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Allí donde el río reconcilia

Allí donde el río reconcilia

Los ríos son territorios transfronterizos donde el agua desbasta las orillas de la memoria y pule la vida. A ellos se anuda el peso del dolor para disolverse en su devenir, así se convierten en espacio de transformación y duelo, sus aguas purifican, como el mar, las lágrimas o las palabras. Premio de Literatura de la Unión Europea 2021, La hermana del río (La Tortuga Búlgara, 2025) es la primera novela de la autora letona Laura Vinogradova, traducida por Rafael Martín.

Si en la novela de la autora alemana Esther Kinsky El río (Periférica, 2024), sobre la que escribía aquí el crítico José Luis Díaz Caballero, el río Lea encarnaba una puerta de regreso al pasado para el encuentro, en ésta el río absuelve de su pasado a la protagonista para entregarle el presente en una reconciliación que posibilite un futuro. La novela está escrita con una extraordinaria sensibilidad, mediante un estilo sencillo y contenido donde la humanidad, con sus claroscuros, agrieta el trauma arrastrado por la protagonista, Rute. A modo de coordenadas, precede la novela un “Antes”, en que se desvelan dos hechos cuya existencia urde el dolor de la protagonista e intermitentemente la trama: la infancia en las casas de los novios de su inestable madre, donde eran maltratadas, y la abrupta desaparición de la hermana, Dina.

"La imposibilidad de cerrar el duelo la mece entre la esperanza y el desarraigo, como el sinfín de preguntas. En ese río será consolada, no sólo de la asunción de la pérdida, sino también de la orfandad"

In medias res arranca la novela. Rute friega los platos en una palangana ante un fogón en una vieja cabaña legada por su padre, cuya imagen es inexistente en su memoria. Al salir, se encuentra observada por una mujer embarazada y su hijo, sus vecinos. La acción se precipita como el curso de las aguas. El ritmo narrativo fluye a través de una prosa convincente y la recreación de un paisaje rural, que muda su inhóspita apariencia gracias a la calidez de Matilde, Kristofs y el pequeño Lūkass; también del río: “Para mí, el río es también mi casa. Así me siento en él”. Se hace inevitable continuar la lectura para adentrarse en una historia sin fisuras y capítulos que evocan cinematográficamente en su cadencia y atmósfera. Laura Vinogradova va trenzando la narración con las razones por las cuales Rute se ha refugiado en esa cabaña desvencijada y falta de comodidades, escapando de Riga y su marido, y los correos electrónicos que escribe a su hermana mayor desaparecida diez años antes —secuestrada, aunque lo desconoce—. En ellos contemplamos la intimidad de sus pensamientos.

De este modo, y sin pretenderlo, tanto el paraje como los personajes van envolviéndola, protegiéndola de sí misma. Así se sumerge en el río, un río en que personifica a su hermana, y dentro de él, en sus aguas, su hermana la abraza: “La corriente del río es la hermana mayor de mi desesperación”. Rute parece no poder desprenderse de la culpa a la que está encadenada:

“No bajé contigo.

Contigo.

Para acompañarte.

No sabía que sería la última vez que te vería. No dejo de pensar en ello y de preguntarme si todo habría sido diferente de haberte acompañado. Aunque solo hubiese sido parte del camino”.

La imposibilidad de cerrar el duelo la mece entre la esperanza y el desarraigo, como el sinfín de preguntas. En ese río será consolada, no sólo de la asunción de la pérdida, sino también de la orfandad. En esas aguas hace las paces también con su padre, Jūle. De él ha recibido esa cabaña, un padre a quien nunca conoció y al que su madre siempre denigró. Sin embargo, por medio de otros personajes y de los libros, especialmente de Tolstói, Rute quiebra esa imagen heredada para confrontarla con las mentiras, aquellas engendradas por una madre que está en la cárcel por matar a uno de sus novios y obcecada en vivir una ilusión romántica. Esta figura paterna aparece para recolocar a Rute en el mundo real y abrirle un pasado negado. En sus vecinos, Matilde, su hijo Lūkass, y el hermano de ésta, Kristofs, cuyas circunstancias vitales tanto se asemejan, encuentra por azar una afabilidad desconocida, la confianza que sólo la supervivencia entrega. Ellos, con sus vidas, se entrecruzan en el devenir de Rute, impulsándola a desanudar su destino, a desafiar el estancamiento vital tras la desaparición de su hermana, a reparar su biografía. En este sentido, Rute guarda cierta similitud con la protagonista de La vida secreta de las palabras, de Isabel Coixet, ya que ambas viven ovilladas en sí para no dolerse. Sólo un hecho fortuito trunca el ensimismamiento y rutina en que anestesiaban la decisión: “Dina, quiero contarte algo sobre el río. Sobre mí misma cuando estoy allí. Me hace temblar, estremecerme. Me hace reír. Hace mucho tiempo que no me sentía tan viva”.

"La verosimilitud cercana y estremecida de la narración desnuda la hondura con la que Laura Vinogradova nos hace habitar a sus criaturas"

Todo movimiento implica resituar la verdad, y no es posible, pues, regresar igual. En el río se ha desprendido de un dolor, que vestía como señuelo, y el retorno al confortable apartamento de Riga con su marido no es más que la certidumbre de que ya nada podrá ser lo mismo; debe habitarse de nuevo con un idioma por aprender: “Ahora lo sé: el dolor engendra más dolor. Una persona herida siempre herirá a otras. Y una persona feliz hará feliz a otras. Pero no sé cómo escapar”. Mientras añora el río, lee sobre ellos y traduce y escribe. Acepta la muerte de Dina. Se reconcilia con su recuerdo. La caída del sauce destroza el tejado de la cabaña, en una hermosa metáfora de sí misma, una cabaña crecida junto a un río, que ha encarnado a su hermana. Allí la encuentra Stefans, junto al río. Confluyen, como los ríos en el mar, los cauces de la nueva vida de Rute. El fuego purificador refrendará su redención.

La verosimilitud cercana y estremecida de la narración desnuda la hondura con la que Laura Vinogradova nos hace habitar a sus criaturas: seres de carne vulnerable, de humanidad intacta, tan palpables como los hilos afectivos que los enlazan, tan honestos como ese amor que sutura la grieta sin estridencias. Rute es una mujer cuyo trauma y orfandad refulge en la fragilidad, tanto como su anhelo de ser feliz, y este aliento es el que restituye el río. Porque el río no es sólo un río, sino un tiempo y un espacio para abandonar la soledad, una hermana que ya nunca volverá, un futuro posible. En su orilla, Rute vuelve a encontrarse; en su corriente, por fin se reconcilia.

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Autora: Laura Vinogradova. Título: La hermana del río. Traducción: Rafael Martín. Editorial: La Tortuga Búlgara. Venta: Todos tus libros.

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