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Eduardo Sacheri: “El ser humano es desafiado por la tragedia”

Eduardo Sacheri: “El ser humano es desafiado por la tragedia”

Cómo se narra una herida, podría preguntarse cualquier lector tras la lectura de la última novela que Sacheri ha editado en nuestro país. El escritor e historiador argentino ha vuelto a hacerlo: ha vuelto a horadar con palabras donde duele, ha vuelto a ahondar en un dolor colectivo para descubrir cómo ese dolor, ese trauma, ese miedo, regurgita en cada uno de quienes comulgan con esa úlcera adherida por el paso del tiempo. La lectura de esta novela enfrentará al lector con un conflicto que desemboca en la vulnerabilidad emocional de una nación.

Qué quedará de nosotros es el último título que Eduardo Sacheri ha publicado en España. De la mano de Alfaguara, el autor acerca al presente la historia de la Guerra de las Malvinas, contada por tres jóvenes soldados que participaron en ella. La novela es un manifiesto de las contradicciones que supuso este conflicto para la sociedad argentina. Tras la derrota llegó el silencio, pero antes de esa derrota los argentinos vivieron con entusiasmo la guerra, y los soldados lo hicieron primero con cierta ilusión y después con dolor y entereza.

En unos meses Alfaguara editará Demasiado lejos, novela hermana de Qué quedará de nosotros. Ambas componen un díptico sobre las Malvinas desde diferente escenario: las islas y el interior. Ambas novelas transitan, en estos meses de conflicto, el entusiasmo, el coraje, el miedo, la valentía, el orgullo, el silencio. Lo hacen a través de grandes personajes (que no grandes nombres) que a modo de espejo presentan al lector el conflicto en una imagen completa.

Sacheri, que es historiador, afronta como ya hiciera en títulos como La noche de la Usina (Premio Alfaguara) o El secreto de sus ojos la historia reciente de su país. En este título, tres jóvenes (Carlos, Antonio y el Conejo) vivirán unos meses aciagos, inmersos en una tragedia que, como a todos los que se enfrentaron a ella sin apenas formación militar, les cambió la vida. La Guerra de las Malvinas es, aún hoy, el gran silencio y el gran trauma de la Argentina. En Qué quedará de nosotros, Sacheri nos permite acompañar a estos tres soldados al frente y nos da a conocer los miedos y expectativas de una sociedad a punto de que le rompan el corazón.

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—¿Quiénes son estos niños de la Guerra, estos “Tres Panchos”?

—Son soldados conscriptos. En Argentina durante casi todo el siglo XX los jóvenes varones tenían el servicio militar. El ejército argentino era una mezcla de oficiales profesionales con soldados que sólo lo eran durante un año o año y medio, que enfrentaban los rigores de la vida militar habitualmente sólo en su incomodidad (maltratos, gritos, castigo físico) pero no una guerra. Sólo esos jóvenes de 1982 fueron a los que les tocó ir a una guerra internacional contra Gran Bretaña. Sin una excepción absoluta.

—¿Puede la guerra hacer al hombre?

—La guerra desafía al hombre. Creo que el ser humano es desafiado por la tragedia. La guerra es una de esas tragedias que lo desafían. Ahora, que nos haga o no ya depende de cada ser humano más que del desafío en sí.

—¿Qué cree que quedó de soldados como Carlitos, Antonio o el Conejo tras la Guerra de las Malvinas?

"La de las Malvinas terminó siendo una guerra extremadamente incómoda para la memoria argentina"

—Al principio quedó el silencio sobre ellos y sobre la guerra en sí. La de las Malvinas terminó siendo una guerra extremadamente incómoda para la memoria argentina. Con el tiempo ese silencio se fue poblando de palabras. Sobre todo palabras de los propios veteranos. Fueron ellos los que intentaron hacerse oír desde su extrema diversidad, porque las voces de los veteranos son muy diversas, no están todas de acuerdo. Los veteranos evocan la guerra de maneras muy distintas. Esta novela intenta hacerse eco de alguna voz, alguna posible voz. La sociedad argentina, en los últimos años, es bastante más hospitalaria para escucharlos.

—¿Qué quería contar con esta historia?

—En mi novela más que contar me interesa que el lector eventualmente se formule preguntas. No mis preguntas, sino sus propias preguntas. Me parece que una novela es un ámbito para preguntarnos cosas. Yo me pregunto algunas al escribir y, ojalá, mi deseo es que el lector se formule sus propias preguntas. Me parece que la única guerra latinoamericana contra una potencia europea en el siglo XX es un buen escenario para formularse preguntas.

—¿Cómo surgió la idea de escribir este título?

"La derrota trajo no sólo un baño de realidad sino también un baño de silencio"

—Decía antes que la Guerra de las Malvinas es una guerra, es un recuerdo incómodo en mi país, porque se produjo durante la dictadura militar. Pero tuvo un acompañamiento fervoroso de la sociedad argentina al mismo tiempo. La sociedad no fue capaz de dividir, en ese momento, la profunda anexión sentimental que tenían por las islas Malvinas de la distancia política que ya se sentía claramente hacia el gobierno militar. Tampoco fue la sociedad argentina  capaz de dimensionar las disparidades del enfrentamiento militar y esto de que, es una verdad de perogrullo, en la guerra mueren soldados. La sociedad argentina vivió esos meses como si en la guerra no hubiese muertos. Y la derrota trajo no sólo un baño de realidad sino también un baño de silencio. Creo que por una enorme incomodidad de una sociedad que se vio a sí misma en una actitud que le dio vergüenza, y la solución que le dio fue callarse y hablar muy poco de la guerra y de la sociedad durante la guerra. Esto es algo que casi no ha cambiado. Esta novela busca hablar un poco.

—¿Es un homenaje a todos los que se jugaron la vida y la perdieron?

—Entre otras cosas es un homenaje a los que intentaron hacer lo que les tocó. Porque a esos los enviamos, con mucha irresponsabilidad, pero los enviamos. Y esperábamos de ellos que ganaran la guerra. Eso me parece, más allá de la desmesura de nuestra pretensión… Muchos de ellos hicieron lo que pudieron. Creo que es un desafío que todo ser humano tiene siempre. Todos cargamos con nuestros mandatos. Lo de ser o no capaz de estar a la altura de lo que se espera de nosotros es siempre un enorme desafío.

—¿Contó con testimonios reales a la hora de componer tanto las historias personales como la trama?

—Sí, sobre todo testimonios indirectos en este sentido. Más que reunirme con excombatientes, acumulé cientos de horas de entrevistas, decenas de libros de memorias, de estos libros autoeditados por veteranos, documentales… Hay mucho material testimonial de la guerra. Fue mi fuente privilegiada para reconstruir esa cotidianeidad de los soldados.

—¿Qué le sorprende del coraje de estos tres muchachos?

"Creo que los soldados que fueron enviados a las islas al principio no piensan que vayan a la guerra"

—Creo que los soldados que fueron enviados a las islas al principio no piensan que vayan a la guerra. Que eso es algo que toda la sociedad comparte, esa falsa certeza de “hemos recuperado las islas. Fin”. Esto termina aquí y sigue una disputa diplomática con Gran Bretaña para obtener finalmente la soberanía. Entonces estos soldados van a las islas y se topan con la guerra, y ahí hay respuestas disímiles y todas legítimas. Estos soldados entran en combate y hacen lo posible por estar a la altura, pero creo que también es muy legítima la situación de otros soldados que sintieron que eso les excedía y se rindieron muy rápidamente.

—¿Cómo ha tratado la sociedad argentina a quienes regresaron del  conflicto?

—Al principio, por unos 20 años, el silencio fue casi absoluto. Recién, en los últimos años, y sobre todo por voluntad de los propios veteranos de hacerse oír, esto se ha ido modificando. Esas voces de los veteranos son múltiples, aún hoy, y son contradictorias. Hay veteranos que se reivindican como víctimas de la dictadura y otros como víctimas de guerra, más allá de la derrota.

—Cuando ya no queden supervivientes de las Malvinas, ¿cree que volverá a sumirse en el silencio o se habrá abierto una senda para continuar hablando de ellos?

—No sé. A lo mejor será más fácil hablar de la guerra cuando no quede gente que se avergüence de su rol. El foco central no es tanto lo que sucedió en las islas como lo que sucedió lejos de las islas. Ese es el punto conflictivo.

—Cuéntenos un poco el proceso de escritura de la obra.

"Para Buenos Aires era muy notable el clima de euforia, y encima muy poco antes de la derrota el papa visita la ciudad"

—Mi plan original era abarcar estos dos universos tan diferentes en una misma novela (la guerra en Buenos Aires y la guerra en las islas) y abarcar las contradicciones flagrantes que había en la percepción de un sitio y de otro, y hacerlo además a través de personajes minúsculos, gente común de Buenos Aires y de soldados de infantería. Me encontré con que era tan contradictorio lo que les pasaba, cómo veían la guerra (por un lado una guerra romantizada y por el otro la guerra real del frío, del hambre, los maltratos, los muertos). Entonces lo separé. Aquí en España sale primero la Guerra de las Malvinas en Malvinas y en unos meses saldrá la Guerra de las Malvinas en Buenos Aires. En Argentina fue al revés. En realidad son dos novelas en espejo: los personajes de una están vinculados con los personajes de la otra. Para el lector pasar, en el mismo texto, de las trincheras, el hambre, el frío… a un café de Buenos Aires, donde los parroquianos hablaban de la inminente victoria, ¡era demasiado esquizofrénico! Para Buenos Aires era muy notable el clima de euforia, y encima muy poco antes de la derrota el papa visita la ciudad. Faltaban tres días para la derrota y el pueblo argentino se relanza en su victoria de “vino el papa, ¿qué puede salir mal?”.

—Me gusta mucho cómo, a pesar del horror que está contando de la guerra, es capaz de permitir que haya algo de poesía, de belleza. Por ejemplo la epifanía de la nieve para estos tres chicos. ¿Cree que es este su cometido? ¿Encontrar la belleza en el horror?

—No creo tener deberes como escritor, y si los tengo no estoy a la altura (risas). Creo que cuando uno escribe deja traslucir su modo de ver el mundo. Nuestra cabeza o nuestro corazón funcionan así: encuentran epifanías en medio del horror.

—¿Qué libros o qué escritores le inspiran?

—Siento que cuando escribo intento reproducir el placer lector. Ese placer lector nunca fue más sólido que en mi adolescencia. En mi adolescencia me marcaron Cortázar, Borges, Vargas Llosa, García Márquez… Lo que hago cuando escribo es intentar sentirme igual, que no es lo mismo que inspiración. Pero lo más cercano a la inspiración es esto que le estoy diciendo.

—¿Por qué escribe Eduardo?

—Por el mismo motivo por el que leo: siento que mientras leo y mientras escribo encuentro algo parecido a un sentido en la existencia. Luego se disipa.

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Claudio
Claudio
5 horas hace

Eduardo Sacheri tiene la virtud o capacidad, de escribir como hablamos o mejor dicho pensamos quienes en Argentina, vivimos las décadas de los setentas, ochentas y noventas. Somos ese pasto que ha visto como la decadencia del plan sistemático de volvernos idiotas e ignorantes a los Argentinos esta por triunfar. Es un placer leerlo, escucharlo y tener la suerte de estrechar su mano. Como indica, en nuestro País se lanzo al revés… Demasiado Lejos se llama y es una oda a nuestra niñez, adolescencia y adultez argenta. Siempre un placer leerlo. Gracias por la nota.