Inicio > Libros > Narrativa > Antonio Pereira: Integral de sus cuentos

Antonio Pereira: Integral de sus cuentos

Antonio Pereira: Integral de sus cuentos

En este 2023 en que Antonio Pereira (fallecido en su tierra natal, León, en 2009) habría cumplido los cien años aparecen dos volúmenes que contribuirán a rescatar su nombre del olvido que hoy sufre. Uno recoge Todos los poemas. El otro, Todos los cuentos. Verso y prosa narrativa breve fueron las dos actividades más persistentes de este escritor algo ocasional en su juventud, en que ya fue acogido por la revista leonesa Espadaña, y perseverante desde que, en los años sesenta del pasado siglo, publicó sus primeros libros, el poemario El regreso y los cuentos Una ventana a la carretera. También hizo novela y dietario, pero en la sociedad literaria se guarda de él la imagen de un cuentista original y valioso. En estos reducidos círculos de amigos del cuento conserva hoy prestigio y se le tiene por uno de los más relevantes cuentistas de este tiempo.

Nada dice mejor la dedicación a este género de Antonio Pereira que el tomazo de casi novecientas páginas que ya tuvo una primera salida hace dos lustros y vuelve a juntar sus piezas breves con motivo del centenario. Los cuentos los dio a conocer en doce libros, desde el inaugural mencionado de 1967 (distinguido con el reputado premio Leopoldo Alas) al postrero, La divisa en la torre, de 2007. Un tiempo lo suficientemente dilatado como para que entre esas obras haya bastantes diferencias, porque el autor moduló su temática y su manera de contar hasta adueñarse de un registro propio. Por ello habría venido bien un prólogo que explicara esa peculiaridad e insertara al escritor dentro de las corrientes de la narrativa corta del amplio periodo histórico en que fue haciendo su obra. Porque merece la pena precisar el significado de Pereira más allá de la inconcreta imagen de narrador fácil, ameno, coloquial; simpático, diestro y gracioso, en suma. Ese prólogo habría acompañado al que escribió, y ahora amplía, Antonio Gamoneda desde la cordialidad y desde unas elucubraciones teóricas un poco retorcidas, aunque sugestivas y curiosas.

"Se ve en este tratamiento formal la voluntad de Pereira de saltar las bardas del género y, sin ningún prurito vanguardista, ofrecer un texto narrativo de gran personalidad"

Desde luego, nada tiene que ver la forma un tanto tradicional y realista de sus comienzos con aventuras que rondan la experimentación. O con textos que apelan a la invención y a la autobiografía. O que se decantan por un jugueteo culturalista. Cuentos de la Cábila, uno de sus libros que más aprecio, por ejemplo, es un vigoroso ejercicio de memorialismo, una visita sentimental a las vivencias del escritor relacionadas con ese modesto barrio menestral de su pueblo originario, Villafranca del Bierzo. Cuentos, según declara el título, en realidad no son, sino testimonios conmovidos, biografía vibrante y elegíaca convocada desde la edad adulta. Se ve, además, en este tratamiento formal la voluntad de Pereira de saltar las bardas del género y, sin ningún prurito vanguardista, ofrecer un texto narrativo de gran personalidad. En este “relato memorioso” se juntan ironía y visión socrática de la vida, y al trenzarse tejen un intenso y melancólico retrato del acceso a la madurez.

La urdimbre unitaria del viaje mental a la Cábila no será tan estricta en otros casos, aunque sí que sobrevuela el espíritu de un conjunto indisoluble en otras compilaciones. Así ocurre en Las ciudades del Poniente. En este caso se debe, siquiera en parte, a esa sugeridora enmarcación geográfica que acota, sin mucho detalle, un espacio del noroeste peninsular. Al carácter unitario contribuyen también la galería de personas corrientes de que trata y el modo empático y comprensivo con que el autor las juzga.

La unidad, en cambio, se transforma en auténtica dispersión temática en otros libros, en Cuentos para lectores cómplices, cuyo título constituye una declaración de principios y condensa la poética narrativa de Pereira, o Picassos en el desván. Si en las historias de la Cábila predomina el sentir, en estos otros dos tomos encontramos a un Pereira entregado a su otra gran pasión, al otro rasgo definidor de sus piezas, el gusto por contar historias, la afición a narrar, el trabajo que enlaza con las fuentes originales del cuento y persigue exponer sucesos cuyo relato es en sí mismo una meta. Aunque no se trata de un ejercicio escapista ni inocuo porque tras la invención late la vida en toda su extensión, con sus dolores y problemas, con sus esperanzas,

"El humor aporta otro rasgo persistente, un humor siempre controlado para que no caiga en el sarcasmo. Un humor de estirpe cervantina"

Y no ya de dispersión sino de repertorio misceláneo debe calificarse la citada última obra, La divisa en la torre. La soltura con que veía el género a estas alturas postreras de su vida le debió de incitar a reunir esta materia disgregada. No faltan elementos comunes: memoria personal, estampa de escritores, ironías diversas, fluidez narrativa… pero el conjunto tiene un aspecto caprichoso. Y, además, una pieza, “C.J.C., un peligro”, resulta francamente desafortunada, éticamente reprobable. Cuenta Pereira la ocasión en que acompañó a Cela en una estancia del gallego en un Parador Nacional. Todos los hechos referidos muestran a un personaje autoritario, déspota, chulesco, maleducado. En cambio, a Pereira le parecen graciosos y los celebra. Una pena que alguien tan incisivo observador de las personas y la vida avale esta dimensión prepotente del personaje, por muy gran escritor que fuera.

La diversidad que patentiza esta integral de la cuentística de Antonio Pereira no quiere decir que el conjunto no desvele señaladas constantes. La invención y la estilización de la realidad constituyen rasgos de sus cuentos por encima del testimonio. Y, si el término «invención» parece excesivo, podríamos hablar de aplicar un tratamiento imaginativo a la observación. El humor aporta otro rasgo persistente, un humor siempre controlado para que no caiga en el sarcasmo. Un humor de estirpe cervantina que tiene una mirada piadosa sobre la vida, cargada de comprensión, de humanidad, hasta de ternura. Pereira nunca desprecia a sus personajes, por ridículos que sean, no los mira desde una altura o superioridad desdeñosas.

Todavía hay que añadir a estas notas otra, la que constituye el tono fundamental de una mayoría de piezas de Antonio Pereira. Me refiero al sustrato oral de su modo de contar. Pereira es un narrador comunicativo que escribe un tanto como se habla, cuando se hace con precisión, desenvoltura y gracia. Ello tiene que ver con la tradición rural de los calechos y cuentos populares que en tiempos se referían en las reuniones campesinas del Bierzo y de la comarca de Babia, y que tanto aprecian otros paisanos suyos: Juan Pedro Aparicio, Luis Mateo Díez o José María Merino. De hecho, Pereira interviene como narrador de un cuento suyo junto a los citados en una película de José María Martín Sarmiento que toma el título de una variante de ese hábito campesino, El filandón. El propio Pereira era en lo personal un narrador oral lleno de gracejo, divertido, cautivador, con guiños de ironía y brochazos de malicia; un seductor con la palabra. No renunció a esa cualidad privada en sus cuentos, que por ello tienen mucho de historias habladas, conversadas. Sin renunciar a otros expedientes en apariencia de mayores pretensiones, desde los especulativos hasta los sociales, fio a esta fibra popular y cordial —cómplice, dicho con término que tan grato le era— la esencia de su manera de relatar cómo somos los humanos.

—————————————

Autor: Antonio Pereira. Título: Todos los cuentos. Editorial: Siruela. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

Autor: Antonio Pereira. Título: Todos los poemas. Editorial: Siruela. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

4.4/5 (17 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios