Braulio Ortiz Poole es un poeta y periodista nacido en Sevilla en 1974. Estudió Periodismo y escribe de libros, artes escénicas y otras disciplinas en la sección de Cultura del Diario de Sevilla, un trabajo que le ha permitido emocionarse con las historias que le cuentan los creadores de su tiempo. Es Premio Unicaja de Artículos Periodísticos, Premio Ramón Salgado García de Periodismo, convocado con motivo de la Capitalidad Gastronómica de Sanlúcar de Barrameda, y accésit del Premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Como autor, ha publicado entre otros libros las novelas Francis Bacon se hace un río salvaje —Premio Andalucía Joven de Narrativa— y La fórmula Miralbes. También los poemarios Cuarentena y Gente que busca su bandera, elegido por el blog Estado Crítico el mejor libro de poesía editado ese año. El director Rafael R. Villalobos, el cantaor Álvaro Romero y la bailaora Mercedes de Córdoba han llevado poemas suyos a escena. Presentamos una muestra de poemas de Hombres que dicen Aleluya (Maclein y Parker), un libro tierno pero firme, en el que a través de un lenguaje sencillo y directo Ortiz Poole construye poemas potentes. Fascinado por esa liturgia que es sentarse en un patio de butacas, el autor dedica su último poemario a los que bailan y toma como protagonistas a los integrantes de una compañía de danza.
***
Gennaro. Bailarín 1
Fragmento 4
El mundo tiene de pronto otra cadencia,
un nuevo alfabeto que no sé descifrar.
De repente
soy un bailarín que pierde el paso,
un número ajeno a la ecuación,
un soberbio magnolio
camino de la tala,
una nota estridente.
Un cristal ostentoso,
quebradizo,
entre vasos de plástico.
De repente
esta tela de araña que me impide el avance
y este modo distinto de saberme extranjero.
Un cuchillo
-el tiempo-
ha atravesado mi laringe
y me hace expresarme en una jerga absurda.
Con mi verbo
-ese hombre solitario
al final de la barra-
desentierro reliquias del fondo del océano
y convoco a fantasmas que ya nadie conoce.
Sólo hablo de héroes que la gente ha olvidado.
Venero a los dioses de antes de Instagram.
Y me lanzan miradas de piedad y desconcierto
como arrojan montones de pescado a las focas.
Soy un viejo profeta
que augura una catástrofe
que sólo a él le concierne.
***
Mateo. Bailarín 2
Fragmento 1
Una madre agarra a su hijo de la mano.
Así empieza esta historia,
un sábado cualquiera.
Es un gesto modesto,
y sin embargo,
la mujer lleva un remo o una hélice
en un rincón del pecho,
el tesón de un recluso
que escucha el son del mar
bajo los párpados.
Siempre dispuesta al fuego,
conserva en un bolsillo
la vela derretida de una fiesta reciente.
¿Cuánto hay de fuga
en prolongar la infancia de ese niño?
A veces mueve los pies,
la madre,
y crea geometrías
felices y efímeras,
es una avioneta escribiendo en el aire,
y dice,
se lo dice a su hijo
para que nunca rompa
el cordón umbilical del entusiasmo:
Quien no baila está muerto.
Entonces vuelve a ser la muchacha
que se hizo una foto colgada con pinzas
imitando la pose de la ropa tendida.
Al hijo le cuenta, para que crezca erguido:
Eres una montaña.
Y el niño se descubre el plumaje de un águila
cubriéndole los hombros.
Entonces vuelve a ser la joven
que pinta un París que no conoce
y en cada pincelada entra a caballo
por los Campos Elíseos.
Pertenece al linaje de los ilusos,
la madre,
de los que hacen picnics bajo un cielo nublado;
pertenece, la madre,
a la estirpe de idiotas que compran lotería
y creen en el mañana.
Ese sábado será todos los sábados.
Ella, tan creyente,
está instaurando una iglesia para los descreídos,
un ritual profano donde también hay ángeles.
Unta con el óleo que utiliza en sus cuadros
la frente del chaval.
Al cine y al teatro,
a la casa del hombre,
van a calmar su sed los que apostatan.
Esa tarde,
la madre y el hijo acuden
a una función de El cascanueces.
O quizás
contemplan a Gene Kelly cantar bajo la lluvia:
son los soñadores
quienes dan forma al agua
en tiempos de sequía.
Y en un momento ella
le susurra a aquel niño,
con la misma lengua que hablan los seísmos,
la ternura que duerme en los volcanes:
¿Por qué estamos aquí,
si no es por la belleza?
Es el legado
de una madre que baila:
consejos para buscar oro
en el cauce de un río.
O cómo extraer del día
sus metales preciosos.
***
Théo. Bailarín 3
Fragmento 5
Extiendo mi mano hasta Gennaro.
Es un hombre que cuelga de un alféizar,
como en tantas películas,
que ha caído de un barco,
y con mi gesto lo devuelvo a tierra.
En eso consiste el baile
exactamente:
en salvarnos los unos a los otros,
también al auditorio.
Aquí, al teatro,
vinimos los hombres que no teníamos casa,
mendigos en espíritu,
los heridos por bala y por hastío.
Yo era una pieza de cerámica rota
y ellos me dibujaron
una cicatriz con plata líquida.
Yo
-un galgo apaleado-
arrastraba el cadáver de mi desconfianza
pero me sirvieron un tazón de sopa
y dijeron:
Esta noche hace frío.
Aquí puedes quedarte.
Cada uno de ellos
me enseñó
cómo suena vecino
en su lengua materna.
Y comencé a tejer entonces una manta
para el próximo extraño que llegara.
Me gustaría mostrarles
a aquellos que me hirieron
esta colmena que hemos levantado,
la miel fabulosa que alberga este panal.
Querría enseñarles
con qué emoción formamos este bosque
y respiramos todos al unísono.
Esta danza.
De todo el diccionario,
de la vida,
no hay nada más bello
que la palabra hermano.
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Autor: Braulio Ortiz Poole. Título: Hombres que dicen Aleluya. Editorial: Maclein y Parker. Venta: Todostuslibros.



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