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Atlántida de niebla entre los tilos

Atlántida de niebla entre los tilos

¿Cómo leer este libro? ¿Como un relato de ficción? ¿Como un texto histórico? ¿Como una extravagante aventura bibliográfica? Yo creo que un poco como las tres cosas: e independientemente de que en su origen se encuentre una probable —pero improbada— falsificación, lo cierto es que un libro que ofrece tanto a sus lectores ya está dando algo que ofrecen muy pocos libros.

La historia de esta crónica es bastante enrevesada: Hermann Wirth, “un hombre muy bregado en cuestiones arqueológicas”, consiguió fotografiar un extraordinario manuscrito en casa del nieto de su primer descubridor, Cornelis Over de Linde, “comisario de policía de Ámsterdam”. El manuscrito era extraordinario por muchas razones: la primera de ellas, el hecho de que abarcase, nada menos, tres mil años de historia (sus líneas iniciales, al parecer, habían sido escritas en el año 2193 a. C., lo que ponía patas arriba nuestra historia conocida); después, aunque yo diría que casi a la par, por construir poéticamente un retrato de una vieja Europa gobernada por un misterioso matriarcado, una orden de vestales consagradas a la diosa Frya (cuyo nombre evoca sin demasiados velos a la Freya de la mitología germánica). Tras cotejar la edición original en neerlandés del doctor Ottema (1872) con los registros fotográficos del manuscrito de Cornelis Over de Linde, Wirth publicó su propia traducción alemana en 1933. A partir de aquí, comienzan las disputas acerca de la autenticidad de los textos frisones y el camino sin retorno hacia el descrédito del erudito en humanidades —y miembro fundador de la Ahnenerbe— Hermann Wirth.

"¿Y a qué se dedicaban los hijos de Atland, aparte de cuidar de los campos y sufrir, cuando tocaba, la cólera de las Madres? A cosas, ciertamente, muy parecidas a las que se ven en nuestro propio mundo..."

Esto, de manera muy resumida, es la historia del libro. ¿Pero de qué trata la crónica de Ura Linda? En pocas palabras, es el retrato de un paraíso matriarcal llamado Atland (en el que no por casualidad resuena el nombre de Atlántida), que se vio sumergido tras las inundaciones posteriores a la Edad de Hielo, y un recuento de las leyes y mandamientos que a los moradores de Atland impuso la diosa Frya, hija del dios creador Wralda y de la madre tierra, Jrtha. Tanto los estatutos como las leyendas se hallaban supuestamente escritos en un olvidado alfabeto que antecede al griego y al fenicio, algo que, de ser cierto, haría a Europa deudora de una nueva cronología en la que todos y cada uno de nosotros, básicamente, seríamos los remotos descendientes de los hijos de Atland. ¿Y a qué se dedicaban los hijos de Atland, aparte de cuidar de los campos y sufrir, cuando tocaba, la cólera de las Madres? A cosas, ciertamente, muy parecidas a las que se ven en nuestro propio mundo… que lleva demasiado tiempo desafiando a la suerte como si nunca fuera a ver su propia inundación:

Mi nombre es Frethorik, de apellido Ura Linda, esto es, “sobre los tilos”. En Ljudwardja fui elegido como Asega. Ljudwardja es un nuevo pueblo dentro de la ciudadela de Ljudgarda, cuyo nombre ha caído en la deshonra. En mi tiempo han pasado muchas cosas…

En mi juventud oía quejarse a todos: se acercaba el mal tiempo; el mal tiempo llegó: Frya nos había abandonado. Ella nos ocultó a todas sus doncellas guardianas, porque dentro de nuestras estacas se habían encontrado imágenes idólatras. Yo ardía de curiosidad al ver esas imágenes… En todas partes surgían disputas. Había niños que se rebelaban contra sus padres. Buenas personas fueron asesinadas en secreto. La viejecita que había sacado todo a la luz fue encontrada muerta en una zanja. Mi padre, que era juez, quiso vengarla. Fue asesinado por la noche en su propia casa.

A otras ciudadelas les había pasado lo mismo que a la nuestra. En las zonas altas habían sido destruidas por la tierra, en las zonas bajas por el agua

Toda la historia de Ura Linda está narrada como un susurro, como si formásemos parte de un terrible secreto: los escritos de Adelbrost y Apolonia, el relato de los seguidores de Adela, los sueños de Frethorik y de Wiljow. El lugar puede ser una Atland real o una tierra inventada, puesto que su verdadero paisaje es el sueño. A veces, de hecho, se avanza por las páginas como por una pesadilla. En todas partes brilla un color que lo domina todo, y que parece provenir de unas joyas nunca vistas, desenterradas de no se sabe dónde, cuyas facetas difunden la enigmática luz de un sol, también, nunca visto.

"El libro, naturalmente, merece más de una atentísima lectura, no sólo por su propia y peculiar historia sino también por las decenas de pequeñas historias que se recogen en sus páginas"

Entre las novedades de EAS —no me quiero olvidar de la novela Euforión, escrita por Sebastián Fabricius, en realidad un bellísimo poema en prosa que retrata con un vigor verdaderamente griego la aventura del improbable hijo de Helena y de Fausto—, sorprende la aparición de esta obra polémica a la que, un poco como a las obras supuestas de Ossian (más bien, al parecer, del poeta James Macpherson), se le ha dado injustamente la espalda por razones menos literarias que políticas o ideológicas. Manuel Quesada, de quien no hace mucho leí un muy interesante libro escrito en colaboración con Ramón Irles, ha tenido el buen criterio no sólo de publicar esta obra sino también de poner en el umbral, como apropiadísimo maestro de ceremonias, a Javier Nicolás, un especialista en la Ahnenerbe de quien ya he tenido la oportunidad de hablar en un par de ocasiones, y que aquí demuestra ser no sólo un maravilloso rastreador de bibliografías sino también un fascinante contador de cuentos (del que no hago más que esperar, con la impaciencia de un lector entregado, su historia del ocultismo en la Europa de entreguerras). El libro, naturalmente, merece más de una atentísima lectura, no sólo por su propia y peculiar historia sino también por las decenas de pequeñas historias que se recogen en sus páginas. Pero en español tenemos la ventaja de contar, gracias al estudio introductorio de Javier Nicolás (y a un largo apéndice con imágenes escogidas de un desconocido mundo prehistórico), con la que sin duda es, y será por mucho tiempo, la mejor edición posible de una obra sumamente singular.

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Autor: Hermann Wirth (ed.). Título: La crónica de Ura Linda. Editorial: EAS. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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