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Adiós a Luisa Josefina Hernández, maestra de escritores

Adiós a Luisa Josefina Hernández, maestra de escritores

Falleció hace unos días, a los 94 años, la dramaturga y narradora mexicana Luisa Josefina Hernández (1928-2023), considerada una de las mayores cumbres de la literatura mexicana del siglo XX y una de las joyas de la narrativa en lengua española, para quien escribir era «seguir un instinto, sin reflexionar demasiado al respecto”. La autora de novelas como Apocalipsis cum figuris, El lugar donde crece la hierba, La memoria de Amadís o Nostalgia de Troya, ha sido recordada como una mujer franca, con un elegante sentido del humor, y se ha destacado que fue la Chéjov mexicana, una dramaturga que en obras de teatro como Los frutos caídos, Figuraciones, Los grandes muertos, La amante o Fermento y sueño reflejó las influencias de sus admirados maestros, Shakespeare, Brecht, Beckett y García Lorca, para llevar a la escena las contradicciones de México con una maestría singular. Amiga de autores como Héctor Mendoza, Ludwik Margüles, Hugo Argüelles, José Luis Ibáñez o Miguel Sabido, la crema y nata del teatro mexicano, Luisa Josefina dejó valiosas enseñanzas impresas en la memoria de varias generaciones de estudiantes que pasaron por sus clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde ejerció un magisterio y liderazgo intelectual poco comunes para pensar el teatro con gran lucidez y rigor analítico. Como semillas póstumas, su familia ha anunciado la publicación de una compilación de cartas titulada Epístolas demenciales; así como dos novelas: El rayo verde y Parentesco, todo un testamento literario que sin duda mantendrá viva su memoria, aunque no está de más recordar que otra tarea ineludible será llevar a escena su magnífico teatro, renovar las ediciones de sus obras y difundir sus enseñanzas.

ALBERTO CHIMAL, ENTRE LA FANTASÍA Y LA NOVELA NEGRA

"Cuando la protagonista investiga un feminicidio, pero en lugar de descubrir algo que no se sabe recuerda algo que se ha olvidado"

La visitante (Planeta, 2022), tercera novela del escritor toluqueño Alberto Chimal (1970), es una indagación de corte policiaco y político con elementos fantásticos donde el autor narra la vida de una mujer que se mete en la vida de una víctima de asesinato y poco a poco va descubriendo esa vida revelada en experiencias aparentemente sobrenaturales. Como ha dicho el propio Chimal, esta amalgama, por muy poco convencional que parezca, no es en absoluto extraña en la literatura mexicana, y el ejemplo más famoso es Pedro Páramo, una gran novela político-histórica de la revolución mexicana plagada de fantasmas. Chimal se vale de la reunión entre lo ritual y lo religioso para acercarse a lo trascendente, tema que le fascina y que ha abordado con maestría especialmente en su dilatada obra cuentística, en la que cuenta con más de una veintena de libros publicados, y da una vuelta de tuerca a su argumento mediante el recurso del género policiaco, cuando la protagonista investiga un feminicidio, pero en lugar de descubrir algo que no se sabe recuerda algo que se ha olvidado. Y ese algo es lo que el lector, atrapado por una narración poderosa y eficaz, descubrirá cuando termine de leer esta buenísima novela.

EL LEGADO DE OCTAVIO PAZ, ATRAPADO EN LA BUROCRACIA

"Bueno sería que todo este legado pudiera ser estudiado y admirado por los mexicanos como es debido cuanto antes"

A un lustro de que falleciera Marie Jo Paz, viuda y primera heredera del legado del Nobel mexicano Octavio Paz (1914-1998), aún se está preparando la revisión, restauración y clasificación de los documentos, libros y obras de arte que forman parte de los bienes del poeta que tras un largo juicio la justicia designó como heredero único y universal al Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de las Familias (DIF). Según las autoridades responsables, es decir, un comité técnico integrado por representantes del DIF, el Instituto Nacional de Bellas Artes y las secretarías de Cultura federal y de la Ciudad de México, se trata de 64 cajas con 70.000 documentos y 300 libros, 134 obras de arte enmarcadas y 64 sin enmarcar, y un montón de enseres personales, así como las tres casas donde vivió el autor de Piedra de sol. Aunque es bien sabido que la celeridad y diligencia no son cualidades de la burocracia mexicana, bueno sería que todo este legado pudiera ser estudiado y admirado por los mexicanos como es debido cuanto antes, pues hay ahí materiales muy valiosos para profundizar en el conocimiento de uno de los grandes poetas del siglo XX. Lo exigen sus auténticos herederos: todos y cada uno de los ciudadanos mexicanos.

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