El 29 de mayo de 1953, el sherpa Tenzing Norgay se convierte en el primer ser humano en alcanzar, con oxígeno, la cima del Everest, junto al neozelandés Edmund Hillary. Tenzing fue una figura clave en la expedición, abriendo camino, cargando equipo y liderando a otros porteadores. De aquella ascensión existen tres fotos de Tenzing posando con su piolet, dado que éste se negó a hacérselas a Hillary.
El libro muestra la vida del pueblo sherpa, pero con ojos de sherpa y no occidentales, lo que le imprime una esencia natural en la narración y exposición de casuísticas. Su análisis no está sesgado por la cultura y la admiración occidental cuando analizamos lo que no es nuestra cultura.
Esta es una puesta en escena auténtica, primigenia, como se dice de forma coloquial, “de primera mano”, en la que Jamling desgrana la espiritualidad que rodea a las montañas, el respeto por las creencias, aunque no creas en ellas, y el compañerismo en la montaña, tan denostado en las últimas décadas.
Los lamas predicen, pero “el temor a un conocimiento previo de los acontecimientos hace que muchos lamas oculten a menudo su consejo entre generalidades y aforismos… Para mucha gente, la verdad puede resultar demasiado abrumadora para aceptarla, sobre todo cuando se ofrece por adelantado”.
Así, Jamling nos deja plasmada no solo la vida del pueblo sherpa, sino sus porqués y motivaciones para hacer todo lo que hacen, el sufrimiento y apoyo de sus mujeres, el dolor por las pérdidas, la angustia por el regreso, el sacrificio por la familia, la deforestación, el turismo indiscriminado y mal controlado, las construcciones mal planificadas, así como la espiritualidad del budismo y el enorme respeto por los mayores y las tradiciones. Valores del pueblo sherpa.
El pueblo sherpa está ligado a la alta montaña porque son ellos quienes logran que las grandes expediciones lleguen a las cimas del Himalaya. Ellos portean, cocinan, equipan los campos, montan y desmontan campamentos, guían las ascensiones, sortean los peligros y muchas veces rescatan a los escaladores en apuros. Y por ende siguen impregnados de la cultura del esfuerzo, la disciplina y la superación para “no regocijarse por la buena fortuna, porque llegará un día en que desaparecerá”.
El alma del Himalaya está intrínsecamente ligada al alma del pueblo sherpa, pero cuando los extranjeros llegan a la Cordillera nadie sabe si su objetivo es comercial, probarse a sí mismos, demostrar sus capacidades o lanzarse contra sus demonios interiores: el alpinismo es producto de objetivos antagónicos.
La escalada, montañismo o alpinismo tienen una condición especial respecto a otros deportes, y es la implicación que marca esta práctica; quien escala acaba vistiendo de un modo concreto y girando su vida entera y su entorno a este deporte. Es como si escalar o hacer alpinismo fuera lo único importante en la vida de estos deportistas.
La montaña conecta al ser humano con su esencia de cazador y pescador, con el fuego y la supervivencia, con las habilidades básicas (trepar, gatear, caminar, correr, saltar), con la vida sin excesos, los miedos, los fracasos y los objetivos vitales. La atracción por la roca, la dificultad, la soledad, el no tener que pensar en otra cosa que no sea dar el siguiente paso o agarrar la próxima presa para avanzar, es parte de la esencia en los escaladores y alpinistas.
Para escalar el Everest se necesita experiencia, que no está incluida en la tarifa de cincuenta mil dólares.
Este libro, más allá de narrar episodios concretos que forman parte de la intrahistoria en la aventura del mítico ascenso al Everest de Edmund Hillary y Tenzing Norgay en 1953 y ofrecer un paralelismo con la expedición IMAX en 1996, que el autor lideró, es el diario de un sherpa en el que no solo se deja patente cómo, ya hace 30 años, se perdía el respeto por las tradiciones y la idiosincrasia de su pueblo, sino cómo las expediciones occidentales se arrogan derechos que no poseen y cómo ejercen su fuerza en los campos base y superiores, ocupando espacios, plantando tiendas en cualquier sitio, poniendo y quitando cuerdas en los pasos difíciles, negando el uso de una radio o, peor aún, negando y prohibiendo la ayuda para el rescate de un ser humano.
El alpinismo en el Himalaya saca lo mejor y lo peor de las personas. Lo mejor por las míticas ascensiones o rescates de alpinistas que arriesgan sus vidas para salvar a otros. Lo peor está inmerso en los egos de algunos, que se permiten el lujo de llevar puros cubanos a las expediciones, como yo vi en el campo base del K2 en 2008, o peor aún, en jefes de expediciones que prohíben salvar una vida. ¿Y si fuera la de ellos, la de un familiar o cliente? ¿Por qué ayudar a alguien que no conocen? ¿Dónde quedó el ser humano cuando niegas el salvar una vida?
Me parece tan inverosímil que deberían prohibirles la entrada a más montañas. Tendría que existir no un código ético, sino un contrato en el que si hay alguien en apuros se obligue a ayudarle, respetando tu integridad, del mismo modo que debería existir un filtro para no permitir que cualquiera, por mucho dinero que tenga, pueda acometer el subir una montaña que excede sus capacidades físicas, técnicas y mentales, y todo ello unido a la basura acumulada, contaminación, degradación de la naturaleza o la más absoluta falta de respeto a las mínimas normas de convivencia.
Un gran amigo ha definido esos campos base como micromundos, en los que la gente pierde el sentido, y no precisamente por la falta de O2, sino como consecuencia de sus más profundas bajezas humanas. ¿Qué se puede pensar de una persona que tiene en sus manos el poder salvar una vida y lo evita, de gente que roba en las tiendas, de quien te niega una pizca de sal o azúcar, de quien te prohíbe asirte a una cuerda que instaló, de quien te dice no subas por ahí, que vamos a ir nosotros, como si la montaña les perteneciera?
Dice Jamling: “Me pregunté si era posible que unos escaladores pasaran junto a otros que tenían problemas y no los socorrieran”.
El libro deja una esencia para la vida, humildad y respeto, ofreciendo ayuda a los demás.
Como estaba obligado a cuidar de ellos, tenía la obligación de cuidar de mí mismo.
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Autor: Jamling Tenzing Norgay. Título: Mas cerca de mi padre. Traducción de: Montserrat Gurguí y Hernán Sabaté. Editorial: Capitán Swing. Venta: Todos tus libros.


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