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Adaptaciones europeas setenteras (VII): Chacal

Adaptaciones europeas setenteras (VII): Chacal

En esta serie de artículos reseño algunas de las películas más representativas, adaptaciones europeas de los años setenta. Traslaciones al cine de obras literarias de autores como L. P. Hartley, Arthur Conan Doyle o Anthony Burgess. Por supuesto, cada selección es subjetiva y arbitraria. No obstante, con ella, trato de dibujar un panorama amplio en el que se ve cómo escritores de épocas, estilos y ámbitos lingüísticos muy distintos han sido adaptados al cine de formas tan diversas como incluso antagónicas, en función de las poderosas personalidades de los cineastas que los han adaptado (en la mayor parte de casos siendo directores-guionistas): Losey, Wilder, Kubrick, Hitchcock, Mankiewicz o Fassbinder.

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(The Day of the Jackal / Chacal, 1973) 

Frederick Forsyth (Ashford, Kent, Inglaterra, 1938) fue con diecinueve años el piloto más joven de la Royal Air Force y poco después ya ejercía como periodista para la agencia Reuters en varias capitales europeas. Este bagaje vital le permite convertirse en un escritor de éxito mundial a edad muy temprana. Especializado en novelas de espionaje y thrillers, su primera novela, The Day of the Jackal, fue un best seller internacional por el que se interesó la industria cinematográfica a uno y otro lado del charco. Finalmente sería el productor John Woolf quien se haría con los derechos y pondría el proyecto en marcha; contrata al guionista Kenneth Ross para que adapte la novela y al director austriaco, afincado en Hollywood desde los años treinta, Fred Zinnemann para que la dirija.

"Chacal es un perfecto ejemplo de cómo desde Europa se podía competir con el cine norteamericano en el género de acción y el thriller"

Desde sus inicios en Alemania (donde Zinnemann codirigió y coescribió la mítica Menschen am Sonntag (1930), junto a los hermanos Curt y Robert Siodmak, Edgar G. Ulmer, —en el guión participó otro célebre vienés, Billy Wilder— y Eugen Schüfftan como operador) hacía más de cuarenta años que el realizador vienés no rodaba fuera de Hollywood. Pese a que no era un director muy apreciado por la crítica europea, la elección de Woolf fue acertada. Zinnemann gozaba de fama de todoterreno en Estados Unidos y presentaba en su tarjeta de visita dos Oscar por De aquí a la eternidad (From Here to Eternity, 1953) y Un hombre para la eternidad (A Man for All Seasons, 1966), aunque su mayor éxito seguía siendo el sobrevalorado pero buen western Solo ante el peligro (High Noon, 1952). También realizó un buen drama, Historia de una monja (The Nun’s Story, 1959), con una excelente interpretación de la ninfa Audrey Hepburn. Chacal es un perfecto ejemplo de cómo desde Europa se podía competir con el cine norteamericano en el género de acción y el thriller, territorios casi vedados a producciones estadounidenses pero que también tuvieron su pasto de cultivo en Francia, Italia y Reino Unido. La película describe cómo un asesino a sueldo del que nunca sabremos su nombre, pues usa el nombre clave de Chacal (interpretado con sutil frialdad por el inglés Edward Fox), intenta asesinar con un rifle de mira telescópica al Presidente de la República Francesa, el general Charles de Gaulle.

"Zinnemann dota al conjunto de intensidad, milimétrica precisión en las tomas y secuencias planificadas con brío"

El argumento no es complejo, pero su desarrollo y trama sí están dotados de múltiples vericuetos al mostrarnos las dificultades de Chacal y las relaciones que establece para cumplir con su objetivo, sin importarle de quién deba aprovecharse. Lo más llamativo del personaje es que pese a su ausencia de cualquier moral nos ponemos en su piel, lo comprendemos. Su determinación, profesionalidad y eficacia son valores laborales que admiramos en cualquier trabajador, aunque en este caso se trate de un despiadado asesino. Zinnemann dota al conjunto de intensidad, milimétrica precisión en las tomas y secuencias planificadas con brío, obteniendo un ritmo constante, impidiendo que la atención decaiga pese a las dos horas y media de metraje, con un estilo fílmico próximo al documental que, por extraño que parezca tratándose de una obra de los años setenta, no ha envejecido un ápice.

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Dirección: Fred Zinnemann (Viena, Imperio Austro-húngaro, actualmente Austria, 1907 – Londres, Reino Unido, 1997). Guión: Kenneth Ross, adaptación de la novela homónima de Frederick Forsyth. Fotografía: Jean Tournier. Música: Georges Delerue. Dirección Artística: René Albouze (Francia), Wally Hill (Reino Unido). Decorados: Ernest Archer (Reino Unido), Willy Holt (Francia). Montaje: Ralph Templen. Producción: John Woolf, David Deutsch (coproductor), Julien Derode (coproductor). Intérpretes: Edward Fox, Terence Alexander, Michel Auclair, Alan Badel, Tony Britton, Denis Carey, Adrien Cayla-Legrand, Cyril Cusack, Maurice Denham, Vernon Dobtcheff, Jacques François, Olga Georges-Picot, Raymond Gérôme, Barrie Ingham, Derek Jacobi, Michael Lonsdale, Jean Martin, Ronald Pickup, Eric Porter, Anton Rodgers, Delphine Seyrig, Donald Sinden, Jean Sorel, David Swift, Timothy West, Bernard Archard, Jacques Alric, Colette Bergé, Edmond Bernard, Gérard Buhr, Philippe Léotard, Maurice Teynac, Van Doude, Nicolas Vogel. Nacionalidad: Reino Unido, Francia. Duración: 145 minutos. Color.

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