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Ángel Guinda y su diálogo de despedida

Ángel Guinda y su diálogo de despedida

“La vida es nuestra. / Nosotros somos de la muerte”. Estos dos versos forman parte de Los deslumbramientos seguido de Recapitulaciones, un doble poemario publicado por Ángel Guinda en 2020, dos años antes de su muerte. En apariencia sencillos, incluso “simples”, ambos versos tienen, sin embargo, una poderosa carga de profundidad. Nos abren el horizonte a un pensamiento que pocas veces frecuentamos. La vida no nos posee, somos sus propietarios mientras existimos. Quien en verdad es nuestra dueña porque es inexorable y acaba succionándonos, es la muerte. Ambas certezas tenían un precedente poético en un libro de Guinda de una década antes, Espectral (2011), con un fragmento, procedente de un poema en prosa, estremecedor y al que he aludido en más de una ocasión: “Un niño cruza el mundo con un féretro al hombro y ese niño soy yo”. Esa imagen es la que dibuja la trayectoria, el hllo vibrante que recorre toda su obra y que nace de una certeza insoslayable: el nacimiento del poeta está marcado por la muerte de la madre. La tragedia proyectó su sombra desde el instante del origen. No es casual, por ello, que toda su poesía, con títulos como Lo terrible (Expedición a las tinieblas) (1990), ),  Biografía de la muere (2001) Rigor vitae (2013), Catedral de la noche (2015), tenga esa marca como seña de identidad o, cuanto menos, como motivo condicionante, como temblor de fondo.

Esa circunstancia proyectaría una sombra permanente sobre su quehacer lírico. De otro lado, su fuerte vinculación con la vida poética y literaria de su región matriz, Aragón (Fue Premio de las Letras Aragonesas en 2010), hizo de Guinda un poeta lateral, ausente de los medios de más amplia difusión nacional y, también, extremadamente singular, “fuera de foco”. Quizá con Miguel Labordeta, Javier Egea, Aníbal Núñez o Ferrer Lerín, entre otros, forma parte de esa estela de poetas ajenos a tendencias, corrientes o grupos, que han enriquecido, con aportaciones al margen del canon, la poesía en castellano del último medio siglo.

"Va de la luz de la intuición y la chispa que inicia Aparición, un apunte de esperanza, hasta la visión premonitoria de las huellas que el sujeto poético dejará en el mundo cuando muera"

Con carácter póstumo, un año después de su muerte, Olifante, la editorial que ha publicado la mayor parte de sus libros, dio a la luz Apariciones y otras desapariciones, un libro que, siendo, hasta cierto punto, continuación de Los deslumbramientos, citado al principio, nos ofrece al valor añadido de haber sido escrito en el corazón de la enfermedad, con la conciencia rotunda de una muerte si no inminente, sí visible en un horizonte relativamente próximo. No es posible eludir que su poemario anterior se cerraba con un verso premonitorio, algo así como una puerta a recientemente publicado: “¡Fui amanecer, soy ocaso!”.

El libro está dividido en dos partes. Va de la luz de la intuición y la chispa que inicia Aparición, un apunte de esperanza (“Eras la aparición / cuando estaba a punto de desaparecer”), hasta la visión premonitoria de las huellas que el sujeto poético dejará en el mundo cuando muera: “No existe diccionario de silencios, / pero existen diccionarios de recuerdos”: así concluye la segunda parte y, con ella, el libro todo.

"Hay un hilo de estremecimiento que recorre el libro de principio a fin, que encuentra a veces remansos de reflexión y otras veces pozos de incertidumbre donde el miedo asoma"

Es un libro de amor y de despedida, de gratitud y de memoria. El hospital y el regreso a casa (“La casa estaba en orden / frente al caos del mundo”), el miedo que crece sobre la enfermedad y lo inevitable (“La muerte sabe mi nombre”), el valor del poema y su relación con la convalecencia (“Los ojos del poema / me aconsejan”), las apelaciones, desde el desconcierto y la laicidad, a una divinidad que adopta el nombre de Dios pero que se nos aparece con un trasfondo escéptico.

Hay poemas que son pura depuración de la memoria. El recuerdo de Trasmoz o la recreación de la experiencia infantil en el pueblo de la infancia (“Todo olía a pan, a tortas, vino, arroz, aceite, otros ultramarinos”…), la evocación del sepulturero (“tan joven que podría enterrarme cuatro veces”) que le promete ser amable y echarle en la tumba “la tierra con las manos”. Hay un hilo de estremecimiento que recorre el libro de principio a fin, que encuentra a veces remansos de reflexión y otras veces pozos de incertidumbre donde el miedo asoma. Un diálogo, en textos cortos, depurados, con la muerte y con la enfermedad, en el que se refleja, además, una realidad cotidiana en la que el sufrimiento se atempera con una serenidad rara, con la pervivencia del amor (“La luz que miro es tan clara / que dentro de ella estás tú.”). En definitiva, Apariciones… es un profundo y desasosegador acercamiento a la despedida definitiva: algo más de medio centenar de poemas que son variaciones del doble interrogante que podemos leer en un poema de dos versos en la página 60: “¿Cuántas dosis de adiós para partir? / ¿Cuántos huecos de ausencia para no regresar?”. Una pregunta para concluir: ¿para cuándo una edición crítica de algunos de sus libros?

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Autor: Ángel Guinda. Título: Aparición y otras desaparicionesEditorial: Olifante. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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