La literatura española tiene brujas que elaboran filtros amorosos para amantes torpes, jubilados que salen a tostarse al sol de La Mancha en busca de gigantes, poetas que escriben tramas amorosas que darían para una serie de veinte temporadas… Este libro ilustrado demuestra que la historia de nuestras letras no solo es divertida, sino también tan apasionante como inesperada.
En Zenda ofrecemos un extracto de Pequeña historia de la literatura española (Espasa), de Nando López y Luis Doyague (ilustrador).
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Beef barroco
La más encarnizada batalla de gallos del hip-hop actual palidecería ante la intensidad con la que se enfrentaron los grandes autores de los Siglos de Oro. Estas broncas literarias fueron muy habituales en esta época, pues la poesía y el teatro se vivían con la misma pasión que un derbi Madrid-Barça. Solo que aquí la afición se dividía entre partidarios de Góngora y Quevedo o de Lope y Cervantes. Sin camisetas ni merchandising, pero llegando a grafitear las puertas de su «autor rival», tal y como le pasó a Lope de Vega cuando se mudó a su casa en la que hoy es (ironías del destino) la calle Cervantes.
La rivalidad de los dos primeros llegó a ser tan intensa, que Quevedo compró la casa donde Góngora vivía de alquiler solo para desahuciarlo. En cuanto a sus poemas, ambos han dejado muchos testimonios de cuánto se querían.
En ellos, Góngora se burla de la pasión de Quevedo por la bebida (lo apoda Quebebo) y se ríe de sus pies zambos y de sus anteojos (el clásico gafotas, pero en versión culterana); mientras que Quevedo acusa a Góngora de ser judío converso (casi siempre, aludiendo a su nariz) y se ríe de su supuesta homosexualidad (lamentablemente, en la época esto se veía como un insulto) y le dedica versos tan ofensivos (y homófobos) como estos:
Este, en quien hoy los pedos son sirenas,
este es el culo, en Góngora y en culto,
que un bujarrón le conociera apenas.
Lógicamente, a Góngora esto le sentó regular y le respondió así:
Este sin landre claudicante Roque,
de una venera justamente vano,
que en oro engasta, santa insignia,
aloque, a San Trago camina, donde llega:
que tanto anda el cojo como el sano.
Quevedo, a quien lo de «San Trago» tampoco le hizo gracia, le pidió que dejara de componer («No escribas versos más, por vida mía») y Góngora lo acusó de imitar (mal) a Lope («¿No imitaréis al terenciano Lope?»), de quien también se burló (sí, aquí hay leña para todos):
Hoy hacen amistad nueva
más por Baco que por Febo
don Francisco de Quebebo
don Félix Lope de Beba.
Pero Lope, a su vez, estaba ocupado peleándose con otro escritor de quien había sido amigo hasta que un libro los separó… El escritor era Miguel de Cervantes. Y el libro, el Quijote. Al parecer, Lope pudo leer el manuscrito antes de que se publicara (es más, quizá se lo prestara el propio Cervantes) y se sintió atacado por las opiniones literarias que allí se expresan. Su respuesta no fue muy sutil:
De poetas no digo, buen siglo es este. Muchos están en ciernes para el año que viene; pero ninguno hay tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a Don Quijote.
Cervantes le contesta invitándole a que borre su obra («Hermano Lope, bórrame el soné—») y a que no termine la ya iniciada («Ni acabes de escribir La Jerusa—»).
Lope, muy enfadado, le respondió tratando de arrastrar por el fango su obra más importante («y ese tu Don Quijote baladí / de culo en culo por el mundo va»). Es más, hay quienes creen que Lope estuvo detrás de la aparición del Quijote apócrifo: una segunda parte firmada por un tal Avellaneda con la que se continuaba la historia creada por Cervantes. Durante mucho tiempo se pensó que Lope podía ser su autor o que podía haber buscado a quien la escribiese.
Un siglo poético, como ves, de lo más movidito. ¡Y con mucho salseo!
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Autor: Nando López y Luis Doyague (ilust.). Título: Pequeña historia de la literatura española. Editorial: Espasa. Venta: Todos tus libros.
Lope y Cervantes.
Quevedo y Góngora.
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