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Antonio Colinas: «Existe hoy una gran lucha entre la imagen y la palabra»

Antonio Colinas: «Existe hoy una gran lucha entre la imagen y la palabra»

Fotos de portada y reportaje: Carmen Fernández

Con pocos tipos como Antonio Colinas (La Bañeza, 1946) puede uno encontrarse hoy en día. Poeta, narrador, ensayista, crítico literario y traductor de los que, en ocasiones, usa sombrero. Ser de letras 24/7, no es fácil verle despegado del aura elegante y de extrema sensibilidad que vive en él. Es el hombre tranquilo con una memoria prodigiosa que en algún momento de su vida llegó a sacrificar la cena para poder comprarse nuevos libros. El Premio Nacional de Literatura en 1982 aprueba el tuteo y celebra contar durante la entrevista con el rumor del agua a sus espaldas. El líquido elemento que le salvó la vida y sobre el que discurre parte de su obra. Colinas permite en todo momento que la ola fluya y tiene bastante claro cómo quiere que le recuerden: “un trabajador de la palabra”.

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¿Cuál es el balance del III Curso de Verano de la Universidad de León sobre tu obra?

"Hemos tenido un público muy fervoroso y con mucho nivel, además de contar con la sorpresa de la presencia del cantautor Amancio Prada"

—El proyecto ha fluido de forma natural, desde el principio tuvo una excelente disposición por parte de la ULE, el Ayuntamiento y los directores del curso. Nos sorprendió el nivel del profesorado, procedentes incluso de la Universidad de Roma (Sapienza) y la Universidad de París (Sorbona). Juan Matas dice que más que un curso es un congreso. Hemos tenido un público muy fervoroso y con mucho nivel, además de contar con la sorpresa de la presencia del cantautor Amancio Prada.

Tratados de armonía es tu última publicación con reflexiones, meditaciones, cruces de diferentes culturas vividas… ¿Qué banda sonora, qué música de fondo le pondría Colinas a esta obra?

—Por citar solo a un músico, Johann Sebastian Bach. Pero podría ser también la versión del Cántico espiritual de Amancio Prada, sobre todo la que acompaña un coro de niños que es maravillosa. [Prada] es quizás el último juglar.

A menudo ha señalado lo poco que se profundiza en los temas del día a día actualmente. Lo superficial, la banalización, lo ligero, incluso lo frívolo por encima de los grandes valores. ¿Contribuye o colabora en este hecho el uso que generalmente se le da hoy en día a las redes sociales?

"Hay que buscar siempre el equilibrio entre las nuevas formas de comunicación y las de antes"

—Hoy existe una gran tensión o lucha entre la imagen y la palabra. En las redes también está la palabra, pero hay que buscar ese equilibrio y tomar lo bueno de ellas. En lo que se refiere a la poesía, esto ha permitido una gran difusión no solo de poetas conocidos sino de cualquier persona que pueda escribir. Para la transmisión de la poesía ha sido algo muy especial. No hay que olvidarse tampoco del libro. Lo que entendemos por el libro clásico que se abre, se lee e incluso se huele. Hay que buscar siempre el equilibrio entre las nuevas formas de comunicación y las de antes.

Hay un consejo que siempre subrayas a los jóvenes escritores y es que no deben confundir la creación literaria con el mundo literario. ¿En qué consisten estas diferencias?

—La creación literaria, por decirlo de una manera radical, es estar en tu cuarto ante el folio o la pantalla en blanco, y empezar a escribir. Comunicar esa voz que el escritor lleva dentro desde la infancia, pero sobre todo desde la adolescencia. Ser fiel a esa voz y traspasarla al papel o al ordenador. El mundo literario es lo que viene después. El mundo editorial, los medios de comunicación, la crítica literaria y a veces también esa guerrilla subterránea entre los escritores, aunque normalmente nos llevamos bien.

El también bañezano José Luis Baeza le dijo a tu padre en una ocasión y ante tu incipiente pasión literaria que “de la poesía no se podía vivir”. ¿Cuánto de razón tenía?

" He acabado siendo un escritor de vocación y de profesión"

—Yo creo que no le di la razón (risas). Cuando una persona apuesta por una vocación que es compleja, quizá la primera oposición se la encuentra en la propia casa o en los amigos de su padre. Baeza fue otro creador puro y gran periodista. A la pregunta de si se puede vivir de la escritura, yo digo que se puede vivir de la escritura y sus anexos. En mi caso los anexos son la traducción, he dedicado casi toda mi vida a traducir, y también he hecho mucho periodismo literario, crítica literaria. En los últimos años ha habido una etapa de muchos viajes y presencia en conferencias. He acabado siendo un escritor de vocación y de profesión. Mi padre siempre se alegró mucho de mis premios, pero cuando ya era muy mayor y estaba con nosotros en casa le decía a María José [mujer de Colinas]: “¿Qué hace Antonio ahí en la mesa?”. “Está trabajando”. “¿Pero cómo su trabajo si es la hora de comer ya?”. Hasta el final, ese tipo de trabajo vocacional o no normal… Entonces te decían que hicieras una carrera y buscaras un trabajo fijo. Esto en mi caso no pudo ser. Fui a terminar el Bachillerato a Córdoba, una ciudad que me encantó, donde escribí el primer poema. Tuve profesores muy buenos que con 15 y 16 años me dieron todo Lorca, Alberti, Neruda…, y ese magisterio también me marcó.

Te has confesado en alguna ocasión partidario de la política de pactos que se practicó en la Transición y muy alejado de las 3 ‘r’ del “rencor / revancha / resentimiento”. ¿Cuánto de poesía le falta a la clase política actual?

 —Seguramente bastante. La poesía es un género más serio de lo que parece, y por eso en momentos clave, los políticos acaban recurriendo a la cita de un verso o un versículo de la Biblia. Soy partidario y viví en todos los sentidos la Transición y ese pacto de concordia. Creo que ese sigue siendo el camino. Llegó un momento en que todo lo que podía ser una obra más testimonial y radical, lo que entendíamos por poesía social, de todo eso pasaron a ocuparse los políticos. Ahora ya, el hecho de que ellos se hayan mantenido en esa concordia…, no sabría decir.

¿Cuál es el legado que le gustaría dejar a Antonio Colinas para que se le recuerde cuando ya no esté?

—Yo soy un trabajador de la palabra. Recuerdo cuando hicimos en la Casa de las Conchas de Salamanca una exposición de mi obra, entró una señora que tras verla, vino hacia mí y me dijo: “¿Usted cuándo ha dormido y cuándo ha comido?” (risas). Así me veo. Cada escritor tiene su ritmo. Yo he tenido complementos aparte de la obra puramente de creación, en varios géneros como la poesía, narrativa, ensayo, libros de viajes…

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