y Maite; y la madre superiora del convento (Nagore Aranburu), que es sólida como una roca, que pretende ser dulce, pero que no puede evitar ese no sé qué robótico que tienen algunas monjas, como de replicante.

La película está rodada con un gusto tan exquisito, la música tan bien elegida y la disyuntiva tan honradamente planteada que podría ser de Garci. Y claro que el ritmo es lento, pero eso no le hace perder ni pizca de intensidad. No sé si, como dice Alberto Olmos a raíz de lo nuevo de Rosalía, lo religioso está de moda entre los jóvenes. A mí Los domingos me parece más una película para padres que para hijos. Pero lo que sí puedo asegurar es que va a acaparar la conversación de las cenas de los próximos meses. ¡Ah! Y la sala, una de las grandes de Manoteras, a reventar. Como en los estrenos de los ochenta.

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Ángela
Ángela
1 mes hace

Muchas críticas que he leído de esta película están condicionadas por la creencia en Dios o el ateísmo de quienes las redactan. Así no. Yo creo que la imparcialidad no es tibieza, sino un regalo, como en la serie Querer. Inevitablemente nos lleva a reflexionar. Aparte de este valor de profundidad, todo lo cinematográfico es de alta calidad: iluminación, interpretación, ritmo, y algunos encuadres poderosos.

Glòria
Glòria
1 mes hace

A mi lo de podria ser una peli de Garci, aunque para ti sea un halago no dejas de comparar a esta autora y creo que sobra del articulo.
Difiero de la opinion que tienes del padre, porque yo lo que veo es que necesita una mujer para hacerce cargo de todo en su vida, de su hija para cuidar a las pequeñas, de su madre para que le salve de las deudas y de la nueva novia para que cuide de las hijas ahora que la mayor se va. Sobre la tia, veo como la religion ha ido ganando terreno en su sobrina a lo largo d los años y ella ve impotente como no puede hacer nada en el poco tiempo que le queda.