Pues al final le pregunté a Grok qué era actuar bien. Quentin Tarantino había criticado en el pódcast de Bret Easton Ellis el trabajo de Paul Dano en Pozos de ambición, y todo el planeta cinéfilo salió primero a difundir la noticia y luego a comentarla, y resultó que a muchos nos parecía que Paul Dano lo hacía fenomenal en Pozos de ambición y, de hecho, en cualquier otra película en la que participe. Pero Quentin Tarantino, junto a Scorsese, es el hombre que más sabe de cine del mundo. ¿Qué veía tan terrible, tan “débil”, en Paul Dano?
En cine, que es ahora mismo lo que más me importa en la vida, pues las películas y todo el mundo que hay detrás de ellas me resulta apasionante (no así la literatura, que es un auténtico coñazo); en cine, digo, también hay varias destrezas relativamente sencillas de ponderar. Por supuesto, está el guion. Como los guiones son narraciones auxiliares, pero narraciones a fin de cuentas, pueden valorarse con criterios que nos llegan desde Aristóteles. Luego está la fotografía, que a fin de cuentas entra por los ojos y agrada como los cuadros durante siglos. Lo mismo sucede con los planos, con saber apreciar un plano. Y hasta el montaje, los cortes aquí o allá, la música que lo acompaña y diversos trucos relativos al mismo son de alguna familiaridad después de haberse visto uno cuatro mil películas.
Sin embargo, cuando Tarantino desprecia a Paul Dano, uno se pregunta: pero ¿a qué llamamos actuar, a qué actuar bien y a qué un gran actor?
Esto daría para todo un ensayo (que lo habrá), pero dejemos caer algunos apuntes.
De joven, pensé en un momento dado que todos los actores famosos tenían la ventaja de haber sido elegidos para interpretar los mejores papeles, ya fuera en el cine prestigioso que seleccionaba una y otra vez a Robert De Niro (Taxi Driver, El Padrino II, Toro Salvaje), ya en el cine comercial que se encaprichaba de Harrison Ford (fue Han Solo e Indiana Jones y Deckard en Blade Runner). Había una suerte de contaminación entre un gran papel y una gran actuación, como si esta no fuera posible sin aquél; como si cualquiera, contratado para hacer de Vito Corleone, fuera a brillar para siempre.
En estos estadios primitivos de la afición al cine, pesaban verdaderamente las pocas experiencias teatrales en el colegio, y uno veía actuar como aprenderse unas frases y decirlas, tratando de que sonaran con la sentimentalidad apropiada. No había debajo mucho más. Si, según Fernando Trueba, hubo un tiempo en que los espectadores no sabían que alguien escribía los guiones y pensaban que los actores se inventaban sus parlamentos delante de la cámara, también puede decirse que los espectadores pensamos que un papel bien escrito, original e interesante dará lugar en todo caso a una actuación a su altura. Quizá Casablanca con Ronald Reagan en lugar de Humphrey Bogart seguiría siendo Casablanca.
Con los años, y sobre todo gracias a las redes sociales (Instagram en concreto), he tenido acceso a miles de comentarios y opiniones sobre cine, lo que me ha llevado a afirmar que he aprendido más de cine gracias a Instagram que a toda la prensa cultural que existe. Unas declaraciones que me abrieron los ojos fueron las que le escuché al actor Andrew Garfield. Garfield comentaba su trabajo y mostraba su asombro por dedicarse a algo tan extraño como “engañar a su cuerpo”. Es decir, no sólo me aprendo la frase “no quiero ir contigo”, que dirá mi personaje a su novia al final de la cinta, muy emocionado; además soy capaz de que mi cuerpo, por sí solo, engañado en la inmersión completa de mi persona en una identidad ficticia, exprese con parpadeos, tics, temblores, sudores y tensiones musculares toda la verdad que hay en esa frase.
También me pareció iluminadora (o, en todo caso, muy bonita) una idea de algún profesor de actuación que decía: “Actuar es recordar el futuro”. Esto tan pintón hacía referencia a que los actores saben las palabras que tienen que decir a continuación, y esa presciencia antinatural choca con la evidencia artística de que para el espectador todo debe parecer presente, improvisado y, en efecto, natural. Pero el actor sólo está copiando un futuro obligatorio.
Por último, estos años he aprendido que los actores pueden ser muy creativos, y hasta hay directores que no les dan ninguna indicación, y que confían en que creen a sus personajes por sí mismos. Pensaba uno que el director estaba todo el rato diciendo más arriba esa mano, más abajo la barbilla, no lo digas tan alto, no lo digas tan bajo, susurra esa parte, haz un silencio en este momento (y puede que así sea en algunos directores o con algunos actores o en determinados momentos del rodaje), pero me sorprendió conocer que muchos actores son verdaderamente autónomos a la hora de presentar su rol ante la cámara.
Dicho todo esto, ¿qué es actuar bien? ¿Por qué Al Pacino es un gran actor? ¿Por qué todos coinciden en que Marlon Brando es el mejor actor de la historia? Sinceramente, no lo sé.
Porque todo lo que decimos aquí queda en nada ante Keanu Reeves, al que me atrevería a calificar de mal actor, pero con películas fantásticas. ¿Quién podría haber interpretado al Neo de Matrix mejor que Keanu Reeves, Marlon Brando? ¿No está Marlon Brando ridículo en Superman? ¿No está el cine lleno de películas con actores no profesionales y nadie nota la diferencia? ¿Saben algo de actuar, recordar el futuro o engañar al cuerpo los fantásticos protagonistas de Ciudad sin sueño? ¿Saben algo de todo eso los niños actores?
Mi pregunta en esta pieza es qué ve Tarantino en Paul Dano que no veo yo. O qué quiere ver en él. Y más aún: ¿no hay directores a los que se considera “grandes directores de actores”? ¿No quiere esto decir que hay actores que parecerán mucho mejores si los dirigen estos “directores de actores”? ¿Cómo puedes ser nadie un gran actor si Stanley Kubrick le hace repetir la misma escena setenta veces? Daba igual lo buen actor que fueras, Kubrick te iba a hacer repetir una escena setenta veces.
Es posible que estas preguntas e ignorancias mías sobre cine sean de hecho la clave de mi absoluta devoción por este arte. Me parece un milagro que una buena película exista.
Y al cabo, le pregunté a Grok. Últimamente no consulto mucho esta IA, pues sus respuestas a menudo son delirantes, pero sobre este asunto me pareció que sabía muchas cosas. Reformulo algunas.
Para Grok (o sea, para Internet entero, donde Grok se ha entrenado), un gran actor es versátil, “hace mucho con muy poco”, actúa cuando no habla, consigue reacciones reales, aparenta espontaneidad; en fin, “encarna” a un personaje y nos hace olvidar que está actuando. Todo esto es más o menos básico y sigue ignorando a Keanu Reeves y tantos otros actores ideales para un único papel.
Seguí preguntando a Grok qué es un gran actor. Me dijo: “Funciona la actuación incluso cuando la quitas del montaje y el contexto”. Y también: “Inventan gestos, pausas, miradas, risas nerviosas o tartamudeos que no estaban en el guion”.
Mi duda sigue viva: ¿y cómo sabe el espectador, el crítico, Quentin Tarantino, si el actor ha inventado algo que no estaba en el guion, si casi nunca habrá leído el guion la primera vez que ve la película?
Y más dudas: ¿no consideran dos personas igualmente profesionales que una misma actuación es genial y deplorable? Al final lo más seguro es aquello que dijo hace poco Carlos Boyero: una buena película es la que me gusta a mí.
Y un buen actor o una buena actuación es la que yo digo que lo es. De hecho, ¿no resulta ridículo, poco profesional, que el Oscar recaiga a menudo en actores que han engordado, o adelgazado en extremo, o interpretado papeles muy duros y desgarrados, o con discapacidades o hándicaps? ¿No indica eso una cierta simplonería en el arte de calibrar la calidad de una actuación?
Todo esto para decir que Paul Dano es un gran actor.


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